Ante la noticia del llamado a indagatoria al padre y al hermano del presidente, los “periodistas” que hicieron de su profesión la rutina de explicar y justificar al gobierno macrista rápidamente corrieron a exponer la “independencia de la justicia”; el “cambio cultural”, que intentan sea una idea fuerza del gobierno, más propia de gurúes de autoayuda que de dirigentes políticos que se precien. Sin embargo, la disfracen como la disfracen, para la gran mayoría de la población lo que queda como saldo es todos son iguales. Nadie puede lanzar piedra alguna a riesgo que le vuelvan cascotes de mayor envergadura.
La decisión del juez Bonadío puede leerse de diversas formas. Hasta se podría afirmar que llamar al padre del presidente, cuando es público que sufre una enfermedad que le impediría declarar, es un acto de humillación. Pero esos son detalles. Lo que expresa este juez (así como días antes expresó la decisión de dos fiscales de procesar a Rocca de Techint y Eurnekian de Aeropuertos Argentina 2000) es que la llamada justicia independiente también es un terreno de disputas entre las distintas facciones de la burguesía monopolista. Y que en esas disputas se están dirimiendo intereses económicos y políticos de la clase dominante en la Argentina, íntimamente ligada a lo que es esa misma disputa en el terreno internacional.
Para analizar estos hechos debemos aferrarnos a la concepción clasista de la justicia; de lo contrario, nos perderíamos en la infinitas internas del poder monopolista sin llegar a resultado alguno.
Bonadío, Stornelli, Lorenzetti, Rosenkratz, los camaristas de la Casación, las distintas facciones del PJ, Carrió, el gobierno nacional (todos y cada uno) mueven sus fichas de un tablero mayor, en la que grandes jugadores de la oligarquía financiera internacional los utilizan. El Poder Judicial, uno de los pilares del Estado burgués, no puede quedar al margen del manejo de los capitales monopolistas. Cuando decimos que una de las características singulares del capitalismo monopolista de Estado es que esos capitales y los monopolios que los representan se adueñan de todos los resortes del poder estatal la justicia no es la excepción y nunca podría serlo, dado que es un poder permanente en el que sus funcionarios vitalicios están íntimamente ligados a los sectores de la política y de la economía que gobiernan el país. Y en una época en la que los capitales se han trasnacionalizado los factores de poder que juegan en esa disputa son entonces trasnacionales.
Las decisiones judiciales están intrínsecamente relacionadas con la competencia interburguesa en la que se dirimen negocios, áreas de influencia, parcelas de poder y todo aquello que permita que los distintos capitales monopolistas ganen espacio y peso específico mayores para desplazar a otros capitales competidores.
El fangoso terreno en el que se desarrollan estos hechos ratifica ante los ojos de la población que la justicia, los políticos, los empresarios, los funcionarios de todo rango, tiran para el lado del interés particular que defienden. Y que ese interés hoy puede estar con unos y mañana con los de enfrente. En definitiva, lo que pasa en la justicia es parte de la crisis política profunda que atraviesa al poder burgués.
Por eso vale advertirles a los propagandistas del gobierno y del sistema que lo que hoy se presenta como ejemplo para la sociedad, en realidad lo que está produciendo es seguir alimentando el desprestigio y el rechazo masivo a todas esas componendas. Y se sigue macerando odio contra todas esas peleas de palacio que, sin lugar a dudas, serán parte esencial de las causas por las que el pueblo un día haga sentir el hartazgo y el cansancio con las instituciones podridas de una clase igual de podrida y descompuesta.