Venimos afirmando en varias notas de esta página que el proceso de concentración que se ha desatado a escala planetaria en el marco de la profunda crisis estructural del sistema capitalista expresa la agudización de las luchas intermonopolistas en la desesperada carrera por los negocios en pos de ganancias extraordinarias.
Toda la producción industrial a escala planetaria, todas las esferas del comercio, todas las actividades respecto de las finanzas mundiales, toda la especulación y la anarquía bajo las cuales se desenvuelve la conducta de la oligarquía financiera están subordinadas a este acelerado proceso de concentración que -dicho sea de paso- ni por asomo representa soluciones reales para los pueblos. Por el contrario, contribuyen a acelerar la crisis estructural del sistema con todas las consecuencias que ello implica.
Toda la andanada de fusiones, absorciones, quiebras y adquisiciones, por corporaciones y asociaciones monopolistas que aparecen de un día para otro, son presentadas desde la prensa burguesa, el aparato del Estado y el gobierno de turno al servicio del imperialismo, como “pasos alentadores”. En sus anuncios subyace el mensaje que este cuadro llamado “nueva normalidad” que representa en sí mismo las soluciones viables dentro de los marcos del capitalismo. Que, en manos de la oligarquía financiera y las corporaciones monopolistas, y detrás de esta situación transitoria, está el devenir para superar la crisis.
“Estamos atravesando un momento difícil y hay que tomarlo como provisorio” nos dice el CEO de la corporación farmacéutica asociada a AstraZeneca (el Señor Sigman) que, parado desde el interés de clase y las perspectivas de esta nueva normalidad, se frota las manos. Pero, además, se oculta que la concentración y centralización globalizada es -nada más y nada menos- que la propiedad privada de la producción social a escala global en manos de un selecto grupo de corporaciones trasnacionales. Y, simultáneamente a las ganancias que pretenden utilizan la propiedad privada como medio para el sojuzgamiento y sometimiento de los pueblos del mundo.
La adquisición del monopolio biotecnológico Alexion por parte de AstraZeneca en 40.000 millones de dólares, desde ya implica la participación intrínseca del capital financiero y sus diversas facciones en el negocio. A su vez la asociación -disfrazada de colaboración- entre AstraZeneca con el capital corporativo RDIF (Fondo Ruso de inversión directa) constituido también por inversores de gran porte que, dicho sea de paso, sustentan la elaboración de la vacuna Sputnik V- y al mismo tiempo la puesta en marcha de una gran planta de producción de vacunas en Rusia -a punto de inaugurarse- de la mano del R-Pharma, (corporación farmacéutica en manos de AztraZeneca) pintan de cuerpo entero el escenario.
En este cuadro de fusiones y absorciones se desenvuelven las llamadas inversiones “glorificadas” por la prensa y el Estado burgués en un escenario de concentración y crisis. En este marco donde intervienen diversas facciones del capital monopolista y donde cada quien aspira a las ganancias extraordinarias en un marco de feroz competencia para asegurarse la mejor tajada, se desenvuelve la producción de una vacuna contra el Covid 19.
Seguramente hay muchos más detalles que abonaran con mayor información las desventuras de la oligarquía por hacer sus negocios a costa de las necesidades de los pueblos. Pero a buen entendedor pocas palabras.
Si en manos de estos inversores (el capital monopolista global) está la producción de la vacuna, queda claro que todos los rasgos propios de esta clase parasitaria no estarán exentos de este gran negocio mundial, tal como se han ido desenvolviendo las propias premisas de este sistema putrefacto.
Desde los precios hasta la especulación, desde los costos hasta el oportunismo, desde la extorsión hasta la explotación a gran escala. Nada queda fuera. Por lo tanto, cuando el capital en la voz de sus CEOS, funcionarios e ideólogos gasta argumentos y alienta todo este devenir como una situación pasajera a sabiendas del escenario de crisis y condiciones de vida paupérrimas decuplicadas por miles de millones, más ruines e hipócritas se muestran, mas pérfida es su acción como clase.
Cuán elocuentes son las palabras del señor Sigman, gran amigo de A. Fernandez, cuando nos dice “espero que de verdad la producción se ponga en el eje de los intereses nacionales”. Lo dice justamente quien es uno de los que apuesta desde la propiedad privada de sus laboratorios a este negocio mundial en total consonancia con el mismo. Pero más claro y categórico es, cuando nos dice “que hace falta un sector privado que invierta en la generación de nuevos productos y un gobierno que acompañe y contenga”. Es decir, un Estado enteramente subordinado a sus intereses conteniendo la lucha de nuestro pueblo con engaño y represión.
Si en manos de una clase destructiva y putrefacta que ha conducido a la humanidad a esta situación agobiante se desenvuelven las posibles soluciones a uno de los problemas más extendidos como es la salud de los pueblos… ¿qué resultados podemos esperar? ¿O acaso la prolongación en el tiempo de la producción de la vacuna no está determinada por el negocio? ¿O acaso el negocio y las propias ganancias que pretenden no están enmarcadas en el cuadro de inestabilidad de la crisis?
Teniendo en cuenta todo esto las certezas respecto de las conductas del capital son muy pocas. Lo que hoy aparece como enaltecido, como una solución, mañana aparece como un negocio que no fue. Sobre la base de estas prerrogativas se desenvuelve la oligarquía financiera a costa de falsas expectativas, a costa de mentiras y engaños, a costa de la destrucción de fuerzas productivas.
Nunca más apropiadas y justas las palabras del Comandante Ernesto “Che” Guevara: “en el imperialismo no hay que confiar ni un tantito así”.
Desde la independencia política sólo la lucha desde el pueblo, por el pueblo y para el pueblo hará cambiar este presente.