La lucha de clases tiene expresiones notorias que se expresan en movilizaciones, paros, acciones concretas de trabajadores y sectores oprimidos que luchan y se enfrentan a las políticas que la burguesía monopolista aplica a través de sus instituciones gubernamentales y/o estatales.
Esas formas que adquiere la lucha de clases repercuten hoy tanto en el pueblo como en la burguesía.
En el primero, alentando y vigorizando su estado de ánimo, además de generar acumulación y desarrollo de fuerzas para los enfrentamientos a futuro.
En la clase dominante, generando contradicciones, haciéndolos retroceder, etc.
La lucha de clases enseña a ambas partes enfrentadas.
La burguesía desde hace años, ha aprendido que la mejor defensa ante los embates del pueblo es la desinformación. Con ella, intenta evitar que los sectores populares vigoricen su estado de ánimo, tomen ejemplo de otras luchas, acumulen fuerzas, etc.
Sin embargo, a pesar de ello, tanto el proletariado como los oprimidos en general, también hemos aprendido y nos la ingeniamos para quebrar el cerco mediante la información que hacemos circular a través de los medios que desarrollamos como herramientas propias, multiplicando la movilización, la organización y desarrollando la unidad y la denuncia.
Pero además, de no poder ocultar y desinformar, la burguesía no puede evitar otros efectos de la lucha de clases que es la profundización de sus propias contradicciones y las peleas internas que les provoca el movimiento popular que tanto intentan ocultar.
El ejemplo más evidente lo constituye el hecho que luego de haber “triunfado” en las elecciones con el 54% (vaya a saber de qué cosa), en vez de alinear a todo el mundo detrás del “modelo”, las discusiones, las contradicciones, las peleas, los desencuentros, el sálvese quien pueda, reinan en lo más alto de las cúpulas de la clase dominante y de su gobierno.
Mientras que la UIA fomenta el acuerdo social “necesario para poder profundizar el modelo”, el gobierno hace una masiva campaña de “eliminación de subsidios” fomentando el ajuste que es necesario aplicar para la continuidad del proyecto “nacional y popular”.
Por su parte la CGT, acorralada por la permanente lucha y presión de los trabajadores de todo el país, no puede más que oponerse (contra su voluntad) y aunque sólo lo haga de palabra, a que exista un techo para las negociaciones paritarias que se avecinan. De esta manera, ha sido obligada a romper, de hecho, cualquier posibilidad de pacto social, al que el movimiento de masas le dio la espalda y repudia con su acción.
Los precios, se disparan como expresión de que, si bien hay una decisión de clase de sostener el “modelo”, la actitud individual o sectorial del sálvese quien pueda, es más fuerte y prevalece en la conducta de cada burgués, con lo cual nadie puede controlar nada y se sigue echando nafta al fuego. Es que los negocios mandan por sobre cualquier intento de homogenización. Entonces, se generaliza, como conducta burguesa, la aceleración inflacionaria como forma de sostener y mejorar las ganancias, pues ningún burgués confía en que el gobierno pueda disciplinar a los trabajadores y el pueblo.
En suma, aunque no se vea la movilización, aunque no aparezcan en los grandes medios de difusión los paros y las luchas por las conquistas y contra las políticas de ajuste del gobierno, la burguesía no puede evitar que sus contradicciones se expresen a viva voz y ganen las primeras páginas de los noticieros y diarios. De tal forma que ello evidencia lo que intentan ocultar: la movilización, las luchas y la organización de la clase obrera y el pueblo es lo que subyace debajo de todas sus contradicciones.
Aunque quieran ocultar las mismas bajo un manto de engaño, pretendiendo convencer de que esas peleas son motivadas por actitudes personales de ciertos políticos, gremialistas o empresarios, en realidad lo que ocurre es que la lucha de clases los empuja a la división, el miedo a las decisiones a tomar, la vacilación, el pasarse facturas, etc.
Aunque pretendan hacer pasar como que las marchas y contramarchas son decisiones tomadas luego de profundas meditaciones y consensos de sectores sobre los pasos a dar, lo que en realidad ocurre es que la fuerza del pueblo movilizado y activo por sus reinvidicaciones y contra las políticas del ajuste, son lo que obligan a la burguesía monopolista y su gobierno a equivocarse, debilitarse aún más y a no dar pie con bola.
Es la inexorable lucha de clases la que determina el curso de los acontecimientos en esta sociedad. Profundizarla, es el camino que nos conducirá a la victoria.