La masiva movilización por aborto legal, seguro y gratuito, y todas las expresiones en torno a la misma nos vienen dejado muchas enseñanzas, las que venimos tratando de reflejar en esta misma página en los artículos precedentes. Uno de los aspectos sobre el que se hizo hincapié es respecto a «la defensa de la vida», que esos hipócritas «representantes de la nada» dicen defender. Veamos.
Desde que nacemos, las instituciones del Estado capitalista se encargan de educarnos bajo el condicionamiento de la falsa idea de que “aquí todo será siempre igual y nada va a cambiar”. El objetivo, que de por sí se cae de maduro, es el de someternos ideológicamente a las amarras de la resignación, para que todo siga como si tuviera un curso “normal”, con la explotación y degradación de los seres humanos en este sistema.
Los niveles de concentración de riqueza alcanzados por el capitalismo sumergen cada vez con más profundidad al deterioro de la vida de millones y millones de hombres y mujeres en el mundo. La vida no tiene significado para la ambición de la oligarquía financiera.
Las innumerables muertes en salvajes invasiones militares contra poblaciones civiles; el sometimiento a la marginalidad y la pobreza; las interminables muertes por accidentes de trabajo por pésimas condiciones de seguridad; las muertes por falta de acceso económico a una medicina efectiva; la condena de por vida a la mala alimentación; la gravísima contaminación de la tierra, el agua y el aire que provoca gravísimos cambios de ambientación; y así podríamos seguir anunciando desgracias y más desgracias; muertes y más muertes. Todas por una misma razón: el sostenimiento del capitalismo.
Hoy en nuestro país, la oligarquía financiera, quien posee el control absoluto del Estado, representa a un puñado de personas sometiendo a más de 40 millones a la decadencia de la humanidad que representa el capitalismo.
Este sector de clase pone en funcionamiento la maquinaria del Estado, para que todo lo producido, distribuido y comercializado desde nuestro país, sea parte, eslabón, de una cadena «global» capitalista, donde el objetivo no es el beneficio de los que generamos todo eso, sino la ganancia de unos pocos: bancos, grandes industrias y empresas monopolistas.
Desde que nacemos nos machacan con que sólo debemos acostumbrarnos a vivir en este mundo de injusticias y que nada se puede cambiar, que todo ya está establecido tal cual es.
¿Y la «vida»? Bien, gracias… eso lo estaríamos dejando para otro momento…
Para desgracia de la clase dominante -que se esfuerza por someternos a ese mar de resignación- la historia de la humanidad está cambiando a favor de los pueblos. Y en nuestro país la lucha está tomando cada vez más protagonismo frente a las injusticias y atrocidades del capitalismo, en donde el vigor de un movimiento de masas en alza va desnudando la complicidad de toda la institucionalidad burguesa y la trampa de la democracia «representativa».
La profunda crisis estructural de este sistema nos está empujando a una gran decadencia. Por eso, su destrucción deja de ser una frase en sí misma para ser una necesidad urgente.
El ejercicio de la autoconvocatoria, la masividad y la organización de las masas sin la tutela de las instituciones del sistema, tiene como esencia, la toma de decisiones y el protagonismo del pueblo movilizado. Éstas son las bases materiales para la destrucción del podrido Estado capitalista y la construcción de un nuevo Estado socialista, donde el ejercicio de poder por parte de la clase obrera y el pueblo se vaya profundizando al calor de las luchas.
De una u otra forma, más o menos intuitivamente, eso se va ejercitando desde el poder de la movilización. Donde la lucha por las conquistas por fuera de los marcos de las instituciones del sistema, comienza a ser la principal vía de salida para resolver los problemas que nos urgen. Es allí donde la transformación social comienza a darse de hecho.
La posibilidad del cambio a partir del potencial en las propias fuerzas y el rompimiento con muchos prejuicios ideológicos impuestos en la sociedad capitalista, comienzan a pesar en esta etapa. Significa también que desde la movilización del pueblo, más o menos consientes aún, se van construyendo esas nuevas instituciones, propias del movimiento de masas, para la construcción de lo nuevo. Y allí se abren nuevas perspectivas de futuro.