«Cuando un león joven le gana al león macho lo primero que hace es matar a toda la cría, y en las empresas eso pasa». Así se expresó en una “clase magistral” el nuevo presidente de Aerolíneas Argentinas, Luis Malvido, cuando era directivo de Telefónica.
Hacemos referencia a esta frase no porque interese el personaje particularmente, sino porque éste y su definición expresan el carácter reaccionario, retrógrado e inhumano de la clase burguesa en su conjunto.
El discurso con el que la clase dominante maquilla su esencia explotadora llenándose la boca con palabras como democracia, humanismo, respeto, igualdad, es una seguidilla de frases huecas y mentirosas; a la hora de garantizar sus ganancias (su razón de ser, en definitiva), el ser humano es una mercancía más que el burgués utiliza para seguir acumulando y concentrando riquezas.
Esta frase que transcribimos fue dicha como ejemplo de cómo actúa un directivo de una empresa con sus pares. Ni que hablar cuando ese directivo toma decisiones respecto del obrero que produce. Allí ese instinto depredador reflejado en la frase aumenta en relación directa a la necesidad de explotar y oprimir al ser humano que trabaja.
El burgués no tiene compasión alguna con sus pares de clase y mucho menos la tiene con su enemigo de clase. Porque estamos hablando de la misma clase social, más allá de los nombres y apellidos) que fue capaz de instalar el fascismo en nuestro país. Todo en función de sostener su dominación de clase.
Lo que vale para las empresas también vale para la política. La burguesía aplica en política el mismo odio de clase que aplica en sus negocios y empresas. Los mismos discursos, las mismas mentiras, que hablan del bien general para disfrazar políticas que apuntan a su exclusivo beneficio.
En una empresa nos dicen que si hay trabajo y nos esforzamos, los beneficios serán para el conjunto. En el país, que si hoy hacemos sacrificios mañana veremos los frutos. Tanto en uno como en otro ámbito, las penurias son cada vez más para las mayorías laboriosas y los beneficios cada vez más para una clase parasitaria e inhumana.
Hay que decirlo con todas las letras: sí existe el odio de clase. Es el odio que la clase capitalista tiene contra la clase proletaria y que genera la contrapartida del odio de clase del proletario contra el capitalista, contra su explotación, su opresión, su falsa moral, su hipocresía, su esencia reaccionaria.
A la burguesía no hay que creerle ni el saludo. No hay que confiar ni un milímetro porque, hasta cuando se ve obligada a ceder, ya está pensando en cómo contraatacar para ir por su revancha. El rostro humanista y democrático que la burguesía exhibe se vuelve en mueca de desprecio y brutalidad cuando ve amenazada su dominación. Aun con la “ley en la mano” son capaces de las peores atrocidades.
La lucha de clases y la acción organizada de las masas son el condicionante fundamental para repeler la reacción de la clase dominante y sus políticas; y en ese camino, tenemos plena confianza en nuestra clase obrera y nuestro pueblo para luchar codo a codo por la derrota de la burguesía, destruir sus instituciones y emprender el verdadero camino liberador de los pueblos: el socialismo.