“El empleo digno es el empleo formal”, asevera David Herranz, director ejecutivo de Adecco, empresa multinacional dedicada al trabajo temporario. Empresa que presta servicios laborales a unas 100.000 empresas en el mundo, incluida entre ellas la alimenticia monopólica Bimbo. El miércoles pasado, Bimbo despidió más de un centenar de trabajadores de su planta de Pilar, aduciendo la baja demanda del sector y problemas de producción.
Ante esta decisión, la respuesta de los obreros no se hizo esperar. Frente a la realización de cortes en los accesos al parque industrial de Pilar, que fueron reprimidos por las fuerzas policiales, no frenaron la lucha. La burguesía, temerosa que el estado asambleario, la movilización y el paro se extiendan al conjunto de empresas del parque industrial, a través del Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, dictó ayer la conciliación obligatoria, dictaminando la reincorporación a sus puestos de trabajo de los 107 obreros despedidos. Bimbo no se presentó a la audiencia, con lo que sin ninguna duda queda abierta la profundización del conflicto por las fuentes de trabajo.
Dicho esto, queda en evidencia que la frase del CEO de Adecco, implica que el empleo formal es, ni más ni menos, el contrato y el despido de los trabajadores según las conveniencias empresariales, con lo cual de digno no tiene nada.
La necesidad de producir en un periodo más que en otros y el negocio rápido a muy corto plazo, no según las necesidades sociales sino en función de la ganancia, es precisamente el leív motiv de la producción capitalista. Estas condiciones, que en la actualidad adquieren ritmo vertiginoso, determinan la llamada formalidad del empleo en el régimen capitalista. Pero a su vez, estas condiciones -que no se dan ordenada y planificadamente- obedecen por el contrario al movimiento anárquico del mercado y están sujetos a los vaivenes inciertos de la oferta y la demanda. Y reflejan el profundo carácter de la crisis que la dominación monopolista ha creado en una espiral ascendente.
Esta realidad contribuye a su vez a agudizar la incertidumbre de la clase dominante frente a la lucha de clases. “Este proceso se desarrolló en el contexto de un incremento superlativo de la conflictividad colectiva, a través del estado asambleario, de la estrategia del reclamo sistemático e inagotable, abandonándose la cultura del trabajo, del esfuerzo, y de la productividad”, dice Julián de Diego.
Del mismo modo que una mercancía cualquiera, en la anarquía reinante de la producción capitalista, tiene un destino incierto, también la fuerza de trabajo humana, que es para los monopolios una mercancía más. Si el mundo capitalista navega sobre la incertidumbre de sus propias condiciones de producción, consumo, distribución y realización de la ganancia y no puede escapar de ellas, por consecuencia la búsqueda de naturalizar estas condiciones, que tienen impacto directo en las condiciones de vida de millones de trabajadores, son las políticas que buscan implementar y que asumen los gobiernos a su servicio.
En el llamado foro de mini Davos, que entre las expresiones más concentradas del capital financiero internacional y representantes de grandes multinacionales estaban directivos de Adecco, todo esto quedó reflejado sin ninguna duda.
Así lo describe Julián de Diego: “reclamos de reglas claras y seguridad jurídica como condiciones necesarias para la llegada de inversiones y la mejora de la competitividad, empieza a asomar nuevamente en la agenda pública el debate sobre la mal llamada flexibilización laboral a través de distintas expresiones como modernización, búsqueda de reglas que reflejen las necesidades de la productividad, y para invertir la Argentina debe ofrecer condiciones competitivas”.
Estas demandas de los Ceos buscan modificar enteramente las condiciones de empleo, las relaciones laborales, las condiciones salariales y la reducción salarial. Es decir, la aplicación de la flexibilidad laboral y la implementación de nuevas reglas de juego en materia de trabajo y legislación laboral, hasta incluso la organización sindical propia de los trabajadores para adecuar todo este cuadro a sus propias necesidades.
“Los inversores reclaman, diversidad, polivalencia y multifuncionalidad. El capital necesita reglas claras, normas equitativas en materia laboral en la seguridad social y en el régimen impositivo” continúa diciendo Julián de Diego. Si a esta situación objetiva se llega producto de las contradicciones del sistema capitalista y consecuencia directa de sus políticas, es una gran falacia y una mentira por donde se la mire. Salir de la crisis reproduciendo y profundización las mismas condiciones que han promovido el pantano en el que están.
Nada más cercano a una espiral ascendente que reproduce sobre condiciones aun más conflictivas y contradictorias y hace de los antagonismos entre la clase obrera y los monopolios un enfrentamiento aun más cruento e inevitable.
Nada más objetivo que frente a ello, los monopolios no pueden; nada más necesario que frente a ello, la clase obrera y el pueblo se alcen revolucionariamente y destruyan para siempre este régimen inhumano. Que planifiquemos nuestra vida sobre la base de las necesidades sociales la producción social, que integre el trabajo a la vida y rompa el circulo vicioso, el divorcio entre trabajo y desarrollo humano.
Nada más necesario para dejar en el pasado la incertidumbre que el capitalismo ha creado como una forma de vida alienante, que una revolución socialista que libere a la clase obrera de sus cadenas y ponga en la escena la acción decidida y consciente del hombre.