No solamente la facción burguesa que gobierna nuestro país de la mano de Javier Milei lleva adelante una batalla cultural con tintes tragicómicos y lleno de falacias, sino que, además, se suma el coro de los pregoneros del escepticismo y los predicadores de la resignación.
En la voz de ese populismo y reformismo recalcitrante volvemos a escuchar una “mala palabra”: vanguardia.
Con el objetivo de combatir nuevas/viejas demonizaciones, nos vamos a detener en lo que esa palabra expresa en términos políticos para la concepción revolucionaria. La misma tiene como objetivo principal analizar (en un espacio y tiempo determinados dentro de la lucha de las clases), qué clase de la sociedad cumple el papel de impulsar y llevar adelante la lucha revolucionaria para trazar el camino en la lucha por el poder.
Lenin, el destacado revolucionario ruso, definió a la clase obrera industrial como la clase de vanguardia por el papel que cumple en la organización para la producción, hecho objetivo por el rol que cada clase cumple en la organización social capitalista; al mismo tiempo, el revolucionario ruso destaca que, de este hecho objetivo, se desprende el papel consciente que debe desarrollar el partido revolucionario como expresión de la ideología y de los intereses históricos de esa clase para la “organización de la lucha de clases”. Es decir, ni más ni menos que para la revolución.
Este ha sido uno de los aportes más importantes que Lenin realizó y elaboró para la teoría revolucionaria: el papel del partido revolucionario como herramienta indispensable para organizar la lucha revolucionaria contra la burguesía en el poder; un partido sin el cual es imposible enfrentar la maquinaria de dominación burguesa.
Asimismo, agregó que esta voluntad y necesidad histórica de organizar un partido de combate contra la burguesía, no convertía al partido automáticamente en vanguardia efectiva, sino que ese objetivo sólo se lograría cuando el proletariado y el movimiento de masas general reconocieran al partido como tal producto de sus tácticas y su conducta en la lucha revolucionaria.
De esta forma, Lenin supo definir con magnífica claridad (no sólo en la teoría sino en la práctica) el papel de las masas en la revolución y el papel del partido como vanguardia organizada para que la revolución pueda ser triunfante.
A partir de esa experiencia histórica, la teoría leninista de partido y su concepto de vanguardia fue recogida y llevada adelante en múltiples experiencias de lucha revolucionaria en el mundo; la fundación y construcción de nuestro Partido se sostuvo en esa teoría con Mario Roberto Santucho a la cabeza.
Si entendemos la vanguardia como la organización consciente que se plantea las políticas a desarrollar en cada circunstancia contra el enemigo de clase, este concepto implica que las tareas a desarrollar, simultáneamente en los planos político, ideológico y organizativo, se desarrollen teniendo siempre como norte la disputa de la dirección política del movimiento contra las iniciativas de la burguesía, y las del oportunismo y el reformismo que le hacen el juego.
Es así entonces que las tácticas, entendidas éstas como conducta política del partido de vanguardia, deben ir siempre orientadas a que el pueblo en su conjunto avance en su desarrollo y lucha, y así, conquistar su simpatía y su adhesión.
La política del partido de vanguardia es para todo el pueblo, para lograr, precisamente, que la masa (y sus organizaciones naturales) identifiquen y reconozcan al partido como vanguardia efectiva en la lucha revolucionaria.
En el ejercicio de esa actividad política será posible identificar a los destacamentos que vayan surgiendo en la experiencia para que pasen a formar las filas del partido revolucionario y cumplan con el papel de vanguardia revolucionaria.
Es nuestra conducta enraizarnos en lo más profundo de la clase obrera y el pueblo, no para ser uno más, dado que estamos organizados en un destacamento revolucionario, sino para cumplir precisamente con el papel de vanguardia que la revolución necesita.
La política no debe tener fronteras para que la organización de los distintos destacamentos revolucionarios pueda cumplir con los objetivos que cada uno de ellos está llamado a cumplir.
En otras palabras, el partido no debe coartar el fin para el que ha sido creado (ser vanguardia reconocida de todo el pueblo) ni puede sustituir ese rol intentando que organizaciones de masas (por más luchadoras y consecuentes que sean) adopten ese papel.
El partido de vanguardia se organiza, tiene planes, fines concretos, tácticas específicas para cada momento, porque analiza el derrotero y el devenir de todo el movimiento y entonces está llamado a jugar un papel distinto al de las demás organizaciones obreras y populares.
Y afirmamos el concepto de distinto, que lejos está de considerar más o menos importante el papel que cada organización desarrolla. Unas y otras son indispensables para la concreción de la revolución.
Teniendo claras estas diferencias, se evita diluir la organización del partido y sus funciones entre el movimiento de masas, al mismo tiempo que potencia las posibilidades de influir y organizar en todos los niveles posibles que la lucha de clases demande.
La práctica y la acción concretas de estas concepciones, al contrario de lo que la ideología burguesa sostiene, nos funden sólidamente con el pueblo y sus experiencias, nos permiten caracterizar y dirigir correctamente la acción del partido y del movimiento de masas levantando las tácticas y las consignas políticas necesarias para cada etapa y momento de la lucha, eleva nuestro grado de responsabilidad al tiempo que eleva el papel de las masas en la revolución.