En el sistema capitalista los negocios hay que llevarlos adelante, y nuestro gobierno sabe mucho del tema. Los ministros son, fueron o serán del riñón de las empresas multinacionales y ese mandato lo llevan en la “sangre” y en los “bolsillos”.
Esta administración va por lo que tiene que ir y su camino es el “ajuste”. El sistema capitalista vive del ajuste contra el pueblo; la clase dominante no descansa en achatar el salario y “adorna” con esa palabra mágica la esencia de su “existir”.
El sentido más amplio está dado porque el ajuste es un ajuste de cuentas contra el pueblo, aunque el mismo intente llevar la atención hacia una lucha contra la oposición parlamentaria.
Siempre nos venimos ajustando, pero estos “señoritos” pretenden llevar este tema hasta sus últimas consecuencias. Tuvieron un año de saldos y retazos, eligieron caminos escabrosos y se chocaron con la realidad. La salida de Prat-Gay es la entrada a un nuevo intento de ajuste, los negocios así lo exigen y esa mirada estará en cada paso que intenten realizar. No podemos subestimar esa situación.
Sin embargo, para llevar adelante tamañas afrentas contra el pueblo se necesitó cierto consenso de una parte importante de la población, que engañada o no, creyendo en un discurso democrático o en un discurso de “mano dura”, avalara un cambio de manos o de conductas políticas. Es aquí en donde aparece el problema al gobierno: ese consenso nunca fue un cheque en blanco y a horas de terminar el año, el mismo está por el piso.
Este caprichoso gobierno involucra a toda la burguesía que acuerda con el ajuste de por vida, pero para ello se necesita gobernabilidad, hacer política que centralice el poder de fuego de toda la clase.
Imaginemos a todos los burgueses sentados en una misma mesa buscando fórmulas para dominar al pueblo. Todos están de acuerdo con el objetivo, pero no hay dos que coincidan cómo hacerlo.
El problema, lo saben pero lo subestiman, está en el pueblo. El toma y daca, el golpe por golpe no se ha hecho esperar en todo el año y el próximo promete no decrecer. Ellos por lo suyo (los negocios); el pueblo, por su dignidad. El consenso que necesitan no está dado para lo que ellos quieren como objetivo y por abajo aún no podemos salir del golpe por golpe. Aún las fuerzas políticas son embrionarias para erigirse en una salida revolucionaria de carácter masivo.
Del lado de las mayorías afectadas por el siempre presente “ajuste” del sistema capitalista, a cada intentona de su aplicación el golpe por golpe tiene que dejar inmediata organización. En cada enfrentamiento deben sentarse nuevas bases de apoyo que permitan ampliar unitariamente los rechazos a políticas cada vez más reaccionarias, como reaccionario se vuelve un sistema cuando su único objetivo es preservar el freno de la sociedad para garantizar sus privilegios de clase.
Terminó el año abriéndose nuevos frentes de batalla. Empezará de la misma forma y se extenderá aún más, en ese despertar constante de nuevas fuerzas. El ajuste no pasará o -en todo caso- entrará por la ventana, debilitando aún más las fuerzas políticas de la gobernabilidad de toda la burguesía.
De lo que se trata es que todo este vendaval que se avecina sirva también para acelerar las organizaciones políticas de todo el pueblo, que permita erigirse en salida política revolucionaria en el plano nacional.