Sabido es, pero no por conocido nos exime de recordar, que la fuerza de trabajo del proletariado, los burgueses la compran para producir mercancías de todo tipo, es decir, para consumo individual o para consumo productivo (máquinas, herramientas, insumos, materias primas, etc.).
En suma, para los capitalistas, los seres humanos que nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo para poder subsistir, no somos más que la personificación de una mercancía que les permite poner en movimiento sus medios de producción para obtener ganancias.
Hemos difundido en estas páginas y durante toda nuestra historia, que dicha mercancía “fuerza de trabajo” tiene un valor en el sistema capitalista de producción. Y, además, que el mismo se mide por el valor conjunto de los bienes y servicios necesarios para que el proletario y su familia puedan cubrir las necesidades básicas determinadas por una época de acuerdo al desarrollo de la sociedad en que dicha mercancía se vende y se compra.
Es así que, en nuestro país, dicho valor está dado por la “olvidada” y ocultada canasta familiar. La que, a pesar de la omisión por parte de las instituciones estatales, los gobiernos de turno, legisladores, jueces partidos de la oposición y sindicalistas pro patronales, es recordada por los obreros aceiteros quienes se ocupan de mantenerla vigente.
La misma alcanzaba en el mes de septiembre del presente año la suma de $1.562.655.
Ahora veamos, siguiendo todo lo dicho anteriormente, la mayoría de los salarios o precio de la fuerza de trabajo correspondiente a las distintas ramas que componen la economía de nuestro país, están por debajo de su valor.
Comparando a esta mercancía, fuerza de trabajo, con las del resto de toda la economía capitalista, es fácil darse cuenta que es la única que se mantiene por debajo de todas las actualizaciones de precios.
Cuando se trata de otros precios, la burguesía justifica sus aumentos argumentando que los mismos deben actualizarse como, por ejemplo, los combustibles, el gas, la luz, el pan, los transportes, los medicamentos y lo que se quiera incluir en el listado. Y lo notable es que a quien se le ponga un micrófono delante de su boca, opinará que lo que se reclama es justo, porque todo ha aumentado. Pero la mercancía fuerza de trabajo no sigue esa misma línea.
Con la desactualización del precio de la fuerza de trabajo, siguen su mismo destino las jubilaciones, pensiones y todo lo que significa ingresos para quienes no tenemos capital.
Si todas las mercancías han “actualizado” y actualizan los precios mediante los cuales los dueños de las mismas, los burgueses, reproducen su capital, es fácil concluir que toda la burguesía se ha beneficiado y los únicos que estamos haciendo el sacrificio de toda la crisis capitalista somos los trabajadores… ¡Y nadie más! Pues también los funcionarios del poder ejecutivo, los legisladores de ambas cámaras, los jueces han actualizado sus dietas y honorarios.
Sus mentiras, sus discursos afirmando que “todos” hacemos sacrificios, no tapan la realidad. Es claro que los intereses de la clase burguesa y todos sus funcionarios son opuestos a los del proletariado.
Agreguemos a todo lo expuesto, que la fuerza de trabajo, esa que tiene el precio achatado, es la que, una vez comprada por el capitalista, éste repone el precio de la misma con un reducido tiempo de la jornada laboral, gozando gratuitamente del valor que le genera el resto de la jornada, valor que le incorpora a la mercancía sobre los costos de materias primas, insumos y desgastes de maquinarias, etc. y que constituye su ganancia.
Quiere decir esto que la burguesía en su conjunto no sólo ha mantenido actualizado el precio de sus mercaderías tanto los bienes de uso, como las materias primas, insumos y maquinarias, inmuebles y demás, sino que al perder valor la fuerza de trabajo ha aumentado sus ganancias, pues ahora debe repone un precio menor por la compra de la misma.
He aquí la gran trampa del capitalismo: La burguesía, a través de las decisiones gubernamentales y leyes emanadas del Congreso, se beneficia mientras que el peso de la crisis cae exclusivamente sobre los hombros de los trabajadores, jubilados y pensionados. Argumento más que suficiente para profundizar y generalizar la resistencia e intentar avanzar en la derrota del nefasto plan de gobierno y de todos quienes acompañan dichas medidas y no denuncian la jugada, ya sea que se autodefinan como oposición de derecha, centro o izquierda.