En las primeras horas de este frío martes 26 de junio se sintetiza una jornada más que nos golpea, una realidad de la vida cotidiana que pretende hacer pesar ciertos grafitis extendidos en distintos puntos del país que reza: “acostumbrados al dolor”.
Nadie se acostumbra a tal cosa, quizás quienes no sienten dolor pueden expresar ese pensamiento, pero una sociedad no se acostumbra a la indignidad.
Ese dolor muchas veces no se expresa, no porque no exista sino porque hay otro dicho popular que dice: “la procesión va por dentro”.
Cae la bolsa en nuestro país casi un 5%, la devaluación pesa a la hora de pasar por las góndolas, la desocupación y la inestabilidad se dan la mano para seguir extorsionando al pueblo laborioso, la guerra comercial en el planeta se ha desatado, miles de emigrantes mueren en el intento de escapar de genocidios… Mientras tanto, las instituciones políticas, económicas y sociales creadas desde los Estados se descomponen y se encuentran cada más debilitadas para dar respuestas estructurales al padecimiento de las mayorías.
¿Acostumbrarnos al dolor? Ninguna sociedad humana se suicidó, por el contrario, los saltos fueron para adelante, las fuerzas del progreso, las clases encargadas de elevar la calidad de la vida más temprano que tarde supieron encontrar los caminos para liberar las fuerzas humanas que generaran nuevas riquezas.
La burguesía como clase en general y la burguesía monopolista en particular ya hace muchas décadas que es incapaz de liberar fuerzas productivas. Por el contrario, son sus instituciones las encargadas de frenar la historia de la humanidad y para lograrlo con cierto éxito, necesitarían enormes fuerzas políticas bien concentradas, capaces de revertir una tendencia histórica que presiona para desbordar los diques de contención que a lo largo de los siglos fue creando esa clase dominante.
En nuestro país, la burguesía monopolista a través de los sucesivos gobiernos, intentó frenar la historia, con el “garrote” o con el engaño, con el “neo liberalismo” o con el “populismo”, pero esta clase se chocó de una u otra manera con las clases explotadas y oprimidas, que nos les permitió aferrarse a un terreno en los marcos de una paz de “cementerios”.
Abrir las puertas al FMI no es una cuestión esencialmente económica. Abrir las puertas a esa institución de carácter universal es un nuevo intento de centralización política y de intervención directa del capital más concentrado, que vaya negando el viejo papel del Estado nacional de carácter burgués a una nueva centralización en la puja intermonopolista desatada en el mundo.
El FMI representa una facción de la oligarquía. No es ya la única institución económica. Sin ir más lejos, la Unión Europea (UE) está tratando con un FMI manejado independientemente de otras instituciones económicas del mundo. Así sucede en Asia con China y su incidencia en otras partes del planeta. Miles de tratados internacionales, sean ellos bilaterales o multilaterales invaden las jurisdicciones “nacionales”, los Estados están sujetos a alianzas estratégicas basadas en la injerencia directa de los monopolios, que muchos de ellos tienen un PBI mayor que los llamados Estados imperialistas. Ni que hablar de países mal llamados “emergentes” como el nuestro o de aquellos que se “caen” del mapa por su marginación estructural.
No hay paz ni habrá paz en la lucha intermonopolista. La llegada del FMI a nuestro país, por el contrario desatará fuertes contradicciones políticas en la disputa internacional por subordinar a los distintos sectores del poder burgués.
Los pueblos del mundo intuyen el desbarajuste existente y amplían sus exigencias políticas y sociales, presionan para parir nuevas situaciones, y es en ese derrotero en donde se exacerban los enfrentamientos clasistas.
Las viejas instituciones nacidas en la posguerra, están perimidas, pero se resisten a morir. En todo caso, intentan adaptarse a la disputa sin “horizonte” que es el sistema capitalista de hoy.
El FMI entra en nuestro país por una puerta de la que nunca se había ido, ha asimilado que es una fuerza más de la disputa por el reparto, está muy lejos de ser lo que fue, tan lejos como del sueño Americano para los Americanos. Es una institución que tiene como misión histórica en nuestro país adecuar las instituciones del Estado, y ese es un tema político. En ese nuevo contexto de disputa internacional, su talón de Aquiles es nuestro pueblo y no se equivocan al contemplarlo.