La actual coyuntura política, económica y social que vivimos y padecemos millones de argentinos, profundiza en una vuelta de tuerca todos los males que nos aquejan, para que cada vez unos pocos se apropien de todo lo que genera nuestro pueblo con su esfuerzo y sacrificio, esfuerzo que cada día es mayor.
Donde lo único que conocemos es una vida infeliz como comunidad, bajo la era de un sistema de vida capitalista que ya se encuentra en su etapa terminal, y que gobierno tras gobierno, nos vuelve a confirmar y reconfirmar, que lejos de aportarnos soluciones el capitalismo, lo único que podemos esperar es una profundización y deterioro aún mayor de hambre, superexplotación y miseria. A eso estamos condenados mientras se sostenga este sistema de vida.
Solamente por citar un ejemplo que lo sintetiza todo, basta con decir que según las propias estadísticas del sistema (INDEC en el 2017), el 10 % más rico de la Argentina se quedó con el 31,5 % del ingreso nacional, mientras el 10 % más pobre sólo recibió el 1,7 %. Donde el 0,4% del país se reparten el 61% de los activos argentinos. Pero hay más y peor aún: 106 “familias” en nuestro país poseen fortunas que superan los 100 millones de dólares, sumando activos por 28.450 millones de dólares, donde el 80 % están en el exterior. Y esto hablando sólo de los activos (dinero e inversiones) donde no se está contemplando ni mansiones, edificios, campos o fábricas, etc. Todo esto según un estudio de la revista Forbes, que utilizó los datos del INDEC.
Pero para darle el marco que corresponde, es decir, a nivel planetario, el dato más “ilustrativo” que señala una consultora considerada la más fiable (CREDIT SUISSE), señala que el 1% de la población mundial alcanzó la mitad del valor total de activos, es decir ese 1% de la población mundial posee tanto dinero liquido o invertido como el 99% restante de la población. La misma consultora agrega una conclusión que «para que puedan los ricos sostener sus fortunas, el resto de la población mundial deberá hacerse más pobre y los ricos más ricos”… Es decir, los niveles de concentración económica son una carrera loca, donde la economía en el capitalismo no puede frenar su proceso de concentración de riqueza en cada vez menos manos.
Pero estos datos vienen a cuento de algunas versiones “progresistas” nacionales y otras yerbas que, para justificar estas democracias representativas y su participación en ellas, se plantean un retorno y una viabilidad al capitalismo de Estado o como les gusta llamarlo “socialismo nacional”, como en Venezuela, por ejemplo. Como si fuera posible un camino -en última instancia- a ciertas reformas dentro de la etapa imperialista del capitalismo, destino final de un sistema social de vida que lo único que tiene para ofrecerle a la humanidad lo indican muy bien las estadísticas.
Es como pretender volver para atrás la historia… ¿Idealismo? No, de ninguna manera, eso se llama engaño, justificando las promesas con lenguajes revolucionaritas; un populismo que lo que realmente trata es de confundir la necesidad de la revolución para que esta nunca se realice, o como mecanismo para tratar de retardar la revolución.
Pues la revolución socialista que no es palabrerío, es aquella entre otros múltiples factores y cambios, que rompe con las ya viejas relaciones de producción capitalistas de la obtención de la ganancia como epicentro de la vida humana a través de la explotación del trabajo ajeno.
Y ahí se terminan todos los discursos. Porque lo primero que debe tocar una revolución socialista en nuestro país, es la expropiación y eliminación de los monopolios, y con ello, el Estado burgués. Y matar -así como diría el CHE- la superestructura jurídica y política del capitalismo. Que, como indican hasta sus estadísticas, es lo único que tiene para ofrecernos la clase dominante.