El Estado está. Está al servicio de los monopolios. El capitalismo, sumergido en una crisis estructural, lo único que le interesa son sus ganancias a costa de la explotación del pueblo trabajador y el saqueo de los recursos naturales. La institucionalidad del sistema está hecha pedazos y no da respuesta a nada de lo que necesitamos.
Así, venimos forjando un camino de experiencias de lucha y solidaridad, que nos llevan a sintetizar que ninguno de nuestros problemas será resuelto por los representantes de turno de los monopolios.
Todo esto se ha expresado crudamente en las recientes inundaciones. Las lluvias que se sucedieron dejaron a miles y miles de evacuados en las provincias de Chubut, Santa Cruz, La Pampa, San Luis, Catamarca, Tucumán y la zona norte y oeste de Buenos Aires. Además, hubo cortes de rutas y se suspendieron las clases. En Comodoro Rivadavia la situación es catastrófica. El intendente de Chubut les pidió a los vecinos que no salgan de sus casas…
Pero los gobernantes no sólo no hicieron nada para prevenir o resolver la grave situación que atravesó la gente y ponerse a la cabeza y a la altura de las circunstancias de los acontecimientos, sino que además mostraron su lado más inhumano y despreciable al sacarse los trapitos al sol, echándose culpa unos a los otros, tratando de evitar pagar el costo político. Que si las obras las debía hacer la provincia, la municipalidad, la nación, o el Papa…
En estos hechos –como en tantos otros- se puede ver claramente que el Estado al servicio de los monopolios coloca el dinero que nos roban a diario a través de los impuestos y de la explotación, para crear las estructuras necesarias para retroalimentar la succión de más y más capitales que realizan los grandes grupos económicos y no para resolver los problemas acuciantes que atraviesa el pueblo.
Gobiernan para la oligarquía financiera, poniendo a su servicio toda la superestructura política y social sin importar dejar un tendal de muertos ya sea por el hambre, la inseguridad, la explotación, la contaminación o como en este caso, por las inundaciones.
Sus argumentos siempre dejan al desnudo el grado de subestimación que le tienen al pueblo: que las lluvias fueron descomunales, que no eran las que se esperaban, que en pocas horas llovió lo que no llovía hace más de cien años, que la culpa es del “cambio climático”, que ahora tenemos un “clima tropical”, que los rescatistas y el personal de emergencia no dieron a basto…
¿Cómo puede ser que sigamos padeciendo esto porque llueve? ¿Qué explicación se puede dar ante semejante hecho de inhumanidad? Cabe una sola respuesta: la vida humana, está presa de negocios impúdicos, de la corrupción asesina, de la vergonzosa disputa entre los que gobiernan, a los que sólo les preocupa que no los salpiquen los muertos, menos aún en un año electoral.
Una vez más, el negocio manda por sobre las necesidades de los de a pie, de los que trabajamos y hemos perdido todo. Todos sabemos que existen los medios para evitar estos desastres y que el problema fundamental es la deforestación para el monocultivo de soja y también de otros productos agropecuarios (un bosque nativo tiene 10 veces más absorción que un campo cultivado con soja), a lo que se suman la falta de obras, la ausencia de radares y tecnología adecuada para la prevención climática, y todo este combo como producto de que la propiedad sobre la tierra o la explotación de la misma atiende a los intereses de los negocios y no a los intereses de toda la comunidad, al bienestar de la misma y al cuidado del medio ambiente de la nación. No está en sus «planes» mejorar la calidad de vida del hombre.
No reaccionan, no pueden ni saben reaccionar. Su norte está en otro lado, y cada vez es más evidente. No son tragedias. Son asesinatos y la consumación de un despojo.
Y el que se pone al frente a resolver, es el pueblo solidario, poniendo manos a la obra, resolviendo con unidad en la acción. Lo que demuestra que la cosa por abajo está muy caldeada y pone de manifiesto la separación que existe entre el pueblo y la burguesía.
Organizando tanto recursos humanos como materiales para hacérselo llegar a los damnificados, con una verdadera decisión política producto de la experiencia de años de lucha, y por el creciente nivel de conciencia política del pueblo, que en estos casos supo identificar el verdadero responsable (el Estado de los monopolios) y accionar colectivamente para hacerle frente a estos problemas.