Nuestro partido viene caracterizando que, en lo que respecta al campo de la clase obrera y el pueblo, estamos atravesando un proceso de resistencia. Con ello queremos significar que el movimiento de masas en general no muestra un alza sostenido en la confrontación con la burguesía monopolista; tan cierto como eso es que hablar de resistencia no significa hablar de falta de movilización y lucha. Más precisamente lo que se analiza es que las acciones de masas existen pero las mismas se dan en un marco de enfrentamiento a los efectos que los golpes de las políticas del enemigo de clase provocan en la sociedad.
Esta situación puede durar más o menos en el tiempo. Pero está muy lejos de significar que el movimiento de masas mayoritariamente exprese una derrota.
Derrota es cuando las masas creen, confían, tienen expectativas, dan consenso a las políticas de la burguesía. Y eso no es lo que pasa en nuestra sociedad.
Más allá que estemos resistiendo, el sentir profundo de las masas es el de una incertidumbre sobre el futuro inmediato y mediato. Esa misma incertidumbre expresa que no existe una confianza generalizada en lo que va a venir. Mucho menos en lo que está.
Como lo hemos dicho, las masas golpearon con el voto las políticas de la facción burguesa que gobierna hace casi cuatro años. Allí la burguesía tuvo un éxito relativo dado que consiguió que el descontento, que no se expresaba en la movilización, se canalizara a través del voto, de su institucionalidad. Pero lejos de ser una solución, el mazazo electoral significó una mayor crisis política por arriba dado que tanto el oficialismo perdidoso como la oposición ganadora debieron comenzar a mostrar con hechos concretos que lo único sagrado para ellos es mantener la gobernabilidad y que la situación no se salga de cauce.
Las medidas del gobierno para “aliviar” la situación económica tomadas inmediatamente después de las PASO fueron presentadas como iniciativa para recuperar terreno electoral, cuando en realidad fueron medidas que se tomaron de apuro para descomprimir una situación que se había tornado peligrosa luego de la furibunda devaluación sufrida por el pueblo por aquellos días de agosto.
Por el lado de la oposición, el candidato que afirmaba que él no podía resolver nada todavía terminó pidiendo calma, hasta el extremo de tener que salir a pedir públicamente que no es conveniente estar en las calles. Y eso, en algunos lugares, no cayó bien incluso en sectores que votaron a ese candidato.
Entonces cabe preguntarse: si la situación fuera de derrota de las masas, de que se puede atravesar el período electoral sin sobresaltos… ¿por qué tanto llamado a la prudencia de unos y otros?. La respuesta es que la burguesía monopolista se preocupa de lo que pasa en la calle, lo que pasa por el abajo, cuando no está segura de poder manejar una situación que saben muy delicada.
El mejor ejemplo lo da por estos días la situación en Chubut. Allí la lucha no deja de profundizarse y pone en un brete al gobierno nacional y al gobierno provincial, que es aliado de la oposición. Ninguno recoge el guante de esa papa que quema. Allí nadie se atreve a decir que los que están en las calles deben volver a sus casas.
Todo lo expuesto no significa que estemos augurando día, hora y lugar de un alza de masas generalizado. Significa que la resistencia que atravesamos, la aparente calma que incluso la burguesía trata de exponer, no está asentada en una convicción en las masas sobre las políticas que vendrán.
Más bien al contrario: las políticas que vienen deberán tener muy en cuenta que las mayorías populares no esperarán mucho tiempo para ver mejorías en la situación. Por lo tanto, la resistencia puede seguir creciendo y extendiéndose, y hasta puede pasar a nuevos niveles de enfrentamiento.
Este análisis quedaría incompleto si no incluyéramos el papel que los revolucionarios debemos jugar en etapas como ésta. Ese papel creemos tiene hoy dos aristas fundamentales.
Una es la de profundizar en el seno de las masas populares, y en particular en la clase obrera, las tareas ideológicas indispensables para que los trabajadores asuman un papel activo y consciente en la lucha política contra la burguesía. Ello implica apuntar a que el movimiento profundice en los hechos la ruptura y el rechazo que existe con las estructuras que la burguesía utiliza para encorsetar la acción independiente y así impedir la intervención política de la clase con sus propias organizaciones, sus propios dirigentes naturales y su propio proyecto político.
La otra es que, aún en la resistencia, sigamos bien de cerca, bien pegados a la realidad concreta, la evolución del estado de ánimo y la disposición al enfrentamiento. Y allí donde se den las condiciones, por chicos o mínimos que parezcan, participar junto al pueblo en los reclamos y reivindicaciones que están a la orden del día. Es decir, acompañar el ritmo del movimiento de masas pero no con una actitud contemplativa sino llevando adelante todas las posiciones políticas independientes que sean necesarias para que las mismas comiencen a tallar cada vez con más vigor en el proceso de la lucha de clases.