El lunes 9 de diciembre la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, hizo la presentación oficial en Aguas Blancas, departamento de Orán, en la provincia de Salta, del denominado “Plan Güemes”. En dicha presentación anunció que el objetivo era “dar un golpe certero al narcotráfico y a la trata” en ese paso fronterizo con Bolivia.
Así como el ajuste lo pagaría la casta y lo están pagando los jubilados y el pueblo trabajador, la lucha contra el narcotráfico comenzó con el intento de impedir la labor de los bagayeros y cocaleros, trabajadores y trabajadoras informales que ganan su sustento diario trayendo hojas de coca (que es de consumo habitual en las provincias del noroeste argentino) y otras mercaderías desde Bolivia.
En la madrugada del miércoles 18 de diciembre la Gendarmería apostada en el puesto 28 desató una represión abierta, con el resultado de un muerto (Fernando Gómez) y varios heridos graves, lo que provocó cortes en la ruta 50 y un levantamiento de los pobladores de esa zona. Todo bajo el paraguas bochornoso del silencio cómplice en los medios de «desinformación» burgueses.
En medio de la promocionada estabilidad económica aparentemente lograda por el gobierno, se produce una pueblada en Salta que expresa, por un lado, las intenciones de disciplinamiento social y político que la burguesía persigue en pos de quebrar la resistencia a sus medidas; y por el otro, que dicha resistencia se manifiesta con mayor o menor intensidad, pero existe, está latente, responde, aunque de manera desigual a los ataques que la clase dominante descarga sobre el pueblo trabajador.
Aunque no se pueda afirmar que los hechos en Salta abren una nueva etapa de resistencia, ni que se vayan a replicar con las mismas características de levantamiento de masas, sí debemos verlos que no son producto, solamente, de una singularidad (que la tiene, por supuesto) sino de un proceso de acumulación de fuerzas que la clase obrera y el pueblo vienen transitando.
En esa perspectiva debemos centrar el análisis de la situación actual, para que los fuegos artificiales que cotidianamente arroja la burguesía no nos desvíen de lo que realmente está sucediendo en lo profundo de la lucha de clases.
La clase dominante y su gobierno tienen mucha claridad sobre este aspecto, y por eso su objetivo disciplinador. Sin embargo, lejos están de lograr un consenso social permanente respecto de sus políticas. Las aspiraciones de vida y realización de las masas trabajadoras transitan por el andarivel opuesto al de la burguesía monopolista por lo que la lucha de clases lejos está de someterse a las intenciones del poder.
Las posiciones derrotistas, las repetidas frases “no pasa nada” o “el pueblo no lucha”, son parte de las ideas dominantes que aportan al objetivo del disciplinamiento. El pueblo lucha y resiste como las condiciones materiales y de conciencia se lo permiten, no como desean las visiones idealistas y oportunistas. Eso es la lucha de clases real.
Sobre esa lucha debemos aportar las y los revolucionarios para que la misma se organice en pos del objetivo de orientar a las fuerzas que se van acumulando hacia una estrategia de lucha por el poder. Aun sabiendo que transitamos una etapa de resistencia y que la misma, como dijimos, es despareja y desigual.
En este marco la pueblada de Orán, Salta, ratifica la potencialidad del pueblo trabajador cuando se dispone a defender sus derechos y conquistas y alimenta el proceso de resistencia que la actual etapa de la lucha de clases transita.