Son varios los frentes abiertos y los que están por abrirse y en todos ellos se entremezclan una diversidad de intereses contradictorios difíciles de dimensionar.
Los monopolios no tienen alianzas estables ni estratégicas, se mueven una y otra vez por intereses. Las amenazas de guerra entre Irán y EEUU están muy ligadas a los acuerdos logrados entre Ucrania-Rusia-Alemania (Nord Estrean 2) que el primero de enero pusieron en marcha el gasoducto que abastece esa región a través del mar Báltico.
Por esas mismas horas China y Rusia eran las invitadas de honor de Irán en ejercicios navales en la zona del actual conflicto, el golfo Pérsico y como si fuera poco el Parlamento turco aprobaba la idea de intervenir en Libia apoyando a una ciudad capital como Trípoli asediada por Jalifa Hafter en una alianza de hecho entre los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Rusia, Francia, Egipto entre otros. Todos van por las reservas de gas que podría proveer el 10% del mismo a Europa.
Cabe destacar que una fuerza paramilitar rusa juega un papel preponderante: el grupo Wagner con el cual se ejerce una presión militar de nuevo tipo, paraestatal. Interviene también como “aliada” de la propia Turquía en el cerco criminal al pueblo Kurdo.
El gran negocio de la guerra, el control geopolítico por parte de los monopolios asentados en el planeta para garantizar los recursos estratégicos muestran una vez más hasta qué punto el sistema capitalista y su clase dominante son capaces de llevarnos a los límites de una conflagración mundial de impredecibles consecuencias.
Esta es una guerra intermonopolista en la época del imperialismo en donde los monopolios se han apoderado de los Estados.
De ninguna manera es una guerra revolucionaria porque en ella los contendientes no son las clases enfrentadas, es decir burguesía- proletariado.
En el conflicto presente hay intereses burgueses en pugna y en ese ir y venir intentan arrastrar a los pueblos del mundo por definiciones para uno u otro bando en disputa.
Los monopolios asentados en los Estados y en sus respectivos gobiernos disputan palmo a palmo intereses económicos. Así, empresas instaladas en cualquier parte del mundo en el mismo instante y según sus negocios están en trincheras opuestas. Hablamos que este estado de guerra intermonopolista en la época imperialista es producto de la anarquía del propio sistema capitalista.
“El imperialismo es la época del capital financiero y los monopolios, que engendran en todas partes aspiraciones de dominio, no de libertad. Independientemente del sistema político, el resultado de estas tendencias en todas partes es la reacción y la intensificación de antagonismos en este ámbito”. Lénin.
La actual caracterización de guerra intermonopolista es así de cruda pero ella está atravesada como pocas veces en la historia del capitalismo por un resurgimiento a nivel planetario de una lucha de clases ascendente, en donde la clase obrera mundial ya ha puesto un pie en el escenario de disputa clasista.
Manifestaciones y huelgas de masas que estremecieron el mundo en 2019: México, Puerto Rico, Ecuador, Colombia, Chile, Francia, España, Argelia, Reino Unido, Líbano, Irak, Irán, Sudán, Kenia, Sudáfrica, India y Hong Kong. Estados Unidos con los obreros de GM y el actual conflicto minero en Arizona. Experiencias como las del pueblo Egipcio, la clase obrera automotriz en China, Rusia y un denominador común que recorre la conciencia de la humanidad: la lucha por una vida digna.
El oportunismo de todo pelaje niega la lucha de clases y profundiza la idea de apoyar a uno u otro contendiente del sistema capitalista, cuando el mismo tiende a más concentración política. Es decir: tiende al fascismo y a degradar su propia “democracia” burguesa.
Un momento de la historia en donde -contradictoriamente- se extiende en el abajo la tendencia a mayor democracia por fuera de todas las instituciones del poder burgués. Y en esa oleada mundial de la humanidad optar por el “mal menor” es lo reaccionario y conservador en épocas del imperialismo en su fase de capitalismo monopolista de Estado.
La injusta guerra intermonopolista que recorre el mundo solo podrá detenerse en la medida que el proletariado y los pueblos sufrientes sigamos empujando la historia hacia adelante, transformando estas guerras injustas en verdaderos enfrentamientos de clases.