A fines de enero del presente año el Ingenio San Isidro cerró sus puertas dejando en la calle a casi 800 obreros. Como una de las causas principales del cierre -dadas a conocer en un comunicado- sobresalen, “los elevados costos laborales y operativos que han generado un estado de desequilibrio financiero permanente». «En más de una ocasión la empresa propuso la reorganización del personal”, “no obstante, la intransigencia frente a cualquier intento de alcanzar acuerdos salariales razonables o cualquier principio de implementación de decisiones vinculadas a la reducción de costos (laborales), impidió el dialogo constructivo y la posibilidad de encontrar una solución a la situación de pérdidas económicas recurrentes del ingenio San Isidro”. Como si fuera poco, la empresa -con la connivencia del ministerio de trabajo y el sindicato- resolvieron que las indemnizaciones a pagar se reduzcan un 50%.
El Ingenio El Tabacal, con los despidos del 10% de su planta de 1700 obreros, que se suman a los ya realizados durante estos años, también aduce el mismo argumento. Los costos laborales, la crisis del sector, sumados a las políticas impositivas que no favorecen el desarrollo de sus planes. Los monopolios, de la mano del Tabacal y de San Isidro, buscan disciplinar al conjunto de los obreros azucareros en pos de sus planes de explotación. Los ataques a los trabajadores con la reducción de costos salariales y el aumento de la productividad, con reducción de la fuerza de trabajo también se hace extensiva a los demás ingenios.
Los argumentos sobre la crisis del sector que aducen para justificar sus políticas, chocan con los planes de expansión productiva que a nivel mundial implementan las corporaciones en la producción de azúcar y sus derivados.
En el marco de la inestabilidad global del capital monopolista se mueve todo el andamiaje de la concentración y la guerra por la apropiación de esta fuente de ganancias, que se lleva puestos a unos y fomenta la superexplotacion en otros. En este escenario de incertidumbre, el capital monopolista no ceja en arremeter contra los trabajadores, porque pese a la crisis, sus planes en nuestro país no solo aspiran a incrementar la producción un 30% para el 2020 sino también, extender las zonas de cultivo a otras regiones del noroeste argentino.
La subsistencia de las condiciones laborales y salariales que logren imponer a la clase obrera es pues su única preocupación, ya que impotentes de resolver la crisis que los hunde más y más, centran su saña en la única fuente de ganancias en la que se sostienen: la esclavitud asalariara. En última instancia, los negocios monopolistas del azúcar contienen los mismos condimentos de los negocios monopolistas. Son lo opuesto a una vida digna.
Pero lejos de entrever un camino despejado para sus planes, los monopolios y el gobierno a su servicio chocan contra la furia y la lucha de los trabajadores, que no se subordinan a estas nefastas políticas y avanzan con sus iniciativas y enfrentamientos, en un escalón de agudeza cada vez mayor y en el azúcar como en otros conflictos los choques son cada vez más cruentos.
Los trabajadores mineros de Rio Turbio con el masivo apoyo de su pueblo ya han expresado su grito de guerra, prestos con suma decisión a profundizar sus combates. Los trabajadores del Inti, avanzando con sus iniciativas de reincorporación van arrinconando al poder político que vacila, en cómo seguir, frente a este cuadro de lucha que les es difícil de sortear. Los trabajadores azucareros con paros y en estado asambleario y los del Tabacal en particular, en enfrentamientos masivos contra los despidos, enfrentaron la represión de ayer y propinan una paliza a las fuerzas policiales, que huyen despavoridas frente a la furia por las injusticias de las que son víctimas los obreros. Aunque disimulen y oculten todo ello, los choques que se están dando ocasionan daños a todo el espectro de la superestructura que no puede disimular ya un clima de tensiones muy agudo.
El denominador común en todo esto es la propia iniciativa de la clase obrera, que, desde su propia experiencia, la organización de base y la masividad, hace pesar su fuerza de clase en cada lucha.
Aun a pesar de las particularidades de cada enfrentamiento, de los mecanismos que utilizan los monopolios para implementar sus planes, todos y cada uno con sus diferentes problemáticas, desnudan una política común del poder y todos son frentes de tormenta que contribuyen a no dejarlos gobernar. Desde sus genuinas decisiones arremeten desde la masividad, contra el enemigo de clase, por ello pesan y les duele a los poderosos que desde esta impronta de acción se esté barriendo con lo establecido y perimido, con lo “políticamente correcto” y se muestre contrario al folclore del activismo oportunista tan propenso al mantenimiento del orden en defensa de sus mezquindades de pequeño burgués, tan alentadas por los monopolios.
Despejando la paja del trigo, esta tendencia se está abriendo camino aleccionando a la clase en su conjunto, invitando a la rebelión de las bases en un escalón superior de enfrentamiento de clase que en los próximos meses ira en ascenso. En este camino, el peso y la claridad de las ideas revolucionarias y la construcción de herramientas revolucionarias de masas es imprescindible y debe abrirse camino tan audazmente como los enfrentamientos que marcan el camino a seguir.
Sin quererlo, la burguesia monopolista en su desesperación por los negocios y la explotación, no puede evitar unificar los torrentes de lucha que emergen y desde su sentido insurreccional golpean el orden político de dominación.