El gobierno apunta a la baja del salario y a lograr mayor productividad
Para esto, la clase dominante recurre a variados mecanismos que de una u otra manera aplica, a través de cada administración.
La clase obrera industrial y en general la gran masa de asalariados, actúa de diferentes formas ante éstos embates del gobierno. Se producen enfrentamientos por todas partes y como resultado de todo ello, la debilidad política de toda la clase burguesa hace que ante cada medida trastabillen. Dan un paso adelante, un paso atrás y por delante nada claro.
Durante más de seis meses, las elecciones en EEUU paralizaron el mundo a la espera de “la nada”. Ahora hay que “esperar” hasta el 23 de enero para saber si el discurso de Trump era electoralista o si en verdad la economía de EEUU se “cerrará” al mundo. La cuestión es que en nuestro país, todo pende de un hilo. Todo sirve de pretexto para ir inventando sobre la marcha.
Pero a no confundirnos y que ninguna “bomba” de humo nos confunda. La burguesía está abroquelada en un interés común: bajar el salario.
Ese objetivo está embarrado, nuestro pueblo no está dispuesto a tolerar nada que se aproxime a lo ya vivido. El momento actual es bronca, pocas pulgas, y muchas mechas encendidas. La burguesía lo sabe.
Pero de este lado de la barricada -el de la gran mayoría explotada y oprimida- nos frenan también problemas políticos. El reclamo de hoy viernes de la CGT y diversidad de organizaciones es producto de la presión social en todos los planos.
No es que no hay disposición a luchar, no es tampoco que la burguesía ha creado una expectativa política de cambio o solución a los problemas de nuestro pueblo. Por el contrario. Pero al ser insuficiente el conocimiento de nuestro pueblo sobre un proyecto revolucionario, de hecho se forma un muro virtual para cambiar la calidad de la actual situación.
Hablar de un proyecto revolucionario implica en primer término poner sobre la mesa las políticas independientes de la clase obrera. Por un lado, la burguesía con sus maltrechos partidos de su clase nos acosa todos los días con sus políticas y se pronuncia para resguardar sus intereses inmediatos y de largo alcance. La clase obrera y sus destacamentos políticos tenemos que hacer lo propio a cada momento, utilizando las más variadas formas de propaganda.
Por otra parte, la burguesía monopolista se sostiene hoy controlando el Estado que está a su servicio. Desde allí emanan todas las políticas de sometimiento a la gran mayoría.
La clase obrera y sus destacamentos políticos -mientras enfrentan la principal puja que ha impuesto la burguesía que es la baja del salario- debe levantar en ese enfrentamiento la mirada. A la vez, organizar las fuerzas políticas capaces de atacar el bastión de la burguesía que es el Estado monopolista, para reemplazarlo por un Estado revolucionario proletario y popular.
Se necesita recorrer un camino de unidad política de diferente cuño a todo lo hecho en nuestra propia historia de lucha de clases.
La unidad empieza por abajo y de lo más simple a lo más complejo. La unidad que se está empujando es la que corresponde fundamentalmente en cada establecimiento de trabajo, estudio, barrio o lugar donde esté el pueblo. En esa unidad, simultáneamente debe prepararse la unidad más cercana con otros establecimientos, barrios o casas de estudios. Esta unidad que se está tejiendo requiere respetar a rajatabla:
1. La democracia directa, basarla en un plan de lucha
2. Organizar las fuerzas que bajo ese plan elaborado golpee cualquier intento de la burguesía por imponer sus intereses.
Por abajo es mucho por hacer, hay destacamentos que hay que abocarlos a la propaganda de los planes de lucha, destacamentos que caminen las casas linderas, destacamentos que vayan preparando las fuerzas ante las embestidas, pero que perduren en el tiempo.
Inmediatamente hay que incorporar nuevas fuerzas a esas tareas políticas prácticas de nuestra revolución. Hay que cubrir decenas de miles de puestos de lucha en esa dirección. No hay tarea chica o tarea grande, hay tareas revolucionarias con mayúsculas.
Cada vez más, el involucrar por abajo a más y más pueblo, organizar y organizar las fuerzas que luchan, implica hacer conocer el proyecto revolucionario, ¿el para qué de cada acción?
Repetimos: ¡ganarse la confianza con políticas concretas! A la vez, organizar en todos los planos. Cada individuo de ésta sociedad tiene que tener un puesto de lucha bajo un plan que ataque los fundamentos del poder burgués o sea el Estado a su servicio.
Esta unidad del pueblo así concebida nada tiene que ver con una unidad de acuerdos por arriba, las fuerzas políticas del sistema democrático burgués están cuestionadas de pies a cabeza y las instituciones que las rodean corren con la misma suerte.
No es fácil de llevar a cabo este camino de unidad popular así planteado. Sin embargo, es el camino que se construye con cimientos fuertes, cuya solidez lo da la propia experiencia adquirida en tantas batallas.
Esa unidad los revolucionarios la estamos impulsando, a la vez que vamos incorporando en esta gesta a hombres y mujeres de nuestro pueblo, a ser parte del cambio que se está transitando.
La lucha, la organización y la elevación de la conciencia son partes de un todo. Irremediablemente, cuando una de ellas no se realiza o se deja “para un mejor momento” (que nunca vendrá) estamos flaqueando en concebir el plan de lucha como principal puntada para llegar al objetivo de la lucha por el poder.