La crisis de superproducción mundial sigue profundizando la decadencia estructural del sistema capitalista.
Todas las variables económicas están desquiciadas y se sienten con particular intensidad en nuestro país, poniendo en evidencia las contradicciones irresolubles dentro del mismo sistema.
Sobran capitales, pero no encuentran dónde invertirse para la obtención de ganancias (la oferta de préstamos de los bancos es abrumadora); cuanto más se invierte (en medios de producción), menos ganancias se obtienen; la producción va creciendo pero al ritmo que van quebrando empresas (concentración); la necesidad de importaciones para la producción (de autopartes, por ejemplo) choca contra algunas “barreras” que respecto a esto “puso el gobierno” para no desnivelar aún más el mercado interno; lo mismo pasa con las exportaciones a pesar de la necesidad de recaudar dólares desde el exterior; la ausencia de dólares se “cubre” con emisión de pesos que devalúa la moneda local y genera más necesidad de dólares para afrontar las deudas; el déficit fiscal crece a pesar de la intención de disminuirlo; los precios de producción aumentan y repercuten en los precios de mercados que intentan bajarse manteniendo niveles de ganancia deseados; y así podríamos seguir describiendo el cúmulo de contradicciones que tiene el sistema y que la burguesía intenta “arreglar”.
Todos estos problemas no son causas sino efectos del funcionamiento del sistema.
Sin embargo, la burguesía intenta resolverlos buscando, en alguno, o algunos de éstos, la “causa” que le permita solucionar el funcionamiento del sistema que no tiene arreglo, porque “resolver” un tema haría profundizar otro y así sucesivamente.
Se ha llegado a un punto en el que las contradicciones no sólo no pueden resolverse, sino que muestran la descomposición absoluta del sistema.
Desde la vereda de enfrente, el proletariado viene avanzando, aunque en hechos aún dispersos pero firmes, en su conducta de lucha por una mejor vida a la par de otros sectores de las y los trabajadores que hacen lo propio en un contexto de resistencia a las medidas que trata de imponer el gobierno que defiende el interés supremo de la burguesía de sostener el sistema en estado de putrefacción irreversible.
Mientras trata de resolver lo que no tiene resolución, la burguesía y su gobierno intentan engañar diciendo que si todos (léase proletarios y pueblo oprimido) nos sacrificamos habrá trabajo para todos (léase sólo para quienes la burguesía necesite emplear). Pero la trampa está en que cualquier medida va a ir necesariamente en contra del salario y los ingresos populares.
Porque no se trata de trabajo. Se trata de los ingresos de las y los trabajadores, jubilados y pensionados, de los ingresos de quienes viven de su trabajo y de los que el Estado al servicio de los monopolios le debe a quienes no tienen trabajo, porque el capitalismo es el que genera el ejército de desocupados. Porque la producción capitalista, contradictoriamente, a la vez que incorpora mayor cantidad de obreros a nuevos negocios deja sin trabajo a una proporción mayor de trabajadores cada vez que incorpora mejoras productivas.
El eje de la lucha y de la aspiración para cubrir las necesidades inmediatas del proletariado y de todos quienes vivimos del trabajo propio, se viene demostrando en cada conflicto, y es el ingreso, ya que el 80% de las y los trabajadores vivimos en la pobreza (según las estadísticas de la propia burguesía y de los propaladores de sus ideas).
Porque pobreza es, en realidad, no sólo el ingreso magro que no nos alcanza para llegar a fin de mes sino el hecho de tener que trabajar toda nuestra vida y de la de nuestros descendientes para poder cubrir nuestras necesidades mientras que la burguesía aumenta los capitales a costa del trabajo ajeno.
“Dinero”, o más precisamente capitales, es lo que le sobra a la burguesía y ha sido el motivo de la crisis de superproducción.
La lucha por los ingresos va en contra de las súper ganancias de la burguesía porque son su contrario.
Se aumentan las ganancias bajando los ingresos de los trabajadores y se aumentan los salarios e ingresos del pueblo oprimido bajando las ganancias de la burguesía.
La lucha por el aumento de los ingresos unifica a las y los trabajadores y sectores populares que vivimos de nuestro trabajo y, en consecuencia, se trata de una lucha política nacional en contra del llamado “ajuste” que es el punto central de la política de toda la burguesía sea cual fuere su color político con el que se viste.
Esta aspiración popular trasciende el ámbito gremial y cruza transversalmente todos los ámbitos sociales y es la que nos permitirá lograr mejores condiciones para afrontar las mayores batallas políticas que deberemos afrontar en el camino de nuestra emancipación.
Por esa razón, es muy importante que las y los revolucionarios impulsemos la generalización y profundización sobre este tema de unidad de la clase y de sectores populares. Se trata del motivo de una lucha que une a toda la clase obrera, trabajadores, jubilados y sectores populares que viven del fruto del trabajo propio.
Sabemos por lo dicho anteriormente, que no hay línea de pobreza como afirman las estadísticas burguesas, porque mientras que trabajemos por el salario seguiremos siendo pobres en relación con la riqueza que acumula la burguesía.
Pero utilizando la propia soga con la que nos quieren ahorcar, les damos vuelta la tortilla y a la denuncia “El salario es el único precio congelado” le planteamos, como se viene haciendo en forma aún dispersa, la lucha salarial, o mejor dicho por los ingresos (ya que esto involucra también el rechazo al impuesto al trabajo que la burguesía llama el “impuesto a las ganancias” y otros ardides empresariales-sindicales-gubernamentales tales como aumento de salario según productividad, cuarto turno y otras maniobras por el estilo, etc.).