En cientos de barrios de Buenos Aires y en innumerables localidades del conurbano bonaerense, al igual que en diversos lugares del país, los cacerolazos se hacen sentir, donde pequeños grupos de vecinos en algunos, miles en otros, como luciérnagas en la noche, todos los viernes a las 20 horas salimos a hacernos escuchar.
Este fenómeno, aunque se exprese disperso y un tanto espontáneo en algunas experiencias, y que haya sido impulsado en un comienzo vaya a saber por quién en el inicio, hoy alumbra con luz propia por su persistencia y entusiasmo. Donde pasa a ser eje central el ejercicio de la democracia directa de amplios sectores de nuestro pueblo, que muestran su descontento ante el atropello de las políticas de estos gobiernos fantoches de los monopolios, siendo el reclamo en contra de los tarifazos un pretexto que encierra en sí un repudio a todas las políticas del gobierno y lo asfixiante que se ha tornado la situación. Así no se puede seguir más, lo sintetiza todo.
Pero estos fenómenos también encierran condimentos que hay que valorarlos seriamente en el actual proceso de la lucha de clases, a los ya mencionados, que son la expresión de unidad con que se llevan a cabo, más allá que algunos tengan expectativas en la vuelta de Cristina vía electoral, pero de ninguna manera están dispuestos a esperar hasta octubre. Donde incluso en la experiencia de ganar las calles, tal ejercicio va convenciendo que la protesta es el camino correcto. También están los que ya no tienen expectativas ni confianza en los políticos burgueses y sienten en estas acciones, consientes algunos e intuitivos otros, que se le está golpeando y produciendo daño a la gobernabilidad.
Pero aquí lo fundamental es que los cacerolazos, ruidazos o como les quieran poner, son auténticos enclaves de agitación en las calles por doquier, que vienen ejerciendo las masas, donde contagian a los transeúntes, los vehículos hacen sonar sus bocinas y todo le da un condimento que erosiona al gobierno y ya es una realidad que comienza a condicionar a los aspirantes al trono.
Probablemente muchos se preguntarán si esto sirve de algo o no, y si es la solución… En realidad todo depende del interés de clase y el proyecto político que represente y por lo tanto, la mirada que se tenga de estos fenómenos políticos. Pues, los que están parados desde una óptica electoralista no sólo no participan sino que lo ningunean. De hecho, la izquierda no participa so pretexto que es una movida del Kirchnerismo… pero en realidad pasa que como no pueden participar con sus banderitas y no pueden juntar votos “¿para qué sirve’”… O embuidos de un discurso revolucionarista, terminan subestimando la experiencia que viene ejerciendo el pueblo. Tampoco es que los aparatos del Justicialismo o el Kirchnerismo están aportando algo en tales acciones. Muy por el contrario, que el pueblo este en la calle también es un condicionante para la futura gobernabilidad, y si no, preguntémosle a los sindicalistas de su palo, mucha marchita, mucha marchita, pero de lanzar una huelga en serio para tirar para atrás estas políticas nada de nada, solo justificaciones y amenazas para que no pase nada. Eso está a la vista de todos.
Pero si lo vemos parados desde los intereses históricos de la clase obrera y un proyecto estratégico de una revolución que se está gestando, desde el concepto de la toma del poder con todo el protagonismo de las masas, desde el plano insurreccional, toda es muy valioso lo que están protagonizando los cacerolazos. Porque por un lado, erosionan el poder de la burguesía en el plano político, debilitándola cada día en sus mentiras y poder mediático, generando ánimo y entusiasmo a la clase obrera, y por el otro, se va ganando en experiencia, lo que -irremediablemente- empuja a mayor organización popular.
El proverbio que reza “no hay peor lucha que la que no se hace”, hoy pasa a tener un valor extraordinario. Donde el pueblo -todos los viernes- tiene una cita con su dignidad.
En un momento donde lejos está el poder de ofrecer soluciones a los males que nos aquejan. Muy por el contrario, entre su avaricia y necesidad de obtener más ganancia, todo indica que más padecimientos le van a traer al pueblo laborioso si este no gana las calles y generaliza la protesta.