El poder ejecutivo prepara una reglamentación (le llaman protocolo) para las manifestaciones callejeras de los distintos conflictos sociales y políticos.
A caballo de la consabida frase: «tu derecho termina donde empieza el derecho del otro», que no por repetida constituye una verdad, y que últimamente se ha instalado como parte infaltable del sentido común burgués, el actual gobierno pretende darle forma legal a la tan ansiada aspiración de todos los gobiernos anteriores que nadie se atrevió a legislar o reglamentar, aunque sí recurrieron a bombardear ideológicamente mediante todos los medios masivos de difusión para instalar la idea de la defensa a la libre circulación del pueblo, la cual se ve impedida por los cortes de rutas, calles y caminos generados por las protestas callejeras.
De tal manera, como lo hace siempre la burguesía, da vuelta las cosas, haciendo de las víctimas a los victimarios. Entonces los culpables de los cortes son los trabajadores, los vecinos, o los sectores sociales afectados por las políticas que denigran sus condiciones de vida, y no los monopolios y los gobiernos de turno que los obligan a realizar los cortes como medidas de lucha contra la imposición forzosa de dichas políticas. Ahora, cuando se trata de negocios, ellos cortan rutas y autopistas con peajes compulsivos los cuales se deben pagar inexorablemente para seguir transitando, pues de lo contrario, ésa ruta le es vedada al poblador. Aquí, el derecho particular se opone al derecho colectivo. Lo mismo ocurre con los medios de producción y la tierra.
De la misma manera dan vuelta todo cuando justifican la violencia de las fuerzas de seguridad del Estado contra el pueblo mientras que ellos son los provocadores de todo tipo de violencia contra las vidas de las mayorías laboriosas; cuando aseguran que la inflación es generada por los aumentos de salarios, siendo que en realidad se produce por el aumento masivo de precios para sostener sus ganancias; cuando defienden la propiedad privada siendo que diariamente los trabajadores son expropiados del valor del producto generado por su fuerza de trabajo; cuando dicen que defienden el orden social y sin embargo custodian con las armas el sistema que provoca el caos social más terrible que haya conocido el ser humano; cuando dicen que defienden los intereses de la patria mientras entregan todas las riquezas, medios de vida y perspectivas futuras a la codicia del capital financiero transnacional; cuando nos quieren hacer creer que la democracia es elegir a los individuos que luego en los cargos defenderán los intereses de las minorías en el poder; y así podríamos seguir hasta el infinito.
Para el gobierno de turno que defiende el interés de la burguesía monopolista enfrentado a la clase obrera, los trabajadores en general y el pueblo, sería ideal una especie de «protestómetro» con paredes y techos acústicos a fin de que el ruido no se expanda al exterior. Al mismo irían a parar todas las luchas callejeras, previo pedido de turno para ser ocupado en horario limitado por el sector que desee manifestarse, bajo el atento control de las fuerzas de seguridad del Estado al servicio de los monopolios a fin de que no hubiera desbordes. Cumplido el horario, cada uno a su casa en forma ordenada y en silencio para no entorpecer el supuesto derecho del otro que no es más que el derecho a la explotación de la burguesía monopolista. Cuando éste tuviera completo todos los turnos diarios, se debería construir otro protestómetro para el mismo fin. De esta manera «democrática» todo el mundo tendría la posibilidad de hacer su lucha en forma ordenada y sin estridencia para felicidad de la burguesía monopolista que de esa forma permitiría el ejercicio de la protesta del pueblo y la garantía del derecho a manifestarse «democráticamente», pudiendo desarrollar sin ninguna interrupción los negocios que abultan sus supermillonarias ganancias.
Aunque suene absurdo y ridículo de toda ridiculez, ésa es la idealización de la aspiración burguesa monopolista y su actual gobierno: «Si la lucha de clases existe, se debe aceptar, pero hay que ordenarla con un protocolo que la reglamente y le dé un marco legal.»
¡Qué mediocridad de pensamiento! Sólo un burgués con la estrechez que lo caracteriza es capaz de concebir semejante cosa.
Así como es imposible vaciar el mar con un tenedor, también es imposible reglamentar la lucha de clases. Lo único que puede hacerse con ella es organizarla y darle una orientación hacia el objetivo de la liberación de las cadenas capitalistas que oprimen a la clase obrera y al pueblo. Pero ésa es tarea indelegable de nuestro partido y de todas las fuerzas revolucionarias que anidan en las mayorías populares de nuestro país.