Mucho es lo que hemos desarrollado desde esta misma página respecto a la crisis estructural del capitalismo y a su carácter de permanente. Y también, mucho es lo que hace la burguesía monopolista con el fin de “utilizar” de alguna manera esa crisis, eso sí, siempre en desmedro de los pueblos. Tal es así que de tanto en tanto reaparece bombardeándonos por todos los medios de comunicación y los discursos de sus políticos, que “el mundo está en crisis”, “que no podemos estar aislados”, y “que si no hacemos las cosas bien, vamos a estar peor”. Está claro que se refieren a los pueblos del mundo y no al crecimiento de sus suculentas ganancias.
El gobierno de los gerentes –entre otras cosas- se encuentra inmerso en un debate interno en donde pujan aquellos que quieren echarle toda la culpa a “la herencia K” y los otros, que sostienen que la gente está harta de que los gobernantes se pasen la pelota unos a otros y quiere soluciones ahora.
Mientras, los tecnócratas de los monopolios al frente del Estado, continúan depositando en las cuentas bancarias de las grandes empresas, millonarios recursos generados por todo el pueblo trabajador para que las mismas “sigan trabajando”; eso sí: con salarios más bajos, por supuesto.
Una situación verdaderamente inadmisible, que cada día se lleva puesto el presente y el futuro de millones en nuestro país y en el mundo; y que abre una necesidad y una posibilidad para los pueblos en la actual “crisis global” de capitalismo: la revolución es hoy la única salida humanitaria frente a la emergencia de las masas.
En nuestro país, la experiencia acumulada, el cambio de gobierno y el inicio del año, le ha dado un nuevo vigor a la lucha de la clase obrera y de los sectores asalariado. Centenares de conflictos (muchas veces silenciados) en todo el mapa industrial y manufacturero del país, muestran la decisión del proletariado a enfrentar los planes y la eterna política extorsionadora y terrorista de los grupos monopólicos, en su afán de hacernos bajar la cabeza, para así garantizar la continuidad de su dominación y explotación.
Pero lo que no han podido ocultar las grandes corporaciones monopólicas es que –con los recursos que continúan recibiendo del Estado a su servicio- modernizan y amplían muchas de sus plantas, preparando planes de expansión y nuevos modelos de productos que ya están en marcha en muchas líneas de producción.
Esta “contradicción” (lloran por la crisis pero destinan fortunas para producir más y más rápido) ha generado en amplios sectores del proletariado un avance político que profundiza el quiebre con las superestructuras políticas e institucionales del Estado burgués, comenzando a romper con las mentiras del capitalismo, rechazando el chantaje y desenmascarando esta gran farsa.
Es por todo esto que sostenemos que hoy, la clase obrera se ubica en un nuevo escalón del espiral ascendente de lucha de clases, generando y promoviendo más vanguardias en su práctica; nuevas políticas de unidad que rompen con la visión corporativa impuesta por la burguesía; saliendo de la estrecha política que nos imponen las cuatro paredes de las fábricas; saliendo en la búsqueda de nuestros compañeros en otras empresas; buscando los ejes de unidad que nos permitan afrontar las actuales políticas de extorsión y preparándonos para la futura, e inevitable confrontación de clases, por el deterioro de nuestros salarios y por mejores condiciones de trabajo y de vida.
En este marco, es necesario que estemos atentos a las trampas que en nuestro camino ha dejado plantadas la burguesía, aquellas que nos inculcan a creer que un pequeño grupo -como en las películas- puede cambiar la historia. La revolución es un problema de toda una clase, es un problema de masas.
No es suficiente con el estado de ánimo de la vanguardia, su organización y su disponibilidad a la lucha, la misma debe estar respaldada con la organización para la movilización de las fábricas paredes adentro. Ese es el gran desafío de los revolucionarios en esta hora.
“Organizaciones basadas en esas dos grandes virtudes de nuestra clase que son, la razón y el corazón; para que se extiendan como verdaderas redes por todo el mapa de cada planta fabril e incluyan a las grandes mayorías de nuestros compañeros”.
Construir verdaderos fortines de decisión soberana de la clase; donde la inteligencia colectiva, que brinda la autoconvocatoria y la democracia directa, sea el verdadero soporte de aguante de las organizaciones y de las luchas que ya están en marcha.