La honda crisis política que atraviesa la clase dominante en la Argentina no ahorra en manifestaciones que la confirman a cada paso. No se trata solamente de las rencillas políticas, tanto a lo interno del partido gobernante como de la oposición. Precisamente esas idas y vueltas en las decisiones políticas, lo que los medios llaman “problemas de gestión”, tiene sus raíces en el intrincado terreno de las disputas interburguesas en la que ninguna facción de esa clase logra imponerse en forma definitiva, tajante, permanente. Cada cual atiende su juego en el marco de las complicaciones de la economía mundial producto de la crisis capitalista, ahora agravada por la guerra en Europa.
Una de las últimas manifestaciones de lo que afirmamos se vio reflejada en la disputa entre las multinacionales que exportan petróleo (que quieren aprovechar el alza del precio internacional del crudo) y las multinacionales que se dedican a refinar y a abastecer el mercado interno y regional (las que expresaron que habría que limitar las exportaciones). Estos casos tienen directa relación con la política y las decisiones que se toman, y las que no se toman también. En ese escenario se desenvuelven las internas entre ministros, secretarios e, incluso, entre el presidente y su vice.
Respecto de esto merece mención aparte el proyecto presentado por el bloque oficialista del Senado que impulsa el cobro de un impuesto a las fortunas producto de la evasión fiscal para, en teoría, juntar las divisas para pagarle al FMI. Teniendo en cuenta, en primer lugar, que se trata de una medida efectista que apunta a sostener la base electoral de la facción kirchnerista, que la vicepresidenta se haya reunido con el embajador de EEUU en el país para pedir el apoyo de esa administración a la iniciativa, indica que, más allá que la misma tenga asidero, cada facción del poder burgués representada en las distintas expresiones políticas se dedica al intento por ganar posiciones en la lucha entre capitales. Muy lejos, lejísimo, de una salida de la crisis en la que el beneficiario sea el pueblo trabajador.
Este es un punto cardinal a tener en cuenta. Los intereses de la clase obrera y el pueblo no están representados por ninguna de las corrientes políticas que actúan en la política nacional. Incluimos allí a la llamada izquierda, que se dedica a sostener una política que sólo piensa en su base electoral y en cómo la misma aumenta, alejada totalmente de uan estrategia revolucionaria.
Es este el principal problema de la situación de la lucha de clases en nuestro país. La falta de una alternativa revolucionaria que exprese en la lucha política nacional las demandas e intereses de los explotados y oprimidos. De allí que nuestro Partido redobla los esfuerzos para aportar a que la vanguardia de la clase obrera tome en sus manos el proyecto revolucionario para construir tal alternativa sin mediación de aparatos, sino desde la participación directa de la clase de vanguardia.
En ese objetivo se está entrando en una etapa en la que se redobla y fortalece el reclamo salarial, fundamentalmente. Los niveles salariales de indigencia que afectan a más de la mitad de la población con trabajo, sumado a la galopante inflación que amenaza con seguir aumentando (sobre todo, en los alimentos), son el combustible de una nueva andanada de luchas de los sectores de la producción y los servicios, las que venimos reflejando en nuestros medios, que seguirá creciendo sin lugar a dudas. En ese proceso, aun en la debilidad que se expresa en la conformación de herramientas independientes de la clase, hay que aportar todos los esfuerzos para que las luchas que se expresen en este nuevo período de alza de las mismas cuenten con el elemento político necesario para avanzar en un enfrentamiento nacional. Nos referimos a que el proceso inflacionario profundizará la tendencia a la baja salarial; esa es la política de toda la burguesía para atenuar su crisis y, para quebrarla, se necesita una fuerza política que la enfrente con independencia y protagonismo de la clase obrera y demás sectores populares en una contienda que apunte a ese objetivo. Para que ello suceda los revolucionarios tenemos la obligación de llevar y poner sobre la mesa estos debates políticos en el seno del proletariado como vía para que el movimiento de luchas salariales que se profundizará vaya encontrando caminos de unidad efectiva por abajo, unidad que sea impulsada y construida por la propia clase y sus organizaciones.
En ese objetivo impulsamos una campaña nacional con la consigna “El único precio congelado es el salario” como elemento general que enmarque la táctica de enfrentamiento contra la política de los monopolios y su gobierno. Nuestra consigna y campaña va más allá de ser una consigna partidaria por lo que invitamos a colaboradores, simpatizantes, lectores, adherentes, a reproducir la misma allí donde se pueda y se encuentren.
Es momento de aportar al pueblo trabajador una perspectiva de lucha que supere el marco individual de las mismas y acumule fuerzas con un sentido y objetivos nacionales. De lo que se trata es que, además de lograr las conquistas salariales, el movimiento de luchas avance en independencia política y organización de base apuntando a un horizonte en el que el peso del proletariado se comience a hacer sentir en la lucha política nacional. Toda labor y esfuerzo en ese sentido debemos promoverla y llevarla adelante con esa convicción revolucionaria.