Ahora resulta que el gabinete de ministros compuesto por jefes de cartera y secretarios que fueron CEO’s exitosos de empresas monopolistas, comienza a desintegrarse ¡en el primer año de gestión del gobierno del señorito Macri!
A la salida de Isela Constantini de Aerolíneas Argentinas le siguió la abrupta salida de Prat Gay del ministerio de economía. El talento de los ejecutivos monopolistas se quema como un pucho en la gestión gubernamental…
La burguesía no termina de asimilar que no podrá nunca establecer una estrategia para la dominación y conducción de los destinos del país que no sea otra cosa que sostener, en medio de sus contradicciones y crisis política, su poder a como dé lugar. Su papel, es subsistir a la agonía del sistema capitalista. Hasta allí su función. No es lo mismo conducir un monopolio o grupo de monopolios en la guerra intermonopolista, en donde todo se mide desde el resultado de los negocios particulares, que conducir los destinos de un país, en nombre de toda una clase dominante, en donde se intenta disciplinar a la clase obrera y al pueblo laborioso para que acepte a pies juntilla la superexplotación y decrecimiento diario de las condiciones de vida.
Los dos brazos de la pinza que aprisionan al poder burgués se cierran cada vez más. Por un lado, la ferocidad de la competencia mundial interimperialista que no da margen más que para seguir bajando la masa salarial y apretar en la superexplotación para poder competir en el mercado mundial de los capitales sin demérito de ganancias. Por el otro, la empecinada lucha de clases del proletariado y el pueblo que no se deja disciplinar.
Los intentos de gobernabilidad fueron, todos, medidas económicas tomadas para bajar el déficit fiscal, controlar las variables incontrolables del sistema, reducir gastos sociales, tomar préstamos internacionales para contar con recursos que le permitan responder a las necesidades de sostener la tasa de ganancia, bajar los salarios, aumentar impuestos, intensificar las condiciones de superexplotación de la mano de obra, etc.
Pero la respuesta fue la sostenida lucha y presión de los trabajadores y pueblo en general que se pararon frente al avasallamiento. Entonces salieron los gobernadores y senadores a tratar de apagar los fuegos provinciales que se expandían nacionalmente solicitando gradualismo en las medidas. El gobierno se vio obligado a ceder para evitar el incendio y debilitar aún más su frente interno de clase.
Los bonos de fin de año se repitieron y pulularon en distintos lugares de trabajo mediante luchas y presiones que se intensificaron hacia este fin de año, sobresaliendo el que ganaron los aceiteros por valor de $ 21.000, los aumentos de tarifas debieron moderarse, fracasó la iniciativa gubernamental respecto del impuesto al salario que debió negociar con la «oposición» que terminó suavizando la medida. Además, el gobierno debió otorgar más fondos a algunas provincias claves, aumentando sin remedio el déficit fiscal… La frutilla del postre la puso la movilización popular generada por los trabajadores del CONICET haciendo retroceder las aspiraciones del gobierno de recortar gran cantidad de puestos de trabajo … Las movilizaciones populares exigiendo seguridad se coronaron anoche con al toma de la Comisaría de Flores en ciudad de Buenos Aires. En definitiva, muchas de las medidas imaginadas para bajar los «costos» del país, debieron ir para atrás.
Entre ambos brazos de la pinza que aprisiona al poder burgués, la lucha de clases es el fenómeno que marca la huella a seguir. La burguesía, por ello, está imposibilitada de dominar con una estrategia política consciente los destinos del sistema. Se ve obligada a responder a los avatares de la lucha de clases. Su sistema capitalista es inconsciente e irracional y no puede ser dirigido desde la política. He ahí una contradicción insalvable: la crisis política burguesa no puede resolverla con otra política que no sea aumentar la crisis.
Sin embargo, la burguesía monopolista podrá subsistir con sus hilachas y crisis internas hasta que el proletariado y el pueblo lo hagan caer empujándolo violentamente para hacerlo añicos.
Todo este escenario, implica redoblar el compromiso de instalar las ideas revolucionarias que permitan visualizar una salida a esta crisis terminal permanente. Ir tejiendo la materialización de una organización política nacional de masas capaz de oponerse a la fuerza de la burguesía instalada como clase en el poder.
No hay ninguna probabilidad que de la mano de algún sector burgués ya sea que se presente crudamente como monopolista como el actual gobierno o bajo la careta de populista o reformista y progresista de «izquierda» pueda resolver la crisis estructural del sistema mientras todos los medios de producción estén orientados al sostenimiento de la ganancia. Pues siempre estará presionado por los dos brazos de la pinza que actúan hoy: La reducción de costo para el sostenimiento de la cuota de ganancia y la lucha de clases intensificada por esa causa.
La única clase que, organizada en una fuerza política nacional, puede delinear un proyecto que conduzca a un desarrollo sostenido y dirigido por la acción política consciente de los seres humanos, desde el poder de un Estado revolucionario, es la clase obrera con los medios de producción en sus manos puestos al servicio de la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de las masas populares y con el concurso imprescindible de las mismas en la toma de decisiones y la ejecución de los proyectos de desarrollo.