Lourdes Ayelén Quevedo, una adolescente de escasos dieciséis años, murió por beber de la «jarra loca» en una previa a la ida al boliche en Venado Tuerto, Santa Fe.
Una piba que tenía nombre pero su nombre era como el de millones de pibes sin nombre que viven en nuestro país y que tienen al alcance la jarra loca, bebidas, drogas y otras mercancías como la del «éxito» a lograr a costa de cualquier cosa, que venden y promocionan los mercaderes de la muerte… Basta con ver las propagandas y diversos programas en la televisión.
Las discusiones en los medios masivos fueron acerca de cuáles bebidas y sustancias se meten en la «jarra loca». Si los padres acompañan o son ausentes. Si ponen o no límites a los jóvenes adolescentes.
Todo el tema giraba a partir de la crítica del papel de los padres o de la conducta de los jóvenes. En el tapete no se pone en discusión la situación agobiante de los jóvenes y de los padres.
¿Qué país tienen frente a sí los adolescentes? ¿Cuál es la perspectiva que tienen para desarrollarse como mejores seres humanos? ¿Qué alternativas tienen para disfrutar de la vida en directa relación con sus proyectos a futuro? ¿Qué ve un adolescente cuando mira a los señores y señoras que dirigen el país, la provincia, la municipalidad o las instituciones estatales? ¿Cómo se digiere que se ganen millones en una rueda de la bolsa al mismo tiempo en que mueren millones de hambre y necesidades básicas insatisfechas?
¿Cuáles son los «incentivos o emulaciones» que se les ofrecen por ser mejores personas? El mundo, y particularmente el tipo de sociedad existente en este país en el que intentan estudiar, trabajar o desarrollar una actividad útil, creativa, les cierra puertas, los agrede, los señala como culpables precoces, de quienes hay que cuidarse. La policía los hostiga y los provoca mientras les dan el mensaje que la institución está para protegerlos. El joven debe abrirse camino en una sociedad plagada de obstáculos, injusticias, frustraciones, y otras ofertas igualmente nocivas de la sociedad capitalista.
Ven que los que alcanzan el «éxito» lo hacen pisando cabezas o vendiéndose al mejor postor. La alta sociedad, la que domina las palancas de la economía, la política y las justicia, les muestra a hijos privilegiados que llegan a tomar contacto con esas herramientas que mañana manejarán sin haber hecho ningún esfuerzo, sin aportes al conjunto social, más bien absorbiendo recursos generados por otros, sólo por ser hijos de…. Son la imagen mejorada y aumentada de sus padres. El «éxito» es el dinero.
En la escuela, la formalidad de la enseñanza vacía, las reglamentaciones represivas y absurdas los rebela y les corroe la voluntad de estudiar. En el trabajo, la explotación y los chanchullos que a ojos vistas pasan por delante diariamente mientras les hablan de la cultura del trabajo y del esfuerzo que se debe hacer para que el país salga adelante, les desalienta la perspectiva de perfeccionarse en el manejo de la técnica y del trabajo.
Por otra parte, los medios intentan mostrar a los jóvenes por fuera de sus trabajos, sugieren que el joven «está en cualquiera». Se oculta que la fuerza productiva fundamental en nuestro país recae en las espaldas de una masa muy grande de trabajadores de corta edad. Son millones de explotados y oprimidos que no ocupan las primeras planas pero son quienes -en definitiva- tiran la historia para adelante.
El producto inútil que fabrican, inútil para las más elementales necesidades sociales irresueltas, está destinado sin embargo a incrementar la ganancia de los dueños de la empresa, muestra el mundo que están reproduciendo a pesar de su voluntad. Un mundo con una lógica ilógica para las aspiraciones más altas que albergan las mentes inquietas y corazones generosos de los jóvenes. Porque en ellos están las energías contenidas que quieren salir a borbotones, listas y arrolladoras para realizar la obra de moldear un futuro mejor.
Todos esos elementos, y muchos más, no estuvieron en la discusión sobre los factores que llevaron a esta hermosa muchacha Venadense, a beber la jarra loca como lo hacen miles de jóvenes que, en rápida respuesta, afirman que ingieren las bebidas alcohólicas en la previa porque en el boliche son muy caras. Jóvenes que, a pesar de las miserias del capitalismo intentan y logran dar lo mejor de sí para la vida.
En medio del cinismo y la hipocresía burguesas, el camino al control de las vidas y a poner límites a los jóvenes parece la opción más racional que puede ofrecer el sistema con su sentido común burgués porque, como se dice comúnmente, «algo hay que hacer».
Sin embargo, lo que necesitan los jóvenes es una explosión de libertad fundada en el conocimiento de las necesidades y el protagonismo creativo de los proyectos para transitar los caminos del desarrollo social e individual, tal como lo han hecho históricamente grandes mareas de juventudes movilizadas. El ser artífices de las transformaciones colectivas e individuales para una vida mejor.
La lucha, el protagonismo practicado en ella del brazo con sus pares, vecinos y padres, el placer y la satisfacción que se logra al conquistar, el desarrollo humano, la identidad y pertenencia social e individual que se alcanza en el emprendimiento común, son las prácticas que permiten a los jóvenes como parte del proletariado y las mayorías populares explotadas y oprimidas del sistema, ir conquistando pedazos de libertad hasta lograr alcanzar el cielo con las manos.