Los lamentos de una burguesía en crisis

Decíamos ayer que la burguesía monopolista muestra un accionar errático y nervioso, producto de la crisis política aguda que atraviesa la clase en el poder.

También fue dicho que esa crisis política se sustenta en una actitud firme de la clase obrera y el pueblo que profundiza la lucha de clases haciendo que ésta actúe sobre las leyes económicas.

Pero, qué piensa la burguesía de esto que afirmamos? Si nos guiamos por los grandes titulares de diarios, televisión y radio pareciera que no existiera real preocupación; los temas que se abordan se hacen desde la estudiada técnica de la comunicación burguesa de hablar mucho sin decir nada. Sin embargo, de vez en cuando, aparecen las reales preocupaciones de exponentes de la burguesía monopolista.

Así, se puede leer en el diario El Cronista del 23 de setiembre pasado una nota firmada por Julián de Diego, abogado especialista en relaciones laborales que asesora a grandes empresas y organizaciones empresariales. La nota se titula: “Cae la productividad por conflictos con los delgados obreros fuera de control”. La misma está escrita en el marco de la decisión que debe tomarla Corte Suprema acerca de quién puede ejercer el derecho de huelga (ver varias notas en esta página); entonces se explaya y recorre la jurisprudencia para respaldar su postura que apoya el unicato sindical. Sin embargo, algunos de los párrafos del escrito desnudan la verdadera preocupación del autor y de su clase.

Pasaremos a analizar algunos conceptos salientes.

“La pérdida de productividad y el tiempo perdido por medidas de fuerza anómalas, asambleas supuestamente espontáneas, e interrupciones en tareas y producción, son la segunda causal de los últimos diez años después de las ausencias por enfermedades o accidentes”. Una verdadera y auténtica confesión de que, a pesar de la sistemática política burguesa dentro de las empresas para romper y quebrar la organización independiente de los trabajadores, ésta ha fracasado rotundamente. De allí que la burguesía monopolista haya redoblado en los últimos tiempos las medidas para disciplinar al proletariado, necesidad indispensable para imponer mayor explotación.

“A estas malas prácticas se le debe adicionar la regulación del nivel o del ritmo de producción, utilizado como medio de presión en momentos en donde la empresa debe responder a una mayor demanda de sus bienes o servicios”. Aquí el Señor de Diego descubre la pólvora y nos enseña que los díscolos trabajadores “aprovechan” los momentos en los que el proceso productivo está en alza para profundizar sus reclamos. Una verdad como que el sol sale todos los días; desde que la burguesía es clase explotadora y el proletariado clase explotada en los momentos de mayor necesidad de producción los trabajadores se hacen más fuertes para llevar adelante sus luchas, y viceversa. O se olvida Usted de Diego que en los 90, con la rampante desocupación, la burguesía se enseñoreó sin ningún empacho para flexibilizar leyes y conquistas laborares, despedir cuando se le antojaba, imponer ritmos productivos extenuantes, atacar los ingresos salariales? Como se dice por allí: es la lucha de clases, estúpido!

“Curiosamente, este proceso, el de obstruir el sistema productivo, reducir abruptamente la productividad, no solo genera importantes perjuicios para la empresa, al mismo tiempo afecta la facturación y los ingresos, y con ello compromete también a los ingresos del trabajador y al cumplimiento de las cargas sociales y de los impuestos. Es por ello que sorprende que las bases, y sobre todo los delegados de personal, a menudo fuera del control y del manejo de sus propios gremios, operan como un bumerang que irremediablemente se volverá sobre ellos afectándolos”. La vieja y gastada amenaza de que si luchamos por nuestros derechos e intereses en contra de los derechos e intereses de los capitalistas, nos perjudicamos nosotros mismos. Este concepto encierra un clásico de la ideología burguesa: la conciliación de clases; el destino del proletariado está atado al destino de la burguesía y, por lo tanto, si vamos contra ellos el resultado será que se verán obligados a dejar de “darnos trabajo” e iremos en contra de nuestros propios intereses. El mismo discurso que cotidianamente bajan las gerencias sindicales en las empresas y que ponen el trabajo como lo sagrado, llegando a argumentar que por priorizar el trabajo hay que dejar de lado nuestras demandas ya que todos “vamos en el mismo barco”. Reformismo en estado puro.

Los lamentos y quejas del Sr. de Diego le dan voz a las verdaderas preocupaciones de la burguesía monopolista en nuestro país. Las mismas confirman, y queremos reiterarlo, que la clase dominante no ha podido quebrar la lucha y la organización del proletariado y sabe que allí está su talón de Aquiles, su enemigo irreconciliable al que no puede domesticar. Estas confesiones confirman la caracterización del momento que está atravesando la lucha de clases enla Argentina; la clase obrera, muy lejos de estar a la defensiva como sostienen las posiciones reformistas y populistas, está de pie y en condiciones de profundizar su búsqueda por ampliar la unidad y la lucha contra su enemigo de clase. La burguesía lo sabe y eso es lo que le preocupa realmente.

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