El sector de la oligarquía financiera que tiene las riendas del gobierno macrista no puede tomar todas las medidas que quisiera. Esto ocurre –justamente- por los niveles de confrontación que brotan desde abajo frente a cada paso que ellos dan.
No pueden devaluar todo lo que quisieran porque el conflicto social y político con el pueblo es cada vez más grave. Frente a ello, la burguesía monopolista ha decidido un camino por recorrer: elevar la productividad con más superexplotación, que no es otra cosa que planchar los salarios.
Entre otras medidas relacionadas con despidos y empeoramiento de las condiciones de trabajo, esto es lo que viene ocurriendo hace meses, con el agravamiento en lo político que esto implica: continuar presionando sobre la espalda de la clase obrera, tensando más aún la cuerda de la lucha de clases.
Ellos tratarán de sostener como sea los salarios achatados, pero la corriente que viene desde abajo va totalmente en sentido contrario. En ese plano, la lucha de clases se encamina a un cuello de botella, en una espiral ascendente de agudización con características muy marcadas.
En el medio de este vendaval signado por una profunda crisis política, TODA la burguesía monopolista no ahorra esfuerzos en batallar sobre los aspectos ideológicos. Uno de ellos –podríamos decir que el principal- es la defensa del orden institucional, el corsé que necesitan imponerle a la lucha de clases y que no pueden.
Su objetivo –como siempre- es mantener bajo siete llaves cualquier idea que plantee el concepto de Revolución, de la lucha por el poder. Es evidente que ha desaparecido la “oposición” en nuestro país y las viejas alternancias populistas lejos están de recomponerse y ser “opción” para ellos. La burguesía se ha constituido en un solo partido, que es el partido del capital, y que expresa los intereses de los monopolios. Su problema hoy es que aparece agarrada a “la tabla de salvación” de una sola estructura, que en realidad está deshilachada. Por eso decimos que no tienen otra que enfrentar la lucha de clases, lo que realza la necesidad de que el proletariado fortalezca sus organizaciones independientes.
Entre ellos y nosotros no hay nada.
Los trabajadores no necesitamos de “gestores” para la resolución de nuestro problemas (papel que tanto agrada al reformismo tan en boga dentro del sistema); lo que la clase obrera necesita es asumir un protagonismo directo en el combate político, en la construcción de las herramientas políticas para el proceso revolucionario.
Los pasos indispensables que debemos dar para el desarrollo sostenido de un movimiento revolucionario constituyen el eje de acción política en que nos debemos centrar en este momento.
A pesar de las dificultades y hasta los problemas, la magnitud y el peso que comienzan a tener las ideas revolucionarias cada vez que temas políticos estratégicos llegan a la vanguardia de los trabajadores y al pueblo movilizado, son incalculables, y por ende, son el combustible que alimenta hoy la lucha revolucionaria.
El objetivo de unidad que impulsamos es mucho más que “la unidad en la lucha”, ese es un piso que ya tenemos como pueblo. Lo que estamos planteando es la sociedad que queremos de acá en adelante, con un objetivo estratégico que es la Revolución.
Es este el salto en calidad que los revolucionarios tenemos que plantear a partir de ahora, desde el termómetro de todas las experiencias, partiendo de las luchas que ya se están dando y de las experiencias ya realizadas.
El potencial es enorme. Encontrar los caminos más directos para construir ese movimiento revolucionario, con la dirección política del proletariado, hará material el cambio que reclama este momento histórico.