El consejo del salario mínimo vital y móvil se reunió el viernes, las cámaras empresariales, el gobierno y la CGT. Ni la escasa movilización del aparato sindical y otras expresiones presentes, ni la expectativa electoral creada en cierta prensa, ni las devaluaciones, ni la pérdida del poder adquisitivo del salario sirvieron para evitar el rechazo rotundo a la propuesta de aumento $ 31.900.
Aun a sabiendas que los monopolios y su gobierno no iban aceptar esa cifra y teniendo en cuenta el marco electoral que se desenvuelve en este escenario de aguda crisis, de la mano de la CGT se presentó dicha propuesta salarial, en un intento de no quedar pegados al despojo salarial de los monopolios y sus empleados que gobiernan. Despojo al que estos popes sindicales han contribuido, con la firma de convenios salariales paritarios a la baja y a la reforma laboral de hecho, tesoros tan ansiados por el capital que se imponen a los trabajadores.
El promedio salarial de nuestro país, que hoy no supera los $ 25.000 y que además producto de esta crisis se reduce aún más, en proporción a las devaluaciones y la inflación en danza, queda dibujado de hecho en los miserables $16.875 que rubricó el consejo del salario. O sea que, producto de todo este despojo, más numerosa es la cantidad de trabajadores que ven reducidos sus salarios a los niveles irrisorios del Mínimo Vital y Móvil. Y con más agudeza aún, los que quedan lejos de alcanzar esa cifra por percibir salarios menores, en definitiva, muy pero muy lejos de la casta básica.
«La propuesta empresarial de ($16.785) no generó satisfacción” afirmó Héctor Daer después de salir del cónclave.“Las centrales obreras reclamaron un mínimo idéntico al valor de la canasta básica (hoy de 31.900 pesos). Tiene una lógica muy clara recomponer el básico, que es el ingreso inicial de todos los argentinos” razonó. “Tanto las cámaras como el gobierno señalaron la imposibilidad de acceder a eso” para concluir -después de justificar el rechazo hipócrita a esta decisión- que no había que tomar medidas de fuerza y que “Ahora hay que pedirle al Ejecutivo que gobierne y que trate de no hacer sufrir a los sectores más vulnerables”.
Las sinverguenzadas más funestas vienen de toda esta lacra que vive como el mismísimo poder monopolista a costa del trabajo ajeno, a costa del hundimiento más desbocado de los salarios y de las condiciones de vida de millones, que detentan una acumulación de riquezas a costa de traiciones y entregas que difícilmente tengan paralelismo con expresiones sindicales de otros países.
Esta ruin dirigencia parasitaria al extremo, que se presenta como oposición al macrismo y al mismo tiempo tan propensa a la reforma laboral y la explotación mas desmedida de la clase obrera, es la que también contribuye abiertamente a la gobernabilidad de los monopolios y de sus representantes en el gobierno de turno.
Pedirles que hagan un paro, como hace la izquierda, es hacerle el juego a la burguesía, es no comprender el juego siniestro en el que este sindicalismo está embretado en función de los intereses del capital monopolista. Es no comprender que son tan burgueses como la burguesía misma.
Las amplias masas obreras que viven en carne propia el oprobio y el desencanto de toda esta institucionalidad que las burocracias sindicales representan y que hoy en plena crisis muestran su cinismo más desmedido, deben construir sus propias organizaciones de lucha y avanzar desde la independencia política en la lucha por sus intereses de clase.
Es decir, trasformar su numerosa fuerza en cada fábrica, en cada parque industrial, en cada lugar de trabajo en una fuerza mayoritaria de clase para enfrentar todas y cada una de las políticas del sistema que estas burocracias.
No hay que esperar a octubre para ello -como sostiene Daer y toda la caterva de secuaces que lo secundan-. Enfrentar como clase las políticas de toda esta superestructura desde el ejercicio asambleario, desde la democracia directa es comenzar a construir un camino de conquista para sí. Es construir un camino revolucionario.