Ya llegando el final del año, sólo fuegos de artificio esperaban ver gobierno y empresas. Pero, muy por el contrario, se vieron envueltos por las luces de lucha de nuestro pueblo. Decenas de conflictos en plantas industriales se desarrollaron esta última semana (Fate, Acindar, etc.) perjudicando la producción y la ganancia empresarial. Pero el conflicto de los trabajadores del CONICET en particular asestó un duro golpe político al gobierno, siendo uno de los pocos conflictos del año en trascender a escala nacional.
Al recorte de ingresos a la carrera CONICET (equivalente a la planta permanente) que dejaba casi 500 trabajadores en la calle, contradiciendo como siempre toda la campaña electoral tanto de Mauricio Macri –recordemos que dentro de sus “promesas” se encontraba la de elevar el dinero destinado a CyT de un 0,6 a un 1,5% del PBI- y el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao –supuesto defensor acérrimo del desarrollo científico en nuestro país- la respuesta de los investigadores fue contundente, comenzando con la toma pacífica del hall del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Poco a poco, y tras la falta de respuestas, la toma del edificio central comenzó a ganar en masividad y a extenderse al resto del país, llevando a la toma de varios centros de investigación del CONICET en distintos puntos del país, con un nivel de compromiso que los llevó, por ejemplo, a organizarse con sus familias para pasar la Nochebuena en plena toma.
El gobierno en un principio jugó al desgaste de los trabajadores, negándose a sentarse a negociar. Pero del otro lado, crecía exponencialmente la masividad, movilizando a centenas de investigadores inclusive por fuera de cualquier estructura sindical. Pero el conflicto adquirió total envergadura por la movilización general del pueblo en apoyo al mismo.
La bandera del CONICET se transformó en el eje movilizador de miles de dependencias laborales que se organizaron para expresar la solidaridad, para ir permanentemente en grupos a apoyar la toma del ministerio, para juntar comida, bebida o dinero para el fondo de huelga o para difundir y explicar la situación del conflicto.
Muchos de esos centros laborales como el INTI, el INTA, la CoNEA, o las universidades, se encuentran naturalmente ligados a la investigación científica, por lo que la ligazón con el CONICET resulta en alguna medida natural. Pero la movilización y el apoyo fue más allá de los estrechos límites sectoriales, y contó con la participación de docentes primarios y secundarios, trabajadores fabriles (sobre todo de aquellas ramas de la producción que utilizan una composición alta de mano de obra calificada) y la comunidad en general.
No existió momento en que no se escucharan los bocinazos de fondo de los autos y colectivos que pasaban frente a las distintas tomas, expresando su apoyo y aportando bebidas y alimentos.
Toda la sociedad estuvo pendiente de las propuestas del gobierno, trascendiendo los medios de comunicación masivos como la televisión o la radio, las propuestas realizadas por el gobierno, así como las resoluciones de las asambleas y los puntos de discusión neurálgicos, todo se sabía a través de los medios de comunicación populares.
Esa suma de fuerzas fue lo que hizo que trascienda el conflicto a nivel nacional, y que pase a ser la portada de los principales canales televisivos, quienes llegaron hasta a transmitir en vivo la masiva asamblea del día viernes. Esa suma de fuerzas fue la clase trabajadora golpeando como un solo puño políticamente al gobierno. La movilización que se llevó a cabo en muchos centros laborales pertenecientes o no al MinCyt, le marca la cancha al Estado de los monopolios.
Por eso pensamos que, independientemente del desenlace del conflicto, el estado de movilización que se dio en la sociedad en general, y en muchos centros laborales en particular; y la rápida respuesta de las organizaciones de los trabajadores (por regla general, autoconvocadas) son un triunfo político que le marca la cancha al sistema, y profundiza su crisis de gobernabilidad.