La hipocresía de los políticos de la burguesía no tiene límites. En el acto en el que se suponía que iba a presentar el avión desde el cual la dictadura militar arrojaba a sus rehenes al mar, Cristina Fernández de Kirchner, quien transformó el mismo en parte del circo electoral, mostró frente a su claque un gráfico en el que la curva ascendente de las ganancias de las grandes empresas se elevaba vertiginosamente a partir de la pandemia.
No es casualidad que ese momento haya significado una inmensa transferencia de ingresos desde el proletariado hacia la burguesía monopolista. El encierro al que fuimos sometidos y que la sociedad no advirtió que se trataba de una jugada ejecutada a nivel mundial por amplios sectores del poder como intento de salida a una crisis que aún conlleva el sistema.
Pero, la política de incrementar ganancias a costa de los ingresos de los trabajadores y sectores oprimidos no sólo no quedó allí, sino que, de la mano del actual gobierno, con la complicidad y beneplácito de la oposición parlamentarista se intensifica día a día.
¿A quién denuncia la vicepresidenta y designante a dedo de la fórmula que su partido candidatea para las elecciones?
Es su gobierno el que ha facilitado el nivel de ganancias que ahora denuncia. Y es “su” candidato el que, con el FMI, negocia la entrega de nuestros ingresos a los monopolios. En definitiva, ella es una de las protagonistas de la situación de empobrecimiento masivo de los trabajadores y sectores populares.
Bien puede darse la mano con los representantes de la oposición a quienes denuesta en cada discurso y, viceversa, bien los opositores pueden estar satisfechos con el servicio que el actual gobierno le hace a la clase que pertenecen.
Lo que ambos (oficialistas y opositores) no pueden hacer es ponerse contentos con lo que está sucediendo en el inquieto y creciente malestar del proletariado y sectores oprimidos, al que no sólo mueven los reclamos y luchas por conquistar una mejor vida, sino que repudian el cepo a las libertades políticas con los que se intentan impedir sus luchas y enfrentamientos a esas políticas contra quienes las aplican y contra quienes prometen aplicarlas si logran ser gobierno.
Cada vez queda más claro a qué intereses sirven oficialistas peronistas y opositores liberales, reclamadores profesionales vestidos de izquierda, sindicalistas vendedores de obreros y trabajadores, y propaladores del desvencijado y putrefacto sistema.
La suma de conflictos que se incrementa, generaliza y se profundiza en el país, con idénticos reclamos hacen que la lucha se vaya politizando.
Sin embargo, la lucha política debe tener un norte para que la misma vaya transcurriendo un camino de cambios profundos y de salida a esta crisis.
Así como el partido de la burguesía, aunque tiene varias caras (oficialistas y opositores), lleva adelante su política llamada de ajuste, el proletariado debe robustecer su partido revolucionario para organizar esa lucha hacia una salida real que cambie las reglas a favor de quienes todo lo producimos.
Debemos enarbolar un programa de lucha común que refleje nuestros intereses y, a la vez, impulsar organizaciones políticas de todo tipo en los amplios sectores de masa que ayuden a sostener e incrementar la práctica de la unidad, la democracia directa, cimiento revolucionario del poder obrero en unidad con el pueblo que sepulte, bajo sus ruinas, a la sociedad capitalista.
Lo venimos diciendo en nuestras notas, hoy los puntos más sentidos que enumeramos como expresión común de todas las luchas son:
- Recomposición salarial. Salario mínimo igual a la canasta familiar.
- Contra los aprietes por mayor productividad.
- Contra toda persecución política dentro del trabajo.
A través de este surco que estamos arando, nosotros, es decir, el proletariado y sectores oprimidos del país, lo haremos, avanzaremos hacia la conquista de una vida digna.