La vigencia de la insurrección para la toma del poder

El título de esta nota parte de un objetivo que ratificamos: la toma del poder político por parte de la clase obrera y el pueblo para derrotar a la burguesía monopolista y emprender el camino de la realización material y espiritual de las grandes mayorías.

El objetivo de la lucha por el poder, una de las razones principales de la fundación de nuestro partido en 1965, lo ratificamos en medio de la marea de diversionismo y oportunismo que atraviesa la lucha de clases mundial. La clase dominante no cesa de impulsar y sostener “nuevos objetivos” para emprender la lucha política, en la que quede asegurado que los medios de producción sigan en sus manos. Entonces, llueven elaboraciones teóricas que nos intentan convencer que la lucha por el poder es cosa del pasado. Que probemos con la lucha por el gobierno para desde allí “tomar” el Estado; que nos enredemos en la obtención de “cuotas de poder” para luego “avanzar” hacia vaya a saberse dónde; que nos aboquemos a experimentos sociales en el que construyamos “nuestro” socialismo en zonas específicas mientras la oligarquía financiera sigue adelante con la dominación y la opresión del resto de la sociedad; que nos conformemos con ideas que han demostrado su fracaso dentro del capitalismo, como el cooperativismo. Y tantas más del mismo tenor.

Por eso reiteramos: la lucha por el poder político para destruir el Estado burgués y construir el Estado proletario que desarrolle formas de producción y organización social que pongan las necesidades del ser humano como objetivo primordial, en contra de la ganancia capitalista, es un objetivo que tiene plena validez y vigencia histórica, ya que de ello depende cada día más la supervivencia dela Humanidad que hoy se ve amenazada por la barbarie capitalista.

Los caminos para el logro del objetivo planteado han sido distintos a lo largo de la historia, y de acuerdo a la realidad de cada lugar en el que se llevó adelante la lucha revolucionaria. Nuestro partido plantea una premisa fundamental para emprender la lucha por el poder. Esta concibe la acción revolucionaria de masas, independiente de la institucionalidad de la burguesía; la lucha electoral y la participación en las instituciones de la clase dominante, a diferencia de otras épocas, retrasa y somete la lucha por la revolución a las interminables e intrincadas redes de dominación de la burguesía, alejando al movimiento de masas de contar con una política independiente de esa clase y una estrategia propia para la lucha por la revolución.

A partir de esta premisa estamos convencidos que una genuina revolución debe ser una revolución de todo el pueblo, con la clase obrera como fuerza dirigente. Ello implica la plena movilización y participación de los distintos sectores de la sociedad antes, durante y después de la toma del poder. La revolución es obra creadora de las masas y ésta no puede ser reemplazada por organización alguna que se arrogue reemplazar al gran movimiento revolucionario en la realización de las tareas que implica derrotar a la clase burguesa y emprender la construcción del socialismo. El verdadero poder que derrocará a la clase explotadora es el poder organizado que nace desde abajo, materializado en las diferentes organizaciones políticas revolucionarias que se necesiten para cumplir ese cometido.

El carácter clasista de nuestra revolución lo da el ejercicio de la plena movilización de las fuerzas obreras y populares, encabezadas por la clase obrera. La clase obrera, desde su papel en la producción y la organización adquirida en la misma, es la que puede levantar una proyecto de liberación que incluya al resto de las clases populares, tal como ocurrió en otras etapas de nuestra historia, llevando adelante esta tarea desde una política independiente que rompa con y actúe por fuera de la institucionalidad de la burguesía.

Entonces el constante ejercicio de la democracia directa, que ya es la práctica de la búsqueda del movimiento de masas en general para enfrentar al enemigo clasista, es la base material donde se irá cimentando, desarrollando y afianzando el ejercicio del poder popular para avanzar en la lucha por el poder.

La vía insurreccional es así la que se corresponde con una revolución que implique a las grandes mayorías en la resolución de la lucha en todos sus niveles, porque de esa manera se irá consolidando el ejercicio pleno de las masas en la lucha revolucionaria y en la magnífica tarea de construir la nueva sociedad luego de la toma del poder.

El papel del partido revolucionario, consecuente con el carácter de la revolución aquí planteado, es impulsar, promover y estimular todas las organizaciones que se originen en la práctica revolucionaria. Y ganar en la práctica concreta el papel dirigente que solamente otorgan las masas.

 

 

Compartí este artículo