El gobierno nacional junto a la CGT y la UIA, a través del ministerio de Trabajo, llamó a adelantar las negociaciones paritarias en casi una treintena de actividades de la producción y los servicios.
Este adelantamiento se presenta como la confirmación de que la “trilogía del achatamiento salarial” tomó nota de la inflación desbocada que licua el salario ya en forma cotidiana, haciendo casi imposible el sostenimiento de las familias trabajadoras que sufrimos un permanente deterioro de las condiciones de vida.
La pobreza ha dejado de ser una situación de los sectores desplazados de la producción para incorporar a grandes masas de población trabajadora que, luego de jornadas de 9, 10 y hasta 12 horas de labor, no llegan al umbral de ingresos para no estar en la pobreza según las propias cifras oficiales, siempre amañadas y mentirosas.
Pero en realidad existen otros motivos más profundos para entender esta decisión.
Los planes de producción de las empresas, en todos los niveles, han ratificado (sobre todo en los últimos meses) un aumento exponencial incluso superando los niveles de la pre pandemia. Ello se ve reflejado en el alza de los objetivos y ritmos de producción, los que se intentan cubrir con la misma o menor cantidad de mano de obra.
De esta forma, se ha generalizado la política de los monopolios de cubrir con horas extras la demanda productiva, al mismo tiempo que se aprovecha la situación ya que las mismas muchas veces sirven para completar un salario que permita llegar sino al 15, al 20 de cada mes.
Pero a pesar de esa maniobra extorsiva de la burguesía, ha aumentado y lo sigue haciendo el rechazo de importantes sectores trabajadores a realizar dichas horas extras, al mismo tiempo que el ausentismo laboral se mantiene y crece en forma permanente.
Toda esta situación desemboca en una objetiva imposibilidad del logro de los objetivos productivos que tanto necesitan cubrir las empresas; mucho más aun cuando producto de la guerra en Europa, la producción que se paraliza en aquel continente es trasladada a esta región, y en particular, a nuestro país.
Esta situación se expresa claramente en siderúrgicas como Acindar de Villa Constitución y automotrices como Volkswagen.
Paralelamente a esas formas de rechazo que dificultan los planes de los monopolios, se ha comenzado a manifestar en forma abierta la necesidad de aumentos salariales que rompan los límites que la burguesía quiere imponer.
Así ocurrió en SAMEEP de Chaco y en algunos congresos de delegados de la UOM, donde se impusieron demandas de reapertura de paritarias y la exigencia de un salario básico que cubra la canasta familiar.
Todo este mar de fondo de descontento y resistencia, más o menos organizada, es el marco en el que el poder toma la decisión del adelantamiento de las negociaciones paritarias.
No se trata de un acto de buena voluntad, sino de asumir una situación objetiva que, de hecho, se expresa en la base trabajadora. Y reiteramos, aun en situaciones en la que la organización obrera independiente no ha terminado de cristalizarse.
Es muy importante sopesar esta situación para lo que se viene.
El llamado de paritarias adelantadas es un intento de tirar un balde de agua a un incendio que puede propagarse, sobre todo en la clase productora, con lo que ello trae de consecuencias.
El objetivo es frenar y/o encauzar los reclamos en la senda “institucional”, que el proceso no llegue a desmadrarse. De entrada, hay que tener claro esto porque el fin no es, ni podría serlo sin una lucha económica y política que así lo determinara, que los salarios le ganen a la inflación y, de esa manera, quebrar el plan de la burguesía monopolista.
Sin embargo, se abre una importante oportunidad para que la construcción de esas organizaciones independientes de la clase avance y se consolide en un proceso de luchas renovadas.
Teniendo claro que la iniciativa de la burguesía es “a la defensiva”, que lo hacen por la necesidad de producir y de no encontrar piedras en ese camino, debemos promover en las bases trabajadoras, primero que nada, este debate; simultáneamente, impulsar reclamos que estén acordes a las necesidades y aspiraciones de las familias trabajadoras orientando hacia las metodologías asamblearias en las que las demandas sean debatidas y defendidas con la mayor masividad posible.
En ese camino, no se estará en condiciones, todavía, de dirigir la lucha salarial pero sí de condicionarla, de hacer experiencia de democracia y participación obreras.
De, por ejemplo, como ocurrió en SAMEEP, que las asambleas impongan que no sólo negocien las cúpulas, sino que se fuerce la participación de compañeros y compañeras elegidas por las mismas para que la voz de las bases comience a tener expresión concreta.
Tomar iniciativas de acción de agitación inmediatas, sin esperar el llamado formal de la paritaria, que sirvan para crear un estado deliberativo y de movilización de las bases y de difusión lo más amplia posible de las demandas obreras más sentidas.
En síntesis, llevar adelante una posición activa que no deje en manos de las dirigencias pro patronales el reclamo por mejores salarios y condiciones de trabajo, ayudando a que las bases trabajadoras intensifiquen una práctica y una metodología que alimenten la organización independiente.
Es un momento en el que tenemos que saber aprovechar las debilidades del enemigo, conscientes de las debilidades propias, pero convencidos de que en esta situación podemos avanzar importantes pasos para superar las mismas y, sobre todo, conquistar las demandas que permitan avanzar hacia el enfrentamiento político de clase contra clase.