Si alguna imagen puede mostrar palmariamente la profundidad de la crisis capitalista y de la lucha inter imperialista, esa es la de la discusión entre Trump, Vance (su vicepresidente) y Zelensky en medio del salón oval de la Casa Blanca transmitida en directo a todo el mundo.
Tan inédita situación no hace más que confirmar que la lucha por los negocios, el reparto del mundo y las consecuentes guerras comerciales y militares ha entrado en una nueva fase.
Lo que viene sucediendo desde la asunción de Trump, su embate contra Ucrania y la Unión Europea, sus acuerdos con Putin, sus bravatas respecto de imponer aranceles, su cruzada contra China, se da en el marco más general de una época en la que se disputa la hegemonía en el sistema capitalista. Pero esa disputa tiene una característica nueva, singular. Los países, los bloques económicos, las alianzas y las rupturas de las mismas están bajo la supervisión y decisión del capital financiero mundial. Un capital que recorre el mundo cotidianamente, que ha llegado a un entrecruzamiento de intereses superlativo y que determina qué facción de la burguesía monopolista es la elegida para la defensa de sus negocios.
Atrás quedaron definitivamente los Estados nacionales y sus respectivas burguesías que decidían y actuaban como un solo bloque de intereses y proyectos. A lo que estamos asistiendo es a una ruptura total de esa conformación del imperialismo mundial para entrar en una etapa en la que las decisiones, las alianzas, los acuerdos, las supremacías de unos sobre otros, se han vuelto efímeras, inestables, marcadas por una concentración y centralización del capital que, al contrario de servir para superar las contradicciones, las exacerba y las convierte en irresolubles.
Aun cuando en determinados momentos tales contradicciones parecieran atenuarse, el curso de la concentración y centralización capitalista, de su diversificación de intereses en todas las ramas de la industria y del comercio a nivel mundial, determina que cada quien busque salvar sus negocios en función de una pequeña facción en contra de otras. Y así se alimenta una rueda interminable de desorden en la también interminable (mientras exista el capitalismo) competencia inter imperialista.
Respecto de la guerra en Ucrania y los intentos por su capitulación por parte de EE.UU., la defensa que hace de aquel país la Unión Europea, el silencio de China y de Rusia, en lo aparente, estarían determinando bloques definidos y estables. Esa mirada en la superficie deja de lado el papel de monopolios como BlackRock y otros fondos de inversión que concentran masas de capitales con intereses que se cruzan en todas esas regiones del planeta, que actúan sobre los Estados y los funcionarios de gobierno, que utilizan su poderío económico superior al de los países en pugna para condicionar y arbitrar cualquier negociación, cualquier “pacto de honor”, toda vez que los intereses que representan están asentados en cada país y en cada rama productiva.
Al concentrar capital y a la vez diversificarlo enormemente, este sector de la oligarquía financiera actúa como un poder que devela su dominio sobre los líderes burgueses de cada Estado. Esos Estados han perdido su carácter de unificador de los intereses de toda la burguesía y, por lo tanto, van al vaivén de los intereses de facciones que hoy apoyan a tal líder y mañana apoyan a otro.
Como ya lo dijimos, BlackRock se benefició con el apoyo militar del gobierno de Biden a Ucrania y hoy se beneficia con las intenciones de Trump de alcanzar el fin de la guerra en esa región al ser el fundamental monopolio poseedor de la deuda ucraniana y por los acuerdos previos para la reconstrucción de ese país.
Todo parecía encaminarse. Zelensky iba a Washington para ponerle el broche al acuerdo por la explotación de tierras raras y seguir adelante con el proceso. Pero fue recibido por Trump y su vice que, abiertamente, provocaron la discusión que se transmitió a todo el planeta. Es evidente que Trump no quiere a Zelensky como interlocutor; pero también es evidente que le está costando sacarlo del medio. El presidente ucraniano será parte de la llamada de urgencia a la “Cumbre de Defensa” que todos los países de la Unión Europea llevarán a cabo en Londres.
Detrás de todas esas decisiones, los cambios, las rupturas y los acuerdos, debe verse la mano de los verdaderos intereses que promueven las mismas. Sin dudas el poder de BlackRock es enorme y, a la vez que juega a varias puntas, otros poderes monopolistas están en condiciones de hacerle frente y lo hacen, con consecuencias que agravan los conflictos armados y diplomáticos.
Por lo tanto, todo debe analizarse en condicional. Lo que sí está muy claro es que el mundo capitalista está sobre un terremoto de características inéditas e inusuales. Por sus propias contradicciones, por la crisis estructural que padece y por la presión que ejerce la lucha de clases al interior de cada país y de cada región. Toda decisión que tomen las facciones del imperialismo llevan consigo un agravamiento de las condiciones de vida de los pueblos y éstos vienen demostrando una sostenida resistencia que también aporta a que las decisiones sean inestables.
De esa forma, la clase obrera y los pueblos del mundo debemos redoblar el enfrentamiento contra el capital en todos los planos para que las disputas del mismo se exacerben más todavía. El interés de los pueblos no pasa por resolver los problemas del imperialismo sino por aprovechar sus disputas y aportar a que las contradicciones se profundicen, mientras se alimenta la construcción de salidas revolucionarias que representen verdaderamente los intereses de la clase obrera y las mayorías explotadas y oprimidas.