La burguesía monopolista siempre utilizó como su principal arma, desde el poder que ostenta, la mentira. Tal recurso, en realidad, se le hace indispensable porque a través de él intenta llevar adelante la ideologización ante la opinión pública con todas las herramientas y medios informativos poderosos que posee.
Cuando no pueden engañar, confunden, calumnian, intentan dividir, para lo cual venden un buzón a cada paso. La razón central, claro está, es que la lucha de clases no da respiros y se ven constantemente empujados a buscar “nuevos argumentos” que ya están agotados, viéndose obligados a utilizar material reciclado dejando como resultante viejas recetas en nuevas situaciones con una gran fragilidad que al primer golpe se les fisura toda la estructura de sus mentiras. Y peor aún, cuando no saben a qué mentira recurrir, caen en el ridículo, hecho que cada día se expresa con más frecuencia.
La nueva, ahora, es que todos los medios comienzan a poner sobre el tapete la recurrencia del bipartidismo con un nivel de crisis y enfrentamiento intermonopólicos tan grande que deja traslucir y expresa las debilidades y dificultades que tienen en mostrar la casa en orden. Es decir, oficialismo y oposición en un gran circo de supuestas confrontaciones de cara a la opinión pública cargadas de banalidad y formalismo, con el único afán de que no existan vacíos políticos, pues éstos no los hay en política y los pueden ocupar los revolucionarios. Incluso los muy osados ahora agitan y tratan de instalar la “resistencia kirchnerista” contra la “derecha macrista”, y mostrarle a la opinión pública que las luchas que se dan en este país, de aquí en más, serán una conspiración del kirchnerismo para hacer fracasar la “gestión” del macrismo. Para todos éstos, todo lo demás que pasa en el país es una gran tribuna que observa pasmado cómo la lucha política se reduce al “nuevo bipartidismo”. Ahora parece ser que antes del gobierno actual no había lucha, y ahora sí las hay, y las que hay son promovidas por el kirchnerismo.
Lo interesante es que estos tipos se terminan creyendo sus propias mentiras, o en todo caso se transforman en drogadependientes de ellas, y reducen al terreno formal la lucha política en nuestro país llevándola a una cuestión mediática y lucha de aparatos. Hasta ahí la ficción.
La lucha de nuestra clase obrera y el pueblo va mucho más allá que los cortes de ruta o las movilizaciones simplemente. Es un océano que en sus profundidades se debate desde el pie de la máquina, la opinión en las calles, reclamos indivisibles; pero todo enmarcado en el hartazgo y el descontento. A esto agreguémosle miles de destacamentos revolucionarios, tanto sociales como políticos, que se organizan, se reúnen, planifican, buscan unirse. Todo esto junto ha generado un torrente que se viene moviendo por abajo y cocinando a fuego lento desde hace mucho tiempo, que les fue erosionando la credibilidad política y que hoy se constituye en un campo minado que les resulta imposible transitar con sus mentiras como quisiera la burguesía.
La necesidad de los monopolios de avanzar sí o sí en sus ganancias los lleva naturalmente a intentar tomar medidas que desnudan frontalmente sus promesas llevándolos a un empantanamiento que, en un tiempo no muy lejano, cuanto más se muevan más se hundirán.
Si tomamos en cuenta, por ejemplo, que se dieron y se están dando innumerables batallas fábrica por fábrica, lugar de trabajo por lugar de trabajo, incluso con la cabeza de algunos gremios burócratas haciéndose cargo del reclamo, por un bono de fin de año (como sucedió el año pasado), imaginémonos un instante cómo serán las próximas discusiones salariales que están en puerta. A dónde se creen que van, por ejemplo, con el pacto social que se proponen. ¿Por qué los gordos de los gremios (todos), burócratas y traidores si los hay, apuran el tranco de una unificación de la CGT? Claro, todo el mundo que sirve a los monopolios tienen tareas urgentes que ajustar porque esto no está fácil. Hay mar de fondo en el pueblo, y eso la lucha de clases lo hace notar.
Es menester empujar más que nunca para que irrumpa en la escena política, desde la lucha de la clase obrera y el pueblo, la salida revolucionaria que destrabe y condense tantos años de acumulación. Para ello es imprescindible interpretar, profundizar y alentar la democracia directa que ejercitan las masas, lo cual choca frontal y antagónicamente con las metodologías que encarnan las fuerzas de la burguesía, como el verticalismo, la rosca, el aparato partidario, los “caudillos y jefes”. No estamos en cualquier enfrentamiento de coyuntura. Es un enfrentamiento de fondo pues con la agudización de la lucha de clases, la irrupción de las asambleas como metodología y como una expresión más de la democracia directa, es una práctica y una garantía para nuestro pueblo pues ello implica el involucramiento, éste trae masividad, porque el pueblo aspira en las batallas de fondo a que nadie lo reemplace en su propio destino. Por supuesto, con un proyecto político pero que encarne, en su esencia tal proyecto, que la revolución es una obra de las masas.
Es por ello que todo intento de la burguesía de pretender inventar una falsa salida de lucha u opción ya está muerta antes de nacer, llegaron tarde y se les terminó ese argumento que utilizaron durante tanto tiempo. Hoy hay una batalla que la burguesía no la puede manejar y que se da en el terreno de las metodologías que el pueblo ejerce. Las masas quieren decidir porque son conscientes de que si se decide entre todos con ello viene de la mano la unidad y la masividad donde las posibilidades de triunfo político en los conflictos que se avecinan están garantizadas.