En plena campaña electoral, los funcionarios el gobierno, candidatos de la llamada oposición, economistas y encuestadores, todos mercenarios de la burguesía monopolista en el poder hacen ruido a través de los medios masivos sobre las distintas políticas o variantes que el próximo gobierno deberá poner en práctica a fin de resolver, según nos dicen, los problemas de la producción, la rentabilidad, el tipo de cambio, el déficit fiscal, los pagos de la deuda, la inversión de capitales, la recomposición de las reservas en el banco central, etc.
En su afán de posicionarse como conductores de los destinos del país, los burgueses monopolistas han presentado sus disputas en forma abreviada y sintetizada en: los continuadores del proyecto (de un grupo de monopolios) contra los que no quieren su continuidad.
Pero detrás de todo este humo se oculta la verdadera preocupación de toda la burguesía…
Todos estos señores saben a ciencia cierta que, desde lo económico, los capitales que operan en nuestro país seguirán haciendo negocios con menores o mayores dificultades impuestas por las leyes de la acumulación ampliada del capital y el sostenimiento de la cuota de ganancia.
La oligarquía financiera, habituada a transitar el camino de esas leyes a las que tercamente pretende amenguar, sin éxito, sabe que mientras haya sectores a quienes expropiar y explotar o recursos naturales a los cuales devastar, podrá sostener el único proyecto que tiene como sector dominante: sostener el sistema capitalista de producción, aunque la bancarrota del país esté presente al final de su camino. Y si bien, los mayores o más inmediatos beneficios a obtener son motivos de crueles y violentas disputas permanentes entre sí, todos saben que lo importante es la continuidad del sistema.
Pero entonces ¿qué es lo que los hace aparecer tan nerviosos y erráticos?
Tal como venimos diciendo desde esta página y en todos nuestros órganos de propaganda, el problema de la burguesía monopolista es el político generado por la firme actitud de la clase obrera y sectores populares en general que profundizan la lucha de clases, haciendo que las leyes de ésta actúen sobre las leyes económicas generando una serie de tempestades e inestabilidades crónicas y permanentes que les complican sus negocios y desestabilizan el sistema y la situación social del país llevando las tensiones a situaciones insoportables.
Esto es lo que está viendo con suma preocupación el poder burgués, por fuera de toda discusión sobre la supuesta «continuidad del proyecto» o la no continuidad del mismo, juguete con el cual entretienen a los mercenarios que pujan por ocupar los cargos gubernamentales y estatales. ¡Qué patético resulta ver las acaloradas discusiones de los que se disputan dichos cargos para servir a los monopolios enrostrándose las peores miserias a viva vos en los escenarios armados para las «discusiones políticas»! ¡Todos tienen «razón» porque todos tienen trapos sucios para ventilar!.
Desde este punto es que los proletarios y todos aquellos que luchamos por la revolución debemos pararnos para avanzar decididos en levantar el proyecto de cambio que nos conduzca a la toma del poder y el socialismo.
Nada hay más importante que ir tejiendo la unidad desde la clase obrera y hacia todo el pueblo enarbolando la única salida que nos permitirá lograr un país digno de vivirse. Porque ese proyecto depende de nuestra lucha como pueblo y de la profundización del ejercicio de la más amplia unidad y la organización en la que se profundice el ejercicio de la democracia directa.
En cada conquista, en cada reclamo, en cada decisión popular, en lo local y en lo nacional, enfrentar al sistema que sostiene a los monopolios en el poder y a toda su decadente y putrefacta sociedad capitalista, con la acción revolucionaria de masas, es decir, con la presencia del proyecto revolucionario, su unidad popular antimonopolista, sus organizaciones de base independientes del poder y las instituciones burgueses y con la metodología de la democracia directa.