La frase que Cristina Fernández de Kirchner lanzó recientemente y que ya había utilizado: “La patria es el otro” nos deja varias reflexiones para hacer. Lo que dice ese concepto, desde su hipócrita perspectiva, es que “resulta imposible edificar una democracia (o una patria democrática) sin una ética de la alteridad que haga del Otro lo presente en mí, completándome”. Bellísimo discurso, plagado de mentiras, cuando se lo contrasta con la realidad.
La realidad: Guernica, como la otrora localidad vasca que en la guerra civil española fue arrasada por los nazis que practicaban para su futura guerra, ayudando al fascista español Franco, ahora -una parte de la misma- fue arrasada por 4 mil policías con motos, helicópteros, topadoras… no dejaron nada.
Ese “otro” (más de 10 mil personas que se habían instalado en esas tierras) que estaban viviendo ahí fueron estigmatizados por el poder como “delincuentes y usurpadores”. Lo único que pretende este “otro”, es un lugar donde vivir.
Y ahí es donde salen todos los burgueses a saltar en defensa de la Constitución y de la “propiedad privada”. Los mismos que dicen defender esa Constitución ni hablan del artículo 14 bis donde se determinan los derechos a un trabajo, a la salud, a la vivienda.
El Estado (mecanismo de dominación de una clase sobre las otras) sale a “resolver” un supuesto derecho de propiedad privada por sobre otros derechos, como el de la vivienda en este caso.
¿Qué paso con este “otro”? ¿No “me completa”? La ética de la alteridad… ¿qué?
Lo que plantea el fiscal Condomí Alcorta, lo mismo que el juez de Cañuelas, transforman a las víctimas de esta crisis social en victimarios, como si estuvieran ahí porque les gusta y no porque tienen una necesidad. O sea que el “otro” deja de ser un “otro” y es un enemigo, ya no es parte de “la patria” que tanto declama la expresidenta.
Aparecen todos los prejuicios frente a un problema del que no se hacen cargo. Desde el punto de vista de la legalidad burguesa aparecen esgrimiendo unos derechos sobre otros lo que es toda una aberración, pero es coherente con su lógica: el CAPITAL, sobre el “ser humano”.
Ahora, lo que ocultan estos defensores del derecho de la propiedad privada contra la usurpación es que su propiedad privada original tiene la raíz de la usurpación. En nuestra “patria”, la primera propiedad fue robada o usurpada por la fuerza a los habitantes de esas tierras, a “los aborígenes o hermanos originarios o los verdaderos dueños de la tierra”, no importa cómo le digamos. Lo que sí es cierto es que no tienen ningún derecho fáctico, derecho real.
En este caso -nuevamente en el desalojo de Guernica- lo más importante es el negocio inmobiliario, especulativo, para armar un condominio, por sobre la necesidad de un espacio, un terreno para armar su vivienda.
Aquí el “otro” fue el que tiene el capital, el que tiene la plata. El resto no son “otros” en este sistema. Donde el capital está sobre las personas.
Hoy en Guernica se visibiliza que millones de argentinos, millones de personas que habitan nuestro suelo, viven en condiciones paupérrimas, calamitosas, miserables. La organización, la lucha son las únicas que podrán ir resolviendo este terrible problema.