En la actual coyuntura histórica donde se acaba de producir un crac económico mundial, con la aparición simultánea de una pandemia también de carácter planetario y utilizando tal pretexto, la burguesía crea su manto y leyenda buscando montar vanamente “la justificación perfecta” para intentar agarrarse de un fenómeno del que ellos mismos y el sistema que sustentan (el capitalismo) son responsables. Con la sistemática e injusta agresión (en función de la ganancia para unos pocos) a la naturaleza, incluida fundamentalmente la especie humana.
Así lo hizo siempre a través de guerras y mentiras, de explotación indiscriminada de los recursos y sometimiento del ser humano. Pero la gota ha rebalsado el vaso. La actual crisis ha llegado a un punto tal que lleva irremediablemente a que hoy las clases dominantes, políticamente, por más disfraz que se coloquen (como aquel el rey que se paseaba pensando que estaba vestido), hoy caminan desnudas ante la vista de los pueblos del mundo más expuestos que nunca. Porque la crisis económica que ya se venía manifestando hoy se expresa en toda su crudeza, con una agudización extrema de su debilidad en el plano político que le produce la lucha de clases.
En este panorama mundial, nuestro país particularmente, se constituye en la excepcionalidad y la regla al mismo tiempo. Endeudado hasta las orejas, con una inflación galopante como no hay en el mundo salvo dos o tres países que están en las mismas condiciones, siendo un país exportador de alimentos, hoy ya estamos en una hambruna en el medio de la cuarentena que ni de cerca tiene en cuenta los padecimientos de millones de compatriotas. Con salarios recortados producto de la carrera de precios que no cesa y millones de asalariados precarizados que superan los 4 millones (ya de antes de la pandemia con salarios de hambre) que no cobran porque no trabajan, al igual que 6 millones de cuentapropistas pobres, y ni hablar de los sectores marginados de todo ingreso regular.
Hasta nos da pudor hablar en estas páginas de una verdad tan cruel como real. El hambre lo padecen hoy millones de argentinos, mientras los políticos y comunicólogos del sistema se llenan la boca haciendo hincapié en que la pandemia “es como una guerra”.
Y como estamos en “guerra” salen a ofrecer un dinero que tarda horrores en llegar y que no cubre ni las más mínimas necesidades para sobrevivir. Esto ocurre mientras en el país tenemos una vaca o novillo y un poco más por habitante. ¿De qué “guerra” hablan? ¿Qué decir de los millones de toneladas de granos que están saliendo a la exportación desde los puertos argentinos?
Sepan gobernantes y políticos de todo pelaje, que el hambre mata, el hambre duele, el no tener qué comer pone la cabeza en signo de pregunta. Tengan mucho cuidado señores, porque donde lo que sobra falta, ahí sí es probable que estemos en guerra. Y ahí la cosa es otra cosa.
Porque estamos en una guerra de clases. Donde a pesar de la ausencia de una alternativa revolucionaria tomada por las más amplias mayorías obreras y populares, la burguesía montada sobre esta pandemia ha hecho una conjura contra los trabajadores, generando una escalada de precios, achatando los salarios aquellos que lo tienen y preparando el terreno para profundizar la explotación y engordar sus ganancias.
Buscan el pretexto para que ni bien esto pase, porque va a pasar, tirarnos el argumento de lo costoso que le salió a los argentinos este flagelo. Mentiras y más mentiras, porque la plata está, porque el PBI del que tanto hablan sólo lo genera la acción del trabajo que ejercemos millones de obreros con nuestra fuerza de trabajo, y que unos pocos acumularon en tantos años de producción a costa del trabajo y sacrificio ajeno.
Es hora de rebelarse compatriotas. Hoy la rebelión y la movilización pasa por varios planos, empezando por la solidaridad, organizándonos por nuestros más justos reclamos con los compañeros de trabajo o en el barrio, impulsando por ejemplo la recolección de alimentos para los más necesitados y que no tienen nada de nada.
Y allí, forjando esa unidad local que vaya preparando las condiciones y la capacidad de auténticos levantamientos, exigiendo a los gobiernos comunales, verdaderos señores feudales que administran la pobreza a cambio de votos, para que resuelvan. Y si no, hacer tronar el escarmiento. La única salida y lenguaje que entienden los políticos burgueses y sus patrones (los monopolios) es el enfrentamiento, cuando el pueblo recupere las calles.
En estos momentos tan difíciles, reafirmamos que ningún virus ni nada puede apartarnos ni un milímetro de los objetivos estratégicos de la construcción del poder revolucionario a partir de los grandes centros productivos, donde se concentra la clase obrera en general y particularmente la clase obrera industrial. Pero eso trasciende hoy más que nunca a los establecimientos. No nos veamos los trabajadores desde lo sindical corporativo, sino como clase trabajadora en unidad con otras fábricas cercanas, escuelas, trabajadores de los hospitales y clínicas, pequeños comerciantes, cuentapropistas, estudiantes… Porque vivimos bajo el sufrimiento de este sistema injusto y así no queremos vivir más.
De ninguna manera estamos solos. Están millones de habitantes en el mundo que van a ir por lo que les corresponde. Hagamos como nuestros hermanos chilenos, pongamos de cabeza la gobernabilidad de la burguesía, eso es lo que se viene en el mundo y eso es lo que nos tocara hacer a los argentinos. Que el desastre de la pandemia lo paguen ellos, porque con ese pretexto querrán hacernos querer saldar la crisis capitalista a los pueblos del mundo.