El próximo 1º de febrero, otra vez un tarifazo. De la mano de los monopolios y el gobierno de Macri, aumenta la luz. Demás esta decir que todo esto no hace más que repercutir en los precios de las demás cosas, aunque desde el poder traten de disimularlo. Abundan las mentiras sobre inversiones de 8.000 millones anunciadas el año pasado o de 40.000, en 5 años que, tarifazo tras tarifazo, acompañan de rebote cada aumentazo a modo de justificación de futuros aumentos. Ya nadie las cree.
De las multimillonarias ganancias producto de la recaudación no hay noticias y aunque las escondan bajo 7 llaves se sabe que es muy cuantiosa y producto del esfuerzo del pueblo.
Sí hay certeza clara que los cortes de luz se siguen produciendo continuamente, que no hay obras a la vista en los barrios, que la infraestructura es precaria y desde hace decenios está intacta, es decir, obsoleta.
Que los hospitales se quedan sin luz, que las estaciones terminales están sin luz, que las escuelas se quedan sin luz. Que las lamparitas están de adorno, que usar un ventilador es un privilegio y un aire acondicionado un lujo.
Bajo este régimen económico y político, la electricidad es una mercancía por sobre la vida humana, tiene más valor que las condiciones humanas de vida, y como tal mercancía está reñida con la dignidad de los trabajadores, pues no está a su servicio sino, al servicio del capital monopolista.
Ganancias exorbitantes para una minoría parasitaria por un lado y precariedad para la amplia mayoría de nuestro pueblo; estas son las condiciones de intercambio. Al pueblo trabajador le cuesta tediosas horas de su esfuerzo diario sostener las exorbitantes tarifas del servicio eléctrico, gas, agua, transporte, alimentos etc. Que, al fin y al cabo, se convierten en otro eslabón de una cadena de medidas políticas que atenazan su vida, al precio de esclavizarla para beneficio exclusivo de los monopolios.
Este intercambio entre las condiciones de vida y el ajuste, pone de manifiesto el carácter despótico y dictatorial de la burguesía monopolista, significan ni más mi menos que la profundización del régimen de explotación.
El ajuste es parte de la explotación de la clase obrera. Por ello no es sólo una medida económica, ni un simple aumento de precios -como nos quieren vender- en función de la mentira de mejorar el servicio.
Por ello no está ajeno a la acción de los trabajadores en la lucha por las conquistas salariales y laborales. Pues, por sobre todas las cosas, es una decisión política del poder en función del sometimiento, de exprimir al máximo la vida de los trabajadores y el pueblo, sujetándola a extremas condiciones de esclavitud asalariada y del sistema social montado sobre estas condiciones.
El ajuste no tiene el aval de nuestro pueblo y no lo debe tener. Menos aún cuando los Macri, los Aranguren y demás patanes del la clase burguesa, culpan a nuestro pueblo de ser los despilfarradores de la corriente eléctrica. Años llevan exprimiendo nuestros bolsillos a costa de empeorar nuestras condiciones de vida, años amasando fortunas inmensas, años escuchando sus mentiras, años de la barbarie capitalista que todo lo destruye.
Debemos desarrollar masivas movilizaciones y ganar las calles para enfrentar tantas atrocidades en nuestra contra. Desde las organizaciones de trabajadores en las fábricas, desde las organizaciones sociales y populares en los barrios, desde los establecimientos de enseñanza, desde los hospitales, desde las asociaciones de pequeños comerciantes, el poder de movilización de nuestro pueblo -que viene dando sobradas muestras de experiencia de lucha y de conquista- debe constituirnos en una fuerza que decididamente ponga freno a sus políticas. Desde la unidad más amplia y desde la amplitud de nuestro pueblo y sus acciones somos capaces de desarrollar frenar el ajuste.