El 12 de mayo del 2017 hubo un acuerdo estratégico entre EEUU y China. Por primera vez en la historia, EE.UU. podrá operar con sus servicios financieros en China.
Hace solo dos días y producto de lo mencionado, el nuevo gabinete chino nombró a Liu He como hombre fuerte de las reformas, formado en la universidad de Harvard. Será nada más y nada menos el vice primer ministro de la economía nacional.
Como si faltara, algo Yi Gang estará al frente del Banco Central, hombre también formado en Harvard y garante ante las transnacionales de las reformas abordadas.
Los acuerdos bilaterales entre éstas dos potencias imperialistas (y solo a modo de un ejemplo) no hacen más que transparentar la debilidad de los Estados nacionales ante las fuerzas “del mercado”, que derriban muros de contención políticos no adecuados a los procesos de concentración actual y concebidos después de la segunda guerra mundial.
A la vez, construyen nuevos centros de decisión política con nuevas entidades globalizadas que están por encima de las decisiones de los Estados. Nos referimos a tratados internacionales de carácter universal dominados por las transaccionales que cuentan ya con justicia propia, ejércitos privados de intervención e instituciones políticas capaces de ejecutar con la “ley en la mano” las políticas de sometimiento a más de 7 mil millones de almas.
El signo autoritario en ésta época histórica está determinado por la necesidad de quemar fuerzas productivas humanas. Las guerras son un medio y fueron utilizadas como en las dos guerras mundiales del siglo pasado. Hoy se repite la historia, varios centros calientes de guerras que llevan años, pero a diferencia del pasado, el sistema capitalista recurre al aniquilamiento de poblaciones produciendo emigraciones masivas ante la necesidad de apropiarse de recursos naturales, arroja a la muerte a millones… Pasa esto en África pero también en nuestro propio país, cuando familias enteras se ven obligadas a emigrar a las grandes ciudades y pasan a engrosar las filas de los “descartados”.
Hambrunas, enfermedades, explotación hasta la muerte de niños, inundaciones, terremotos sin políticas de prevención a las sociedades en extremo peligro, utilización de recursos naturales que atacan a pueblos con fertilizantes de alto riesgo para la vida humana, etc.
Este es el carácter de la burguesía monopolista, que domina en el sistema capitalista.
Sin embargo y en ésta misma época histórica –contradictoriamente- los pueblos del mundo aspiran a más libertades políticas, se establecen las calles como principal forma de lucha ante los atropellos, las búsquedas a expresiones políticas antagónicas al sistema, no solo se van fortaleciendo y estructurando de una y mil maneras sino que desde el 2007-2008 se ha transformado en el principal baluarte de freno al atropello universal de las transaccionales y de sus Estados a disposición.
Las crisis políticas de los de arriba se ha agudizado, esos sectores ultra concentrados necesitarían centralización política, pero como dijimos anteriormente los tratados internacionales dominados por los monopolios no pueden ocultar sus guerras intestinas que los lleva a divisiones insalvables y cada vez más profundas.
Cuando EEUU y China acordaron la intervención financiera del primero en territorio del segundo, habla a las claras de lo complejo que se presenta el entramado de intereses multinacionales en un marco en donde la caída de la cuota de ganancia del sistema capitalista aprieta el zapato de lo más rancio y concentrado del capital.
Nuestro país no escapa a ésta realidad y este gobierno no hace más que tratar de adecuar nuestro país a este nuevo contexto en donde las leyes que antes primaban bajo el sello de la democracia representativa, ahora lo determinante es dar paso a los tratados internacionales que dirimen los conflictos con nuevas instituciones políticas por fuera de los Estados nacionales.