La crisis política cada día más aguda pone en evidencia la incompatibilidad y la irracionalidad del ajuste y la explotación sostenidas desde los monopolios. Con una superestructura que le es afín, la misma es confrontada masivamente por la clase obrera y la amplitud de nuestro pueblo, desde las necesidades por una vida digna.
Un movimiento de masas que cada día adquiere un mayor protagonismo y decisión de hacerlos retroceder. A la vez, va buscando avanzar en los centros laborales y fabriles con diversidad de experiencias de lucha, con la correlación que le da su decisión de enfrentamiento a la explotación y al ajuste, con formas genuinas de organización propias e independientes, con ejercicio de democracia directa, asambleario y ejecutivo, con formas superadoras que de hecho viabilicen sus demandas y rompan las trabas que pone la burguesía y sus representantes enquistados en la clase obrera, intentando impedir se avance a conquistas más profundas.
Estas formas están cuestionando la institucionalidad burguesa. El gran desprestigio del sindicalismo adicto a la burguesía, sea oficialista o de las variantes reformistas que presumen de combativas, pero no van mas allá de la disputa por el aparato sindical, sin sacar los pies del plato y negando todo el protagonismo de la propia clase obrera en la transformación revolucionaria de la sociedad, muestra cuán hondo ha calado la crisis política.
Formas que materialmente se expresan en huelgas, enfrentamientos, movilizaciones, debates, decisiones asamblearias… son de hecho lo nuevo, lo superador que la historia viene dando, el preludio de una lucha de clases superior y de otra calidad de enfrentamiento, que sienta las bases de una la lucha revolucionaria frente al capitalismo y su sistema.
Este mar de fondo que es la lucha de clases en nuestro país, es el que los aparatos sindicales intentan remontar para encausarlo dentro de los carriles institucionales burgueses. Intentan, aunque mas no sea, buscar un interlocutor válido para avalar sus planes políticos. La designación de nuevos popes en la llamada CGT unificada y como contrapartida la atomización y el fraccionamiento, las disputas intestinas y el intento de aparición de un bloque opositor que la juegue de alternativa más combativa, son las variantes de una crisis política y expresan la debilidad del llamado sindicalismo, que la burguesía a toda costa intenta sostener, para viabilizar sus leyes de flexibilidad laboral, la chatura salarial, la eliminación del derecho de huelga. Es decir, todo lo que implique un freno a la acción de la clase obrera.
En tal sentido, la CGT unificada con todo su séquito de detractores de igual cuño y traidores como son todos ellos, actúan como un partido político burgués… podría decirse el partido sindical. Con todos los condimentos que caracteriza a los partidos burgueses, su corrupción, sus declamaciones, su parlamentarismo… “El gobierno de Mauricio Macri tendrá una CGT unida para que le marque lo que esté mal”, han declarado a viva voz. “Hay una necesidad social de generar una interlocución con el Gobierno porque es fundamental empezar a hacer los planteos en forma institucional sobre los temas que para nosotros son errados de las políticas que están realizando”.
Además de ser serviles, alardean de cobrar por el servicio que le prestan a la burguesía, como es de público conocimiento. Si estas declaraciones no se corresponden con una conducta de partido, de organización burguesa, no estamos viendo claro que el desprestigio que han logrado ganarse en la clase obrera entera se corresponde también con el desprestigio a la institucionalidad que la burguesía ya no puede contrarrestar de sus propios partidos.
Si la acción de toda la burguesía en el seno de la clase obrera tiene una acción partidista de clase, que implica la opresión, la explotación, la esclavitud asalariada, la misma se pone de manifiesto con la lucha de la clase obrera, en lo nuevo que ella expresa, que se corresponde incuestionablemente con el partido de la revolución, con una acción política de partido de la clase obrera. Por ello, frente a lo viejo, que es la continuidad de este círculo renovado de reiteración de aparentes salidas pero al fin y al cabo siempre viejas, caducas y falaces consideraciones a favor del capital, lo nuevo no puede ser una mixtura entre las ideas de progreso y vida digna con el sostenimiento del régimen social vigente.
Ni lo uno ni lo otro, que en definitiva es como la historia lo ha venido demostrando con creces, hacen más que anclar a una vida oprobiosa de las generaciones futuras, la vida de la clase obrera, a las condiciones alienantes y enajenantes del sistema capitalista.
El protagonismo de la clase en la construcción de su propio destino esta estrechamente unido a la revolución, a la construcción revolucionaria, al carácter revolucionario que deben asumir las formas nuevas de organización propias, que cualitativa mente convergen con la necesidad de organizaciones de base sindicales propias, con la metodologías de acción y el carácter de clase de sus inmensas fuerzas de lucha. Pero aun -producto del peso ideológico y la acción de los partidos burgueses, adquieran la forma que adquieran- no pueden desatarse en toda su dimensión hasta que el partido revolucionario esté necesariamente presente en el seno de la clase y no se desarrolle como tal.