Con inefable naturalidad, luego del último debate de los candidatos a presidente de los Estados Unidos, el pasado 19 de octubre, la cadena Univisión Noticias destacó un copete que textualmente decía: «Hillary Clinton y Donald Trump debatieron por tercera y última vez en esta elección presidencial. ¿Cuál de los dos fue más fiel a la verdad? ¿Quién mintió más?»
La política burguesa es idéntica a la actual e irreversible crisis estructural del capitalismo devenido imperialista desde hace más de un siglo y, por lo tanto, se manifiesta tal como es: falsa, purulenta, dañina para la existencia humana y de la naturaleza en general.
El sustento de la mentira como parte del sostenimiento del poder capitalista reconoce sus orígenes en sus primeras crisis. Pues el sistema que borró el oscurantismo del feudalismo con todo el brillo y transparencia que traían aparejados el desarrollo de las ciencias y la técnica, arrinconando y eliminando a todos los prejuicios, sacralizaciones y mitos hasta allí existentes, tuvo que retroceder rápidamente y cobijarse al amparo de los mismos a los que revitalizó intentando darle larga vida y permanencia para sostenerse en el poder.
Las contradicciones inherentes al sistema basado en la obtención de ganancias en desmedro de las vidas de los trabajadores a favor de una clase privilegiada que no trabaja, más el avance arrollador de las masas que pretendían ser libres y que ya no tenían velos que les dificultara la visión de la realidad, le imponía a la burguesía dos únicas opciones: volver al escudo de la mentira y la fábula o continuar consecuentemente por el camino del desarrollo infinito del desarrollo de la ciencia, la técnica y el conocimiento con dirección inevitable al «sincericidio».
Desde ese momento, el capitalismo fue amontonando mentiras sobre mentiras tratando de ocultar la esencia del sistema de explotación de la clase obrera y las grandes masas a favor de una minoría cada vez más pequeña, acorralando y secuestrando en el embrutecimiento a la mayoría de la población laboriosa.
Pero la necesidad de desarrollo de mercados y nuevas fuerzas productivas para los negocios y, principalmente, las luchas, insurrecciones y revoluciones de las masas oprimidas, llevaron a la burguesía a un nuevo acorralamiento mundial del que debe salir, por necesidad y sin atenuantes, del rincón de sus mentiras.
Desde el poder que sustenta, aunque políticamente deshilachado y en crisis permanente, ha blanqueado nuevamente los negros y oscuridades de sus mitos. En una nueva vuelta de espiral, la burguesía en el poder (hoy monopolista u oligarquía financiera mundial), retrocede por el único lugar que tiene abierto para salir: es decir, por el camino del reconocimiento de la falsedad inherente al sostenimiento de sus privilegios.
Todo es una gran mentira nos dice: «Salariazo y revolución productiva» contra recesión y despidos; antes, «democracia con la cual se come, se educa, se cura..» contra hiperinflación y empobrecimiento abrupto del pueblo; «devolución de dólares a quienes ahorraron dólares» contra corralito y confiscación de los ahorros; «justicia social y respeto a los derechos humanos» contra se la llevan con pala, designación de represores en el gobierno, proyectos represivos y sostenimiento de las leyes de flexibilización laboral que hacen indigna la vida y profundizan las diferencias sociales; y el actual, «cambiemos para mejorar» contra tarifazos, baja de la masa salarial y otras delicias del capitalismo.
Y toda esta evidencia flagrante y pornográfica fue obligada por el movimiento sostenido de la lucha de la clase obrera y de las masas populares.
Reconocer, a través de los medios masivos, que los gobiernos del mundo, representados en este caso por el país que se autotitula «la democracia más grande del planeta», se sustentan en la mentira, queriendo vanalizar a la propia mentira pretendiendo convertirla en parte inseparable de la existencia «natural» de las instituciones del sistema, es un paso más dado por el capitalismo hacia el precipicio al que va a ser empujado por los obreros y pueblos creadores de toda la riqueza existente y, a la vez, única reserva del desarrollo de la vida humana en armonía con la naturaleza.