Las batallas más importantes a tener en cuenta (ya que lo abarcan en un todo) es respecto al tema político, otro ideológico y fundamentalmente, orgánico.
La construcción del partido revolucionario atraviesa una época muy compleja en donde hay que lidiar con las tres cuestiones planteadas más arriba en forma simultánea y caminar con la experiencia ya adquirida por nuestro pueblo en un nuevo contexto de la lucha de clases.
En este artículo nos remitiremos a los factores fundamentales que se nos presentan hoy.
En el orden político la aún incipiente organización partidaria y de los destacamentos revolucionarios en el proletariado y el pueblo se han transformado en una trabazón para destapar el potencial existente y manifiesto en la actual resistencia a los planes de ajuste del gobierno y de toda la burguesía monopolista.
La clase dominante ha trabajado por más de cuatro décadas para hacer desaparecer de la faz de la tierra la necesidad de un partido proletario y en ello no podemos negar que utilizó un eslabón importante que es el político para denostar cualquier intento de nacimiento orgánico de una organización Marxista-Leninista.
Hoy, en la actual resistencia donde la clase obrera industrial ha comenzado a reconocerse como clase se siente el insuficiente peso -aún- de la política revolucionaria. Lo dominante, en un plano general es la putrefacta política de la burguesía que, con sus instituciones y medios a su alcance, navegando en aguas turbulentas por la falta de credibilidad de nuestro pueblo, sigue sosteniendo un sistema que frena cualquier tipo de progreso de la sociedad humana.
Para afianzar el camino de la resistencia se necesita fortalecer la política revolucionaria, una política que no se entretenga con los “fuegos de artificio” sosteniendo el sistema de dominación capitalista, sino que -por el contrario- elabore las políticas que avancen hacia la revolución, la lucha por el poder y la construcción de un nuevo Estado proletario que sintetice las aspiraciones del todo el pueblo.
Pero para ello se necesita seguir construyendo y fortaleciendo un partido político proletario que -armado de la ciencia proletaria, del materialismo dialéctico- despliegue todas las políticas encaminadas hacia la revolución. Y cuando decimos elaboración y acción política lo decimos tanto en el plano nacional como en el plano local, llámese fábrica, parque industrial, barrio, facultad o en cualquier sector de la sociedad en donde se encuentre un grado de explotación y opresión causado por este sistema injusto.
En política, la burguesía hizo uso y abuso de su dominación y -como corresponde a esta clase parasitaria- utilizó el engaño y su arma predilecta fue la democracia burguesa, el parlamentarismo, que -cabe recordar- fue una conquista que se logró a costa de la sangre derramada por nuestra clase obrera y nuestro pueblo. Pero en política había que atravesar una etapa de “probar” la democracia burguesa por la experiencia propia de las masas y la “fiesta electoral” rápidamente comenzaría su proceso de desgaste.
A partir del Santiagueñazo (que iba a irrumpir como el primer grito contra todo lo institucional), la clase dominante toma cuenta de lo sucedido y profundiza su red de engaño incorporando a todo el oportunismo político al juego electoral y acentuando su conducta política. Entre otras cosas, contra todo intento de organización política proletaria independiente para constituir un pilar en la lucha de clases que de allí en más iban a producirse con altas y bajas en nuestra sociedad.
Hoy estamos pagando un alto costo en el plano político al estar un paso más atrás de las necesidades que la lucha de clases requiere.
Es que la clase dominante, su actual gobierno, sólo cuenta a su favor con la debilidad de la política revolucionaria. Su crisis es estructural.
En lo que hace al factor ideológico el problema no es menor. Entre las cosas con que más han insistido es el plano electoral. Es haber trabajado sobre la conciencia de la clase obrera en donde las “referencias” políticas son aquellas que respetan el orden institucional. Y para ello contaron y cuentan con las fuerzas electorales de la izquierda del sistema, en donde todo fin de lucha que impulsan termina definitivamente buscando el caudal de votos necesarios para asistir a un parlamento en manos de la oligarquía financiera. Un Estado monopolista.
El rechazo de la clase obrera a estas fuerzas políticas electorales ha crecido en épocas de pandemia y en épocas en donde la clase obrera comienza a sentirse como clase. Pero -a decir verdad- cuando hablamos del peso ideológico contra todo partidismo, ese peso nos recae también a los revolucionarios. Sobre todo, allí en donde hay ausencia de políticas revolucionarias, o las mismas se encuentran en estado embrionario.
Hablar de partido o partidismo enerva a la clase. Por un lado, es un hecho positivo la no credibilidad a esa parte de la institucionalidad burguesa, pero, por otro lado, afecta a las tareas revolucionarias cuando el partido revolucionario en primera instancia no se lo conoce y es rechazado cayendo en la misma bolsa que todo el oportunismo.
Pero parte de la lucha por el poder -diríamos decisivo- es seguir construyendo y fortaleciendo el partido revolucionario, que es la fuerza que elabora una estrategia de poder y que la misma pueda pesar en la vida cotidiana de la lucha de clases.
Esa lucha ideológica sobre la vigencia y la necesidad del partido revolucionario la estamos dando “al lado de la máquina”. Y allí es donde trabajadoras y trabajadores comprueban que a la clase no se la reemplaza, ni se la niega con banderas que intentan esconder su peso en la lucha por el poder.
La construcción del partido revolucionario no la hacemos para “ganar votos”. La construcción del partido revolucionario la continuamos haciendo para encausar la lucha desatada en esta resistencia o en cualquier otra circunstancia hacia la lucha por el poder.
Es en este punto en donde la lucha política y la lucha ideológica se abrazan para fundirse en una sola, sus fronteras se hacen imperceptibles.
Pero si hay algo que destacar como tercer punto de estos aspectos fundamentales es el tema de la organización, para materializar su presencia en un plano cada vez más amplio de su incidencia en la lucha de clases.
Cuando hablamos de organizaciones políticas independientes de la clase lo hacemos en los diferentes planos que la lucha nos presenta. Hoy en día la experiencia de la autoconvocatoria tiene otro carácter al del Santiagueñazo. Primero porque este fue un primer grito libertario, pero luego vinieron otros agregando experiencia, conocimiento fogueo de fuerzas, en donde el 2001 marcó un punto álgido de condensación de una acumulación años.
Sin embargo, esas autoconvocatorias (incluso posteriores, en casi dos décadas) si bien pesaron en la conformación de innumerables organizaciones de todo tipo que plantearon importantes reclamos por los derechos políticos, tuvieron que lidiar con el escollo de las fuerzas políticas oportunistas del sistema que siempre buscaron y buscan montarse en esos acontecimientos para reforzar su caudal electoral.
Para nosotros, el partido proletario debemos seguir construyéndolo para que todos esos causes abiertos de luchas y organizaciones políticas ya conquistadas o por conquistar, se encaminen hacia la revolución y no hacia el pretendido “pleito electoral” que, en definitiva, lo único que hace es sostener al injusto sistema capitalista.
Allí es donde revolucionarios y revolucionarias estamos teniendo las dificultades de toda una etapa histórica pasada y presente. Y es por ello que este desafío es tan complejo, se presenta dificultoso. Pero sería el peor error ceder ante las dificultades presentes, se necesita de un constante, profundo y paciente trabajo entre las vanguardias de la clase que abarque en un todo la lucha política-ideológica y orgánica para construir y fortalecer lo hecho hasta aquí.
Entendemos que hay una situación excepcional en la clase obrera a la hora de recibir y estar abierta a nuevas propuestas. Y esa es una ventaja histórica que no deberemos desperdiciar.
En la resistencia a las políticas del poder monopolista y su gobierno, nuestra clase obrera experimenta cada vez más sus prácticas y metodologías que rompen con la institucionalidad del sistema. Cada vez más se profundiza el rechazo a las estructuras políticas del sistema.
En ello se necesita desplegar el programa revolucionario con firmeza política e ideológica “junto a la máquina” y poner todo el peso de esas acciones a la conquista política y económica permanente. Y para ello, seguir fortaleciendo la construcción del Partido revolucionario se hace imprescindible.
Nada es ni será fácil y así lo demuestra la historia de nuestra clase obrera en diferentes momentos de su historia.
Pero para “quebrar” esa inercia de dominación de la clase burguesa (que es la historia de la degradación humana) se necesita fortalecer en todos sus planos el papel del partido revolucionario que pueda y sepa potenciar en el seno de las masas proletarias y el pueblo, la lucha política por el poder.