La verdadera disputa por estar dentro o fuera de la comunidad Europea encierra siempre el mismo dilema: ¿cuál es la mejor vía de achatar el salario y de saquear los recursos de las mayorías populares?
La guerra intermonopólica entró en su fase más oscura, la salida de Inglaterra de la Eurozona no hace más que ratificar nuestra posición política referida a la crisis estructural político-económica-social en el sistema capitalista.
En los medios de comunicación sólo cuentan las disputas por arriba, parecería que ella, abierta, elocuente, sin pelos en la lengua estuviese dada por superestructuras de los Estados monopolistas por fuera de la sociedad y de la lucha de clases.
Por supuesto que nada se habló del descontento de los pueblos europeos a todo lo que está dado, nada se menciona de la irrepresentatividad de todas las instituciones cuyo centro en el continente viejo es el parlamento Europeo.
La no aceptación a las políticas llevadas hasta ahora por parte de la burguesía monopolista abarca a las grandes mayorías. Las crisis de Grecia, Portugal, España, Francia no han sido resueltas y no han hecho más que agudizar las contradicciones que se venían desarrollando en otras crisis del mismo signo en variados puntos del continente como es el caso de Irlanda.
El triunfo del Brexit, hay que mirarlo desde el significado político que ello produce. De ninguna manera podemos pensar que quienes dominan la situación pueden aliviar el dolor del pueblo laborioso Inglés. El UKIP se plantea rebajar los derechos políticos sociales y laborales de los trabajadores británicos, profundizar su acercamiento a EEUU y liderar nuevos mercados afines a los sectores monopolistas en danza. Ese camino, en su esencia, lleva el mismo sello encarado hasta el día de hoy por el actual gobierno inglés de Cameron que afirmaba desde esa tribuna la idea de ampliar la baja salarial a toda la comunidad europea.
Pero si nos quedamos en la superficie del fenómeno, que no es menor, cometeríamos un gran error.
El sistema capitalista necesita, por sobre todas las cosas, una centralización política para llevar adelante la dominación de clase a 7.000 millones de habitantes en la tierra.
La comunidad europea, la creación de un sinnúmero de instituciones políticas continentales, el Euro, tratados estratégicos para ejecutar políticas de despojo a las grandes mayorías, ajustar la vida, el futuro y la dignidad de pueblos distanciados de la miseria y de la pobreza, fueron grandes intentos que por años vivieron su luna de miel.
Pero la lucha de clases asestó grandes golpes a esa aspiración de centralización. Grecia fue grito de alerta de que las cosas podían desbarrancarse. Lo de ayer no es más que la materialización, la presencia en cuerpo y alma, de la crisis política estructural de la burguesía monopolista para llevar adelante la dominación de los pueblos.
Más allá de quién ha ganado en una u otra votación, lo que el pueblo inglés ha manifestado es su cansancio de una vida indigna y difícilmente este pueblo frene su marcha de conquistas entorpecida por nuevos tratados que intenten someter a las mayorías sufrientes y sin futuro.
La burguesía monopolista, montada sobre este resultado, hará un discurso nacionalista, de alto contenido populista, saldrá a culpar a la inmigración, fomentará el odio religioso y racial, intentará confundir por un momento el empuje que viene desde muy abajo, pero está muy claro que ese odio racial y religioso son una parte intrínseca del sistema capitalista, o a caso ¿podemos ignorar que las guerras abiertas en los países que hoy están sufriendo los civiles de varios países beligerantes no fueron fogoneados desde los mismísimos escritorios del parlamento Europeo?
La burguesía monopolista esencialmente no pierde de vista su necesidad de bajar el costo de la mano de obra para producir y los pueblos del mundo han comenzado un proceso de rechazo que alimenta la necesidad de una salida revolucionaria, única opción para terminar con el caos que profundiza el sostenimiento de los intereses de la dominación burguesa.