Los popes del gobierno y “la oposición”, así como los periodistas y “analistas” económicos, consumen horas y horas por día tratando de explicar los vaivenes económicos y lo que supuestamente nos espera, todo teñido –por supuesto- con el color de la facción burguesa a que cada uno representa.
Esto ocurre y “el tema inflacionario” es motivo de diversas “guerras” entre ellos, a la par que nuestro pueblo padece una vida cotidiana en donde los naranjas billetes de mil pesos se pulverizan inmediatamente, escurriéndose como arena entre los dedos.
Lo que queremos decir con esto es que más allá del permanente bombardeo mediático, la clase burguesa con sus monopolios al frente haciendo negocios y todas sus instituciones (Estado incluido) garantizándolos, transitan una vida, mientras la clase obrera y el pueblo oprimido -con sus indignos ingresos- “no llega a fin de mes” y hasta habría que decir que no llega al 15.
¿A quién le importa si las dibujadas estadísticas dan o no algún “crecimiento económico” para los próximos meses si en nuestra vida las angustias no paran y pasan a ser un calvario?
Diversos son los artículos en nuestra página web en donde nos enfocamos en el problema salarial y en particular hacemos un seguimiento en la sección del Observatorio Salarial Nacional (1).
Pero lo que queremos sintetizar hoy frente a la destrucción de nuestros ingresos es que en definitiva ¡la plata no alcanza para nada! La presión constante a la hora de pagar las cuentas, la comida, los medicamentos; la enorme angustia de millones de familias que tienen que alquilar; la cada vez mayor privación de cosas básicas para vivir; sumado a la contante presión en los laburos (donde las paritarias truchas nunca llegan a compensar el garrotazo que nos dieron), nublan el día a día.
Si hasta llegamos a la conclusión que de nada sirve ponerse a sacar cuentas de cuanto se gasta en el mes o en la quincena, igualmente nunca se llega.
Más allá de las promesas sobre un futuro venturoso que hace por las redes sociales (y sin ponerse colorado) el ministro Caputo… ¡Las cosas aumentan todos los días!
Ya lo hemos explicado muchas veces y no es tan difícil: son las grandes empresas monopólicas, los grandes conglomerados de producción y distribución de bienes de consumo los que se encargan de poner los precios y aumentarlos a su antojo, por lo que fuera, donde más allá de las excusas, “los costos” son casi una anécdota para ellos.
No tenemos casa propia, mientras los negocios inmobiliarios florecen y van viento en popa. El precio del pan (alimento recontra básico) aumenta, mientras se exportan miles de toneladas de granos. La carne pasó a ser un inalcanzable para las familias obreras pero los frigoríficos no paran de juntar dólares con sus ventas al exterior. Viajamos cada vez peor en colectivos y trenes, mientras las automotrices radicadas en Argentina desarrollan sus planes de inversión para producir nuevos y lujosos modelos.
Se podrían dar cientos de ejemplos más para dejar en claro que la guerra de la burguesía es en contra de la clase obrera y el pueblo oprimido.
Son temas que –a pesar de que no necesariamente se los asocie con el problema político- se hablan en la mesa familiar, con compañeros y compañeras de trabajo, con vecinos, problemas cotidianos, en las escuelas, en los hospitales, en el transporte… Y la sensación es siempre la misma: el negocio de unos pocos es a costa del sufrimiento del pueblo.
El negocio. De los alimentos, de la educación privada, de las prepagas, de la basura, inmobiliario, de las obras públicas… ¡todo es negocio!
En definitiva, lo que la clase dominante rifa con esto es el bienestar del pueblo, que somos quienes pagamos con nuestro lomo, nuestra salud, nuestro esfuerzo, todo ese festín de millones y millones que nunca vemos, que nunca “derraman”. Ellos negocian con la vida humana y también con la naturaleza.
¿Cómo son las cosas en realidad?
Nos han hecho creer (mediante una profunda presión en el terreno ideológico) que todo esto que describimos nada tiene que ver con lo que hacemos todos los días.
Sin embargo, esto no es así.
En los centros productivos, todo lo que producimos las y los obreros (sea el producto que fuere), de punta a punta en una línea de producción, en una fábrica, o en distintas fábricas para armar un producto final, se lo lleva el patrón.
Es decir: el trabajo que se realiza en ese producto que pasa por una determinada cantidad de manos obreras es el que genera el beneficio a un puñado de parásitos burgueses; mientras la calidad de vida de la clase obrera y sus familias empeora día a día. Donde el salario solo alcanza para lo mínimo y para volver a ir a trabajar, ósea, para que se siga reproduciendo la explotación.
Esos millones de manos obreras que se organizan diariamente para la producción, reciben piezas o materias primas transformándolas en otro producto. Obreras y obreros se organizan para alcanzar una determinada cantidad y calidad de piezas que el burgués establece y saben de memoria lo que les toca hacer a cada uno, en pos de alcanzar un objetivo.
Por eso, no nos cansaremos de decir que son esas mismas manos obreras (que se organizan y que se unen) las encargadas históricamente de cambiar las relaciones de producción, para que todos esos productos (a los que hoy por hoy el pueblo no puede acceder) alcancen a cubrir las necesidades de toda la población.
De esta manera, el beneficio del producto fabricado socialmente será de la clase que lo produce y su pueblo, y no de esa minoría parasitaria, lacra capitalista.
(1) https://prtarg.com.ar/observatorio-salarial/