El contexto: el ejército privado Wagner (que trabaja al servicio del Estado ruso) tuvo enfrentamientos con el ejército ruso, en el que se derribaron helicópteros y aviones, se tomaron ciudades y bases militares estatales, y marcharon hacia Moscú con el objetivo de tomar el Ministerio de Defensa y las principales guarniciones.
Por eso decimos que es evidente que la crisis política y militar desatada en Rusia en las últimas horas denuncia la crisis de un Estado burgués.
Una de las instituciones del Estado burgués son las fuerzas represivas, llamadas a defender los intereses de la clase dominante. Intentar explicar la actual situación en el país más extenso del planeta por la «traición» de una fuerza «mercenaria» sería subestimar la inteligencia humana.
El grupo Wagner, «ejército mercenario», es una institución paralela del Estado ruso y ese carácter lo tienen otras formaciones militares de todo tipo y carácter alrededor del planeta. No hay Estado burgués que no mantenga en pie fuerzas mercenarias porque es parte de la esencia de ese Estado.
Las fuerzas represivas no han nacido con la Wagner en Rusia ni mucho menos. No es ni la primera ni la única empresa militar privada (PMC, Private Military Company) relacionada con el Kremlin.
En la mayoría de las ocasiones nacen ligadas a antiguos oficiales de los servicios de la inteligencia militar, como el equipo Antiterrorista Orel, que prestó servicios en la protección de infraestructuras energéticas y mineras en Irak en los 90; Moran Security Group o los Cuerpos Eslavos.
Recordemos que también muchas bandas verdaderamente «terroristas» que asolan a poblaciones del mundo son financiadas, formadas y estimuladas desde el Pentágono y desde países que -como Israel- tienen un carácter imperialista.
En Rusia ese ejército «mercenario» se corresponde con la actual etapa del Capitalismo Monopolista de Estado, el cual no ha «suplantado» a las fuerzas armadas rusas, sino que -por el contrario- está llamado a garantizar con su intervencionismo los intereses de una burguesía monopolista que -asentada en Rusia- trasciende esos intereses locales.
La burguesía monopolista Rusa extendió su influencia política-económica-militar en vastas regiones de Asia y África. En Sudán trabajan con el general Hemedti, uno de los dos señores de la guerra enfrentados ahora. Protegen las minas de oro y a cambio controlan gran parte de la exportación. Operan a través de Midas Resources, registrada en Madagascar.
También actúan en Mali, Mozambique, Madagascar, Ghana, Burkina Faso, Siria, Libia, Yemen, Bielorrusia. Al igual que otras burguesías monopolistas radicadas en EEUU, Francia, Inglaterra, China, etc., la burguesía monopolista en Rusia fue a estos continentes para hacerse cargo de las materias primas de varios países y es allí en donde ese interés obligó al Estado ruso y a su gobierno a crear formaciones militares «mercenarias» para garantizar el robo de riquezas naturales y controlar las revueltas populares.
Se expandieron los negocios en esos países. Como ejemplo podríamos tomar a Sudán, República Centroafricana que se transformó en una verdadera base de apoyo y de operaciones, con trece bases militares para futuras intervenciones que hoy mismo están a la orden del día.
Estas fuerzas «mercenarias» se fueron fortaleciendo en la medida que (como es el caso de África) no solo crecieron las disputas interimperialistas sino y sobre todo porque esos mismos pueblos produjeron sendos levantamientos de masas que perduran hasta el día de hoy e ininterrumpidos como lo hemos reflejado en esta página.
Experiencias de exigencias de nuevo tipo de poder político en los reclamos populares están teniendo un peso decisivo para que la reacción de la burguesía monopolista mundial priorice el terreno de la disputa militar.
El Estado Ruso, reiteramos, utiliza a su institución Estatal paralela en Siria, Libia, y fundamentalmente en varios países africanos, en donde se han transformado en sostén de regímenes fascistas a cambio de hacerse con las materias primas de ese rico continente, a lo que se agrega el dominio de mercados, territorios y todo tipo de negocios, etc.
Por otro lado, Wagner ha dejado hace mucho su “unilateral” tarea de “ejército mercenario». Presta servicios de entrenamiento militar, apoyo logístico, obtención de material de inteligencia y desarrollo de campañas de desinformación.
Pero a partir de la estrecha vinculación de su creador con el Estado ruso, ha desplegado una diversidad de negocios que trascienden estos aspectos de la «guerra» que acabamos de mencionar.
Entre otras empresas existe Concord Group (empresa matriz ligada a la hotelería), también la fábrica de trolls (proyecto Lakhta), el llamado PMC Wagner y otras actividades que van desde la minería de oro, diamantes, petróleo y otros minerales, una consultoría política internacional o los medios de comunicación (Patria Media Group).
Las empresas están interconectadas y los empleados, por ejemplo, abogados o informáticos, pueden trabajar indistintamente en unas u otras. En la actualidad los soldados heridos de Wagner se recuperan en un centro recreativo en Gelendzhik, los funcionarios del Ministerio de Defensa reciben tarjetas de descuento en la tienda Eliseevsky, los trolls se reúnen en un edificio construido por las empresas de Prigozhin y desde allí promocionan los servicios de las PMC a una audiencia internacional; los abogados y financieros negocian acuerdos de concesión en San Petersburgo, Antananarivo o Bangui.
La actual crisis política de Rusia es una consecuencia de la crisis del sistema capitalista y que se replica de variadas formas en todo el planeta. La disputa de intereses económicos en esta crisis político-militar como hemos visto trasciende Rusia. Afecta en forma directa a tres continentes, en donde se entrelazan disputas intermonopolistas de todo tipo.