En la democracia burguesa, la alternancia de gobiernos de uno u otro color y el conjunto de pronunciaciones respecto a la producción, las finanzas y los llamados rumbos económicos, junto a su verborragia -como sello indeleble- acompaña a cada una de las fuerzas políticas que gobiernan, (liberales, progresistas, constitucionalistas, reformistas, populistas, centroizquierdistas, etc.). Las mismas aparecen con folclore y estética propias, reguladas por un marketing que a todo llama modelo. Modelo de país, modelo de gobierno, modelo económico, modelo industrialista, modelo desarrollista y (por qué no decirlo) modelos sindicales, etc. Todo el armazón político de alternancias entre distintos tipos de gobiernos y formas instituciones también es un modelo.
El sustento ideológico de la dominación del capital monopolista -es decir, el engaño-, se apoya en que dichas alternancias son la base de la democracia burguesa. Vale decir que el concepto de modelo que tan buenos servicios ha dado al sistema capitalista, no implica que, con los cambios de gobierno, cambie el poder monopolista que domina todas las esferas de la producción, el comercio y la distribución.
Por el contrario, con el concurso de los sucesivos gobiernos -con toda la estética armada por su propaganda para aparecer como “otro modelo”-, la concentración de las ganancias, de los recursos, de los medios de producción, tienen un lugar preponderante y principalmente el sostenimiento del régimen de explotación asalariada. Como así también el sistema inflacionario, los ajustes y demás políticas que viabilizan el despojo y precipitan más pobreza sobre los pueblos.
Sin embargo, el escenario de alza de luchas de los pueblos con sus demandas, con sus cuestionamientos a las políticas burguesas, con sus persistentes y enconadas luchas, con sus formidables movilizaciones y alzamientos que se generalizan y se contagian recorriendo el mundo con un clamor de dignidad, ponen en tela de juicio lo que hasta aquí parecía terreno firme para la dominación de los monopolios y por consecuencia para su ideología.
En este escenario los “modelos” que han servido de sustento al sistema capitalista van perdiendo toda su flexibilidad ideológica, porque el contenido de la lucha de clases los desborda al quedar expuestos y desnudar con sus frontales luchas, que en realidad no son expresiones de democracia y representatividad de los pueblos y sus necesidades sino, de los intereses del capital monopolista.
Este hecho que recorre el mundo precipita lo nuevo porque se apoya en el masivo protagonismo de los pueblos, en la organización de las bases, en el ejercicio asambleario, en formas de democracia directa, superadoras de la institucionalidad burguesa y que buscan romper las cadenas del sometimiento capitalista.
Los ejemplos de las formidables luchas de los pueblos del medio oriente, como Irak, el Líbano (en donde se precipitó la caída del gobierno) como las de nuestro continente con las experiencias del pueblo de Chile, Ecuador, Haití, ahora sumándose Bolivia, destacan un duro enfrentamiento a la gobernabilidad y al “modelo” instaurado en cada uno de esos países.
Esta es la preocupación central de la burguesía monopolista y sus apologistas (sean del color que sean e independientemente del “modelo” que expresen), porque integrado a este gran torrente también está presente el quiebre ideológico de los pueblos frente a la dominación del capital.
No es casual que, a la luz de esta precipitación de luchas en el mundo, nuevamente conceptos como “modelo”, “anomalía social”, “falta de representatividad”, “desarticulación social”… que a la par de desvirtuar todo el contenido de la lucha busquen nuevos “modelos” dentro de los cánones establecidos por el mundo capitalista.
Es decir, no salen de sus anacronismos. No es casual que los ideólogos de la burguesía llenen las editoriales de los medios, tratando de encontrar explicación para un devenir mucho más incierto que en el que deambula la superestructura, producto de la crisis permanente y estructural.
Porque no es lo mismo la crisis política y de gobernabilidad en un escenario de aparente calma -aun a pesar de la crisis estructural- donde la burguesía desata todos sus engaños y busca neutralizar toda la lucha, (como se da en nuestro país), que en un escenario de confrontación abierta y masiva que contiene formas superadoras de resolución política a sus necesidades y que incide de forma directa y creciente en la lucha de clases en el mundo. En esta realidad, la concreción de negocios globalizados, las reformas laborales y la chatura salarial, la reformas tributarias y fiscales y toda la parafernalia electoral y política están seriamente condicionadas haciendo más compleja la gobernabilidad afectando inclusive sus perspectivas.
El “modelo” mexicano, o los demás “modelos” de gobernabilidad podrán servirles de ejemplos. Pero, de ahí a querer sostener un sistema de gobernabilidad basado en más de lo mismo, hay un abismo.
Ningún “modelo” político y económico de gobierno en el mundo capitalista puede ser ejemplo de resolución de los condicionamientos a los que la burguesía se ve sometida por la lucha de clases en cada país. Aunque los ejemplos dados pueden parecer escasos, es indudable que la crisis mundial no deja lugar a dudas que tiene su epicentro en la gobernabilidad y en el sistema político y económico en que se sustenta, por verse sometida a las avanzadas de la lucha de clases como las actuales. He ahí una gran debilidad.
Sin embargo y pese a todos estos condicionantes, el choque de las dos locomotoras está en pleno desarrollo y por lo tanto no está definido un desenlace. Sí es cierto que la burguesía navegará sobre sus premisas históricas -el engaño y la represión- con o sin “modelo” y desde su más pura incertidumbre. Pero es más claro aún que la lucha de clases se desenvuelve sobre bases insurreccionales y formas de lucha superadoras que la burguesía no puede contener.
Todo este torrente abre las puertas para avanzar con más profundidad con las ideas revolucionarias y con la acción en el seno de la clase obrera y el pueblo. Porque no se trata únicamente de la debilidad de la burguesía en el plano mundial, sino de construir el torrente revolucionario que barra con el poder dominante y su sistema en el terreno fértil de nuestro país. Nada abona más el camino para ello que las ejemplares luchas de los pueblos del mundo.