La lucha entre los asalariados y los dueños de los medios de producción, entre el proletariado y la burguesía, va recorriendo caminos intrincados cuyos detalles no pueden preverse. Pero sí tienen una tendencia que va transitando el proceso y que puede vaticinarse porque el ser humano tiene necesidades materiales que debe satisfacer y cuando éstas se les niegan, lucha y avanza hacia la conquista de esas aspiraciones… Y eso es ley, tan material como la ley de gravedad.
El Estado al servicio de los monopolios, desde hace décadas viene aceitando muy bien todas las instituciones y legislaciones en contra de los intereses de los trabajadores a fin de someterlos a las peores condiciones de explotación. Por ello ha formado un triunvirato entre empresarios, Estado y sindicatos gerenciales con el que pretende frenar, desviar, engañar y hacer retroceder a los trabajadores en todo el territorio nacional.
Sin embargo, tanto las intenciones de mayor explotación como el famoso triunvirato que sirve a sus fines, tienen un límite ante la fuerza material y crudamente real de los trabajadores unidos en sus reclamos, rebelados ante tanta injusticia y dispuestos a hacer valer sus vidas, las de sus familias, y la dignidad de su clase. Las aceitadas herramientas del sistema ahora aparecen herrumbradas, desvencijadas y a punto de ser quebradas por la lucha del pueblo.
En una táctica que pretendió enfriar y dilatar el conflicto para ganar tiempo y ensayar una salida contra los trabajadores, el Estado, las patronales y el gremio de UTA decretaron y acordaron la conciliación obligatoria para el conflicto que llevan adelante los choferes del transporte urbano de pasajeros de Córdoba. Pero, en forma inmediata, los delegados en nombre de los choferes autoconvocados, es decir, por fuera del gremio, rechazaron la misma y permanecen en paro “hasta que se resuelva el salario”, según manifestaciones públicas de sus voceros.
Los trabajadores pretenden un aumento del 32,5% cuando el gremio aceptó un 21% a sus espaldas. La pradera está incendiándose en Córdoba, provincia emblemática en el proceso de lucha de clases y en el curso independiente que las masas transitaron ante las traiciones y jugarretas de gremios y gobiernos de turno en décadas pasadas. El fuego puede esparcirse nacionalmente y eso es muy beneficioso para el pueblo, pues el calor de la rebelión es componente necesario para el camino de la emancipación.
Ayer mismo, los choferes echados de la línea 60 en Buenos Aires, debieron ser incorporados en una abrupta marcha atrás dada por la empresa, el gremio y las autoridades estatales. Con esta medida intentaron aplacar la caldeada situación que ya les había planteado un problema político que supera las reivindicaciones salariales y de condiciones de trabajo y que van decididamente contra las intenciones de disciplinar a los trabajadores a fin de aplicar mayor productividad y bajar la masa salarial, condiciones supernecesarias para la continuidad de los negocios monopolistas.
Pero un grano de pus en su putrefacto sistema, les apareció en Córdoba abortando la intención de enfriamiento.
La rebelión de los choferes cordobeses les planta un nuevo y más complicado problema político a la burguesía y su gobierno de turno. Los trabajadores no sólo desconocen los mandatos de la conciliación obligatoria y la institución que sirve a la patronal para dominarlos, el sindicato de UTA, sino que además, dan pasos de gigante en la rebelión de las bases autoconvocadas que se va repitiendo en distintos conflictos como lo han hecho sectores de petroleros que se oponen a la baja de los convenios acordadas por el sindicato, las empresas y el gobierno.
La lucha de clases está al rojo vivo y con perspectivas de irradiar esa nueva temperatura a distintos puntos del país. Pero, como dijimos, se trata de un hecho objetivo, una ley que rige la relación entre el trabajo asalariado y el capital.
Ahora, es necesario organizar esa lucha de clases, darle un sentido emancipador y contribuir a su generalización impulsando una herramienta de unidad que crezca desde las bases, lo local y lo regional para erguirse sólidamente en el plano nacional albergando la unidad de toda la fuerza laboral y sectores populares a fin de que se cumplan las aspiraciones de lograr una vida digna.
Así como la burguesía enfrenta un problema político de envergadura del cual ya no puede salir ilesa, los trabajadores y sectores populares oprimidos por la política de este gobierno de turno, enfrentamos el reto político de construir ese camino. Uno y otro problema para sendas clases en disputa son debilidad propia y fortaleza en el oponente.
El proceso de la historia humana, con su tendencia superadora de lo viejo a favor de lo nuevo, las condiciones materiales de producción a manos de los trabajadores y las aspiraciones de las mayorías sufrientes que ven en estas rebeliones los ejemplos a seguir para lograr sus objetivos, son los elementos sobre los que nos apoyamos para confiar plenamente en que podemos avanzar derrotándolos e imponiendo, por prepotencia de lucha y acción, nuestra voluntad.