¿Sindicatos sí o sindicatos no?

El problema de la afiliación sindical es muy recurrente en las conversaciones de los trabajadores en general. De un lado, el sentido común de ver cómo tanta mafia, tanto burócrata aparateando asambleas o cercenando los más elementales derechos políticos de los trabajadores; de un lado el hombre de a pie que ve en todo el sindicalismo algo ajeno, una caterva de delincuentes o personalistas autoritarios en el mejor de los casos. Del otro lado, el discurso del activismo, tanto de izquierda como del progresismo, que repite religiosamente la frase “los sindicatos son herramientas de los trabajadores, hay que recuperarlos”. Y sin más, el trabajador “consciente” debe afiliarse y luchar por su “recuperación”.

En el medio, la vida misma. Los ajustes salariales, la flexibilización laboral y la represión política en el trabajo continúan. Pero no, el trabajador “consciente” debe callar y organizarse para “recuperar el sindicato”. La culpa de todas las injusticias cotidianas la tiene, desde ya, la burocracia. En ese juego, los propios trabajadores se replantean la misma pregunta ¿sindicatos sí o sindicatos no? ¿Y si nos organizamos de manera independiente?

Y es que la respuesta no es, como sí piensa la izquierda hegemónica, unilateral. No podemos contestar “sí” o “no” de manera tajante, sin tener en cuenta las circunstancias vivas del momento y el lugar que se trate. Contestar “sindicatos sí” o “sindicatos no” sería dogmatismo; una visión puramente esquemática.

Los sindicatos surgen como organizaciones de los trabajadores no reguladas por el Estado. En Argentina aparecen primero como mutuales[1] (asociaciones de ayuda mutua para el socorro de trabajadores ante incendios, velatorios, enfermedades, etc.) y rápidamente se transformaron en organizaciones para la lucha.[2] En un contexto de ascenso de la lucha de clases a nivel mundial, y frente al peligro de la organización independiente de la clase para el proyecto burgués, el poder armó un “corralito” institucional que les permitiría el control social de los sindicatos, con la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales en 1945 a manos de Perón. Allí se daban una serie de concesiones al movimiento obrero que incluían deducción automática de los aportes sindicales, creación de las obras sociales e inmunidad para los delegados sindicales frente a los despidos. A cambio de este paquete de concesiones, el Estado pasaba a supervisar y regular la actividad sindical. Comenzó así un proceso de cooptación de la herramienta de los trabajadores, que pasó a incorporarse como institución del Estado burgués. Desde ya, esto es un proceso. La formación de la burocracia sindical como hoy la conocemos, de corte netamente empresarial para los grandes sindicatos industriales, llevaría todavía mucho tiempo. No obstante, a partir de este momento los sindicatos, como instituciones, pasan a tener una injerencia directa del Estado capitalista.

A medida que avanzó la historia, la cooptación de los sindicatos se fue profundizando hasta constituir hoy verdaderas empresas al servicio de las grandes empresas. Las diferentes reformas de los estatutos sindicales fueron reduciendo cada vez más la libertad política de los trabajadores. Con distintos matices, la primera medida que llevaron a rajatabla tanto gobiernos democráticos como dictaduras militares a partir de la década de 1960 fue eliminar toda posible independencia de acción de las comisiones internas. La formalización de esta autoridad de las centrales sindicales y el Estado por sobre la independencia de las comisiones internas se dará con la reforma a la Ley de Asociaciones Profesionales de 1973, durante el tercer gobierno de Perón, donde directamente el gobierno y las centrales sindicales pueden nombrar interventores o quitar la personería gremial a las seccionales o comisiones internas.

A partir de aquí se da ya un el ascenso agudo hacia la formación de la burocracia sindical como hoy la conocemos: verdaderos empresarios.

Volviendo a nuestro tema inicial. Los sindicatos no fueron siempre iguales, han ido mutando con la regimentación estatal. Entonces, a la respuesta dogmática de ciertos sectores hay que reformularla: los sindicatos no son herramientas de los trabajadores, deberían serlo, pero no lo son.

Formulado de esta manera la cosa cambia. Para los revolucionarios, no se trata entonces de cumplir con la legalidad sindical (sus estatutos, sus plenarios de delegados, la Ley de Asociaciones Profesionales, etc.) porque esa legalidad es la del sistema capitalista, es la ley del opresor. Sin embargo, la presencia de delegados de fábrica que responden a los intereses de las empresas, no deja de ser sumamente perjudicial para los obreros. De allí que sea importante conspirar para desplazar a la burocracia de las comisiones internas. Es una cuestión sumamente práctica: “necesitamos sacarnos de encima a este buchón de la empresa, y ganar libertad para organizarnos, entonces ganemos el cuerpo de delegados”. Esa es una tarea bienvenida, permanente, obligatoria.

Ahora reducir las tareas del proletariado a las elecciones sindicales es otra cosa y, en la práctica, se termina idealizando la organización sindical impuesta por la burguesía.

Un ejemplo muy claro: hay estatutos sindicales que no contemplan la elección de delegados de sector, o bien en fábricas de 1.000 trabajadores solo plantean la existencia de 10 o 20 delegados para toda la empresa ¿acaso esa organización sindical es democrática, donde los sectores de laburo no tienen delegado propio? Para nada, por eso debemos romper la legalidad sindical y construir nuestra propia legalidad, la de la clase obrera, independientemente de la legislación burguesa. Si en esa empresa necesitamos 50 delegados, tenemos que avanzar de manera independiente. Lo mismo sucede en aquellos sindicatos donde existen elecciones solo por “lista sábana”, donde no pueden ser elegidos delegados independientes.

Las elecciones sindicales son solo un momento de la lucha, pero la vida es mucho más que eso. Por eso, cuando en determinados momentos de la historia las bases se movilizan y superan las estructuras sindicales, tienden a organizarse mediante la autoconvocatoria, es decir, desconocimiento total de la regimentación del Estado sobre las organizaciones de los trabajadores. Esto de la autoconvocatoria (algo que tanto le duele al activismo) es el retorno al origen de los sindicatos. Tiene sus limitaciones, desde ya –organización espontanea, no estable en el tiempo, con tendencia a quedarse en la lucha económica, etc.-. Pero el profundo odio que los trabajadores organizados mediante autoconvocatoria tienen a los sindicatos es tremendamente legítimo.

Y cuando aparece este tipo de organización, el activismo arriba enseguida: no hay que ir por fuera de los sindicatos, hay que respetar la legalidad sindical, porque los sindicatos son “la herramienta de los trabajadores”. Y de vuelta al principio…

A la pregunta inicial ¿sindicatos sí o no? La contestamos con un “depende”. Si podemos utilizar al sindicato como paraguas legal para una huelga, para desplazar delegados de la empresa y colocar algunos delegados propios con inmunidad gremial, que nos permita avanzar más hacia la organización de base evitando despidos, etc., bien, bienvenido sea. Si no tenemos delegados en un momento dado y las necesidades rugen, y los compañeros empujan, entonces debemos superar al sindicato y organizarnos de manera independiente. Y si hemos desplazado a los delegados de la empresa con organización de los trabajadores, entonces, lejos de apostar a la legalidad sindical, tenemos que superarla, tenemos que elegir delegados en todos los sectores (algo no contemplado por ningún estatuto), sistematizar las asambleas, romper todos los cercos legales que nos impone la legalidad sindical burguesa.

Como se ve, esto de “recuperar el sindicato” es solo uno de los aspectos de la organización de los trabajadores: tanto en situaciones más avanzadas (donde hemos desplazado a los delegados de la empresa) como en situaciones más atrasadas (cuando todavía no lo hemos logrado) la organización debe necesariamente rebasar la legalidad sindical.

Y esto lo demuestra cada una de las experiencias más avanzadas de nuestra clase obrera a lo largo de la historia. La huelga del Villazo –una de las más importantes en la historia de nuestro país- estalló porque la seccional de la UOM-Villa Constitución aplicó la legalidad sindical e intervino la comisión interna de Acindar (es decir, desconoció a los delegados elegidos por los trabajadores). A partir de allí el conflicto se desarrolló en contra de la legalidad sindical. Durante la toma de Mercedes Benz en 1975 los obreros echaron a trompada limpia a la comisión interna –que respondía a la empresa- y eligieron a mano alzada un cuerpo de delegados propio, sin elecciones formales ni estatutos sindicales. Recientemente, en el conflicto de los obreros de Algodonera Avellaneda, el primer paso que dieron los trabajadores fue desconocer al sindicato textil y desarrollar la lucha de manera independiente. En el actual conflicto de Dánica, los obreros en huelga obligaron a renunciar a la comisión interna y eligieron sus delegados en asamblea. En el 2019 los gremios docentes en Salta firmaron una paritaria bochornosa. Ante tal acontecimiento los docentes de la provincia se organizaron de manera autoconvocada, por fuera de los sindicatos. Tras días de huelga autoconvocada, organizados con asambleas por escuela en toda la provincia, y convocados en asamblea general de toda la provincia en la capital salteña, consiguieron un aumento salarial superior al ya firmado por los sindicatos, reconocimiento de los días caídos, un bono extraordinario y, los más destacable, la negociación se llevó a cabo directamente con los docentes autoconvocados. La masividad terminó imponiendo su propia legalidad.[3]

UN EJEMPLO DEL HOY: LA LUCHA DOCENTE EN CABA

Por estos días hay un fuerte movimiento de base en los docentes de Capital Federal, que luchan contra un ridículo regreso a las aulas[4]. El papel de los sindicatos ha sido nulo y, frente a eso, se han sucedido centenares de asambleas autoconvocadas por escuela –algo inédito en los últimos 20 años- y otras organizaciones autoconvocadas que nuclean varias escuelas. Las masas se organizaron frente a la inacción de los gremios docentes ¿Y con qué discurso intervienen los sindicatos en esas asambleas autoconvocadas? ¡Qué los sindicatos son “la herramienta de los trabajadores”! ¡Que por lo tanto no hace falta organización autoconvocada o repudio a las organizaciones gremiales! ¡Sí, a esas mismas organizaciones gremiales que les niegan participación a los trabajadores! ¡A esas mismas organizaciones gremiales que no hacen asambleas en sus escuelas! “¡No compañeros, si no nos gusta el sindicato hay que ganarles las elecciones!”. En él mientras tanto, lejos de ser “las organizaciones sindicales” quienes han evitado el regreso a la presencialidad en las condiciones planteadas por el gobierno, ha sido la arrolladora fuerza autoconvocada, independiente, organizada bajo multiplicidad de formas rebasando los sindicatos la que ha conseguido boicotear la iniciativa del gobierno. De hecho, tan fuerte es esa fuerza “invisible” que no ostenta títulos ni jerarquías gremiales, que el día de ayer los sindicatos salieron pomposos a anunciar que se había logrado descongelar una parte de las paritarias 2020, que habían sido congeladas por decreto.

Bajo el lema “los sindicatos son la herramienta de los trabajadores” los reformistas, disfrazados de fraseología combativa, son quienes trabajan en contra de la organización independiente del proletariado.

Por último, a la pregunta ¿Sindicatos sí o sindicatos no? Le respondemos: debemos desplazar a los delegados de la burocracia, hay que ganar esos espacios, sí, pero hay que ganarlos para destruirlos, para rebasarlos, para construir una organización superadora que vaya por fuera de la legalidad burguesa; utilizar la legalidad sindical solo cuando nos conviene, para el resto, descartarla. Y mientras luchamos por desplazar a esa burocracia, no hay que reducirse a su legalidad, a la legalidad de la dominación, al contrario, hay que rebasarlos con la lucha independiente, esa que no se atiene a la letra chica de la ley; hay que superarla con el protagonismo de todos.


[1] Con estos fines se funda en 1857 se funda la “Sociedad Tipográfica Bonaerense”.

[2] Ya en 1878 se da la primer huelga importante, y la irrupción de los gremios con fines de lucha.

[3] Ver: https://prtarg.com.ar/2019/03/17/salta-un-triunfo-politico-de-incidencia-nacional/

[4] Ver: https://prtarg.com.ar/2020/10/14/vuelta-a-clases-en-caba/

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