Cuando una mercancía está detenida en un estante del supermercado a la espera de que alguien la compre, no termina de realizarse el negocio. Para que este se produzca, es necesario venderla sí o sí. Por eso, una parte del “gasto” se dirige a la propaganda, para acelerar “el recorrido” del producto. Millones y millones de dólares “quemados”… tirados a la basura.
Para que una semilla desarrolle el proceso natural para transformarse en materia prima o servir como alimento, se necesita un tiempo en el cual la venta aún no se realiza y por lo tanto, se está a la espera de concretar el negocio.
Pero siempre, de lo que se trata para los capitalistas, es de achicar esos tiempos “muertos”… Es decir, la venta del producto tiene que estar muy cerca de su elaboración; cuanto más tiempo pase sin venderse menos rotación existe y por lo tanto, la ganancia se realiza más lentamente. Para lograr ese “milagro” es necesario (entre otras calamidades) forzar y violentar la naturaleza. Y en ese devenir, el capitalismo no mide las consecuencias y esquilma a las dos fuentes de su riqueza: la tierra y el hombre, con el exclusivo objetivo de rápidos negocios.
Días atrás pudo conocerse que el grupo de origen alemán Bayer cerró la compra de la “estadounidense” Monsanto, en la friolera suma de 66.000 millones de dólares. Con esta adquisición, se constituirá en la compañía más grande de agroquímicos y semillas del mundo, con ventas superiores a los 28.000 millones de dólares.
En paralelo al proceso de compra de Monsanto por parte de Bayer, a nivel global se está cerrando la adquisición de Syngenta por parte de la empresa de origen chino Chem China, en tanto que Dow-Dupont avanzan en una fusión. A nivel global estos tres grupos manejarán (sólo en agroquímicos) el 63% del mercado, facturando unos 55.000 millones de dólares.
Nos queremos detener en esta fase del negocio, sin subestimar otras etapas del mismo. El objetivo: concentrar para acelerar la realización de sus fabulosas ganancias.
Las semillas transgénicas de Monsanto, (como las perforaciones de Chevron en Vaca Muerta/ Neuquén), tienen como objetivo central realizar ganancias rápidamente, forzando la tierra y dilapidando riquezas como el agua. Establecen además, normativas internacionales que direccionan el consumo de productos inservibles para el ser humano.
Todos estos negocios llevan implícito que el Hombre sea más exprimido, tanto en su explotación y opresión como en la marginación a la que se ve diariamente empujado.
Desde la riqueza natural misma hasta la venta de la mercancía, el capitalista busca ganancias en forma acelerada de todo proceso productivo. El derroche, la corrupción y otras violaciones sociales y a la naturaleza, son inherentes a este sistema. Lo importante es vender, hacer negocio. El interés presente y futuro de millones en el mundo, no es su objetivo.
Hace algún tiempo atrás, la ex presidenta Kirchner se justificaba diciendo que “ni sembrando todo el país con viejas técnicas se resolverían los problemas alimentarios”. Lo que no decía –obviamente- es que el destino de lo producido era acelerar el ciclo de circulación del capital, para así realizar la ganancia rápidamente y volver al ruedo con más capital y acelerar un paso más la marcha de realización de esa ganancia.
Porque las verdaderas y avanzadas técnicas de producción en función de la población son vapuleadas, el producto que llega a nuestro organismo (al consumo alimentario) está plagado de elementos que empeoran nuestra salud, arrojando al vacío a millones de personas, excluidas de cualquier “beneficio” de las nuevas aplicaciones productivas, que en definitiva nada aportan a la población.
Para llevar adelante su inhumano proyecto, los gobiernos de los monopolios, además de violentar al hombre y a la naturaleza, están violentando la paciencia social.
El hartazgo que recorre a todo el pueblo es el único que le está poniendo límites a la anarquía que nos conduce el poder de los monopolios. Este es el contexto de la extendida protesta social. Aquí radica la crisis política de la burguesía y de todas las instituciones del Estado.