El 22 de febrero de 2012, a las 8.32 de la mañana, el tren que llegaba a la Estación Once, con miles de personas a bordo, no frenó y provocó la muerte de 51 compatriotas.
Los que allí viajaban, hacinados hasta lo imposible como cada día de sus vidas, iban a sus trabajos y obligaciones. Lo que allí ocurrió no fue un accidente, como quedó demostrado en el juicio que ayer culminó su primera etapa con condenas a los funcionarios y titulares de la concesión. Pero antes del juicio ya esto había sido probado políticamente cuando el gobierno “nacional y popular” decidió, ¡con posterioridad al hecho!, la compra de equipos nuevos en la línea Sarmiento, y luego en las demás líneas.
Los medios de comunicación se hacen la pregunta: ¿Se hizo justicia? Nuestro punto de vista es que la justicia de la burguesía nunca es justicia para el pueblo; que ésta sólo puede conseguirse si la movilización popular obliga a las podridas instituciones de la clase dominante a ello.
Justamente en este caso, que podríamos decir inédito en nuestro país, no se podría haber llegado al resultado de ayer de no haber sido por la decidida y clara estrategia de lucha y movilización de una parte de los familiares de las víctimas. Esta lucha debió enfrentar a todo el aparato del Estado monopolista; desde la división de la lucha, intentos de corromper con puestos o dinero, usando a los “caranchos” llamados abogados para que todo el peso de la tragedia recayera sobre el motorman, ataques y amenazas que hasta llegaron al asesinato de un testigo clave, Leandro Andrade, que fue acribillado de cuatro balazos por la espalda en una parada de colectivo.
En ese marco, la lucha siguió adelante y los familiares no pararon un instante por lo que de ayer es un enorme paso adelante. Ahora, como ellos mismos afirman, la lucha sigue, como todo en la vida de nuestro pueblo. Lo que viene es que se cumplan efectivamente las condenas, que se siga hacia arriba en las responsabilidades políticas de la tragedia.
Pero lo que queda más importante es que los muertos de Once han sido y seguirán siendo honrados; que el olvido al que se los quiso condenar desde lo más alto del Estado y del gobierno kirchnerista no fue posible. Eso es lo importante y lo verdadero para retomar fuerzas y seguir adelante con el reclamo de justicia.
Una justicia que sólo llega cuando nuestro pueblo se moviliza y demuestra las enormes reservas políticas y morales que, enfrente de la podrida moral de la burguesía monopolista, es un bastión que nos hace ser cada vez más optimistas y confiados en la lucha irreconciliable contra nuestro enemigo de clase.