Alguna vez, la burguesía fue una clase que apuntó hacia el progreso de la sociedad. En ello iba su afianzamiento y sostenimiento como clase dominante. Esa etapa de la historia ha quedado sepultada producto del carácter explotador y opresor de la clase burguesa y, en la actualidad, la visión de futuro que alguna vez tuvieron ha sido reemplazada por una visión cortoplacista, en la que lo que manda es la necesidad del sostenimiento de su tasa de ganancia media, y paremos de contar. El costo de esa necesidad es “llevarse puesta” las necesidades y aspiraciones de las demás clases, a las que la burguesía dice estar en condiciones de encabezar.
De allí que la única propuesta “de futuro” que la burguesía monopolista presenta al resto de las clases es: Achiquémonos todo lo que podamos (menos los burgueses, por supuesto) y de esa forma se abrirá un campo fértil de posibilidades y realizaciones sociales. Este discurso viene siendo sostenido hace décadas y los resultados son que, año tras año, la burguesía es cada vez más rica a costa de arrojar a la pobreza material y espiritual a miles de millones de seres humanos en el planeta. Las propias estadísticas del sistema afirman lo que aquí decimos; la brecha y la desigualdad social en el planeta se ensancha cada día un poco más. Un puñado de multimillonarios que no llegan al centenar, concentran la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Sin palabras.
En nuestro país, la llegada al gobierno de una facción de la burguesía monopolista que, sin ningún tapujo, adhiere a estos discursos ha envalentonado a los defensores del sistema. Nos dicen: Al fin una burguesía seria y probada que nos sacará del atraso y la decadencia! Al fin ideas innovadoras para superar la crisis y ser un país serio!
Veamos qué tan serios e innovadores son en realidad.
En el último encuentro empresarial realizado en Mar del Plata (del que ya se ha hecho referencia en otros artículos de esta misma página) el titular de la empresa Mercado Libre, indicado como el ejemplo a seguir para todo aquel que sueñe con ser un empresario exitoso, deslizó una afirmación que pone en duda que su inteligencia a la hora de los negocios sea equivalente a la hora de hablar de proyectos para la sociedad. El citado, Marcos Galperin su nombre, afirmó que la pobreza en la Argentina se resuelve reformando las leyes laborales. En esa sola frase están resumidas varias definiciones. Que los pobres son culpa de los trabajadores que aun conservan derechos y conquistas; que para que los pobres salgan de la pobreza hay que precarizar y flexibilizar a los que laburan; que aun cuando hay más de la mitad de los que trabajan que ganan salarios de menos de 12.000 pesos (y son pobres), se necesita que prueben con un poco más de pobreza. En conclusión: un ataque clasista en toda la línea, como lo fue todo el encuentro de la alta burguesía argentina.
Porque si algo tuvo dicha kermese del capital fue que tanto los discursos de los empresarios como el de los funcionarios del gobierno que asistieron, coincidieron en los argumentos que plantean que los problemas del país se solucionan si los que trabajan dejan explotarse más y mejor en beneficio de la sociedad (léase, la burguesía).
Pedidos de reforma laboral y fiscal; llamados a la transparencia de los que son capaces de asociarse con el diablo y coimear a quien sea para conseguir negocios; catarsis pública, con la atenta supervisión de periodistas estrella a sueldo, sobre el papel de los empresarios. En definitiva, lo mismo de siempre pero con empaquetado nuevo. Para graficar, podríamos decir que la burguesía nos quiere vender el mismo paquete “de ideas” con la diferencia que antes venía envuelto en papel de diario y ahora lo envuelve en papel de regalo.
El país de la periñola en el que todos ponen, menos los burgueses.
Dice el cuento que el rey caminaba desnudo luciendo su traje invisible y que la corte, por no contradecirlo, elogiaba sus prendas. La burguesía monopolista así se muestra y, al contrario de los cortesanos modernos, la clase obrera debe ser la que grite que el rey está desnudo y debe preparar sus fuerzas para derribar a una clase en decadencia y decrépita.